Monday, December 20, 2010

अकुई ahora

AQUÍ-AHORA
Cuando sus palabras se convierten en un murmullo, cuando su vista se sumerge en una taza de té os invade una certeza: el ser humano sentado en el suelo, aquí, enfrente de ustedes ha entrado en comunión con una parte de la eternidad. Los minutos transcurren en el silencio. Esperáis. No esperáis nada: observáis. Su sonrisa, sus rasgos que se pacifican. Su luminosidad. Tenéis envidia de la felicidad que saborea, aquí, sentado en el piso frente a vosotros… El venerable Thich Nhat Hanh, maestro budista vietnamita acaba de daros la primera lección. Una lección de felicidad. De la vida que desborda de milagros a vuestro alrededor. Del arte de respirar bien, comer bien, de caminar para descubrir la paz y el gozo en medio de las turbulencias del mundo. Os habla también de sus lechugas, del placer que consigue regándolas. Del arte de vivir plenamente el instante presente. Entonces os atraviesa el espíritu otras imágenes del Maestro. Las del impetuoso, militante de la paz y de los derechos humanos en su país. El de arriesgado atravesando zonas de combate para salvar heridos en el Vietnam de la guerra y más tarde embarcarse para salvara al “boat people”. Del ser humano de las religiones que ha instalado en su ermita una estatua de Jesús y otra de Buda. Nos acordamos de una frase de Martin Luther King de 1967, proponía la Maestro para premio Nobel de la paz. El es, decía Martin “un santo, un erudito, un militante de la paz, de la fraternidad y del ecumenismo.
? Se os da, Venerable la reputación de ser un ser humano concreto. ¿Se trata de algo corriente en los Maestros espirituales
No creo que la práctica espiritual elimine la práctica corporal: se entra en la espiritualidad con nuestros pies. Caminar, comer, respirar son igualmente caminos muy concretos de acceso a la práctica de la verdadera espiritualidad. Esos caminos necesitan un entrenamiento, propongo ejercicios concretos, que espero útiles para conseguirlo.
¿Ejercicios que se dirigen hacía el espíritu atravesando el cuerpo?
Todos tenemos preguntas muy importantes que nos dan vueltas en la cabeza. Esas preguntas no se dirigen solamente a nuestro intelecto sino a la persona entera. Escuchar las respuestas con frecuencia no nos satisfacen: tenemos que aprender a vivir lo cotidiano. Ese aprendizaje no es difícil. En mi comunidad practicamos permanentemente la meditación caminando, coordinando nuestra respiración consciente con la marcha, aprendemos a dar cada paso en la estabilidad y el gozo: a través de cada paso entramos en relación con la naturaleza, la belleza de la vida y la paz interior. Meditamos andando y no sé si existe otro método de caminar.
¿Permitís que os contradiga? Probablemente ignoráis, Venerable lo que es una carrera contra el reloj en un pasillo del metro.
¿Por qué un pasillo del metro sería irreconciliable con la meditación caminando? ¡Solamente hay que organizarse para no tener que correr! Yo medito siempre en los aeropuertos. Lo podéis hacer igualmente lavando los platos. Estáis plenamente allí en cuerpo y espíritu. Mantenéis el plato, el agua corre sobre vuestras manos: ese gesto es profundo, sagrado. ‘ Es como si estuvieseis bañando al Buda niñito! Y lo hacéis con placer… Pero entendámonos: debes vivir profundamente el instante presente. No tener el espíritu en el pasado, en los problemas del día transcurrido, en el futuro, en la taza de té que os apuráis por tomar, porque a continuación del té pensaréis en un planchado o ¡qué se yo! No tomaréis sabor al momento presente que siempre es sagrado. Hay que vivir aquí y ahora. Cuando riego mis lechugas, pienso en mis lechugas. Y cuando yo estoy sentado aquí con usted, estoy plenamente con usted, No considero que la conversación sea un trabajo a hacer lo más rápido que pueda. Yo quiero que este momento sea agradable para usted y para mí. ¿El aire que respiramos lentamente, las personas que nos rodean, serán más importantes que el artículo que se escribirá?. Si ya pensáis en su redacción no podéis aprovechar plenamente de este momento.

Llegará sin embargo el momento de componer el artículo de concentrarse en las frases. Entonces me será difícil el meditar.
La meditación no es otra cosa que la atención concentrad a lo que verificamos en el momento presente. ¿Conocéis el ejercicio muy sencillo pero muy eficaz de la meditación en el teléfono? Antes de telefonear practicad la respiración profunda, concentraos en vuestra respiración. Pensad luego en vuestra palabra que atravesará quizás centenares de kilómetros. Vuestras palabras pueden ser como flores y llevar la comprensión y la armonía. Marcad calmadamente vuestro número, respirad más que abandonaros a vuestras preocupaciones y a vuestra cólera... Sonreíd. Estáis distendidos. Lejos suena el llamado del teléfono. Sabéis que vuestro corresponsal la escucha y a su vez practica la respiración consciente...También sonríe. Podéis comenzar una conversación serena y armoniosa. El gozo se encuentra en todas partes: está en nosotros aprender a captarlo. Basta, os lo decía, un poco de entrenamiento.
¿No se trata el que vuestra buena naturaleza os predispone a ver la felicidad en todas partes, incluso en el acto de lavar los platos?
No digo que la felicidad sea fácil: no es un regalo que nos caiga del cielo. La felicidad es una práctica. Está hecha de elementos que no son intrínsecamente portadores de felicidad: por ejemplo el sufrimiento. En cada uno de nosotros tenemos el “compuesto (abono) y las flores... El compuesto son los elementos negativos, tales como el dolor, la irritación, la desesperación, ellos mismos alimentan los elementos positivos, las flores. Cualquier jardinero os lo dirá: sin los desechos convertidos en abono no podría obtener buenos frutos. La meditación ayuda a producir esos frutos. Si vuestros ojos están en buen estado ¿apreciáis verdaderamente ese paraíso de colores que se ofrece a vuestra mirada? ¿Esas formas maravillosas que se desprenden de ese árbol en ese bosquecillo? ¿Un ciego podría hablaros de esa felicidad?
¿El acceso a la plena consciencia no es acaso algo propio de algunos grandes Maestros?
Con un buen Maestro y una buena “sangha” (comunidad) cada uno puede experimentar desde el principio la felicidad de la plena consciencia.
Decís que es mejor practicar solo que con un maestro malo.
Existe un maestro en cada uno de nosotros. Un maestro para la felicidad. El buen maestro es aquel quien os ayudará a alcanzar ese maestro interior fijando vuestra confianza en la práctica. Todos nosotros tenemos la capacidad de estar conscientes de lo que ocurre en el momento presente, en nosotros y en nuestro derrededor, en consecuencia alcanzar la conciencia plena. Igualmente todos somos aptos para practicar la respiración consciente, aquella que nos permite alcanzar la paz en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu. Cada ser es un Buda, porque cada ser tiene la capacidad de estar vivo, es decir estar verdaderamente aquí, cuerpo y espíritu, en le momento presente... Ustedes me denominan maestro: yo prefiero colocar el acento en el papel de la “sangha”, la comunidad en la que los budistas se refugian para ser sostenido y animado. Una buena “sangha” es aquella que renueva vuestra confianza en vos mismo posee al Buda.: permite tocarle profundamente. Mi “Zanga” la reconozco en todas partes: en un pájaro, en un niño en todo aquello que tiene la capacidad de estar en el momento presente.
¿Se trata de una metáfora?
Se trata de hechos. En el budismo la “sahnga2 contiene al Buda y su enseñanza el “dharma”. Igual que en la naturaleza en que la flor contiene las nubes. Tocando profundamente una flor, tocías las nubes si las que no habría lluvia y por tanto tampoco flores. Tocases el cosmos: el sol, los astros, la tierra, Buda, Dios. De la misma manera cuando tocáis profundamente, tocáis el universo. La meditación es una mirada profunda dirigida a todas las cosas. Hacía la Vida. Hacía el uno que contiene Todo. El gran problema de nuestra civilización es que no nos tomamos el tiempo de vivir, de realizar que las condiciones del “dharma” están ya reunidas. ¿Qué esperamos para ser felices? Tenemos ciertamente miedo. De la muerte, de la soledad del abandono, de los otros. Todos esos miedos, dijo el Buda, nacen de la ignorancia acerca de la realidad de las cosas. La percepción profunda que aporta la meditación hace renacer la confianza: libera el espíritu por el conocimiento: abre el acceso al Todo, al Uno en el que sujeto y objeto se confunden, donde el buda está en vosotros y donde está la montaña y el firmamento.
¿Por tanto la meditación sería el abandono de si?
Es al contario un retorno a sí, que solo permite el acceso al otro. Nos ostros reinamos sobre un vasto territorio formado por cinco elementos: el cuerpo, las sensaciones, las percepciones, las formaciones mentales, la consciencia. En ese territorio obligatoriamente conflictivo tenemos por deber el restaurar la paz. Nosotros, desgraciadamente, con frecuencia somos poco responsables: nos evadimos para refugiarnos en futilidades: la televisión, la música, las compras. ¿Cómo quieres que se establezca una paz interior? Tenemos tiempo. No sabemos utilizarlo. En otro tiempo se pasaban tres horas con amigos alrededor de una taza de té. Hoy se conceden algunos minutos para tragar una taza de café en un ambiente preferentemente bullicioso que nos roba a nosotros mismos ese territorio con el cual no soportamos confrontarnos. Mas tarde pasamos horas a mirar una pantalla de televisión. Ocultamos nociones esenciales como la atención a uno mismo, a los otros, al amor, al gozo, Hemos roto el hilo de la comunicación con Dios.
Resulta curioso escuchar hablar a un Maestro budista de Dios.
Dios es nuestro fundamento, como el agua es el fundamento de la ola. Una ola puede vivir su vida de ola y por ello no está menos formada de agua. Cuando da vueltas sobre ella misma, toca el agua que está en su seno, vuelve a la fuente. Vivimos nuestra vida de humanos en una dimensión histórica: el nacimiento, la muerte y entre los dos los triunfos y las derrotas. Pero vivimos también, sin saberlo la realidad de Dios que es nuestro alimento. Mientras estamos en esta dimensión histórica que es también la del ola no tenemos la ocasión de de descender hacía Dios, es decir, hacía el fundamento de nuestro ser, hacía el nirvana donde no hay nacimiento ni muerte, ni triunfos ni derrotas. Se utiliza determinadas palabras para describir una ola: comienzo, fin, grande o pequeña. Estas palabras no se aplican al agua. De la misma manera las palabras para describir el mundo que nos rodea no pueden ser aplicadas a Dios. Dios pertenece a una dimensión descrita como última por referencia a nuestra dimensión histórica. ¡Pero esas dos dimensiones no están separadas. La ola es de la misma naturaleza que el agua: no necesita morir para convertirse en agua. Y nosotros no tenemos necesidad de morir para tocar la presencia de Dios y del Espíritu santo: nos basta con vivir profundamente, en la plena consciencia para llegar a la última y tocar el Absoluto
No habló jamás de Dios
Dios es como el nirvana. El es la extinción de los conceptos, no se puede tener una palabra sobre El. El único discurso posible sobre Dios es el nirvana y el silencio.
Pero usted dialoga frecuentemente con los teólogos cristianos.
Dialogamos a través del silencio por el hecho de nuestro encuentro. Cuando estamos juntos Dios está allí. Las palabras, los conceptos, las escrituras son residuos de sabiduría: solamente nuestra vida cotidiana utilizada como instrumento nos permite descubrir las enseñanzas de Buda o de Jesús. Antes de ser un intercambio de palabras o de conceptos, el verdadero diálogo es un testimonio de vida. Dialogamos cuando oramos juntos con todo nuestro ser con todo nuestro cuerpo. Y oramos juntos cuando bebemos nuestro té y a través de cada gesto alcanzamos la plena consciencia y tocamos el Espíritu Santo. Beber el te, mirar el cielo, son oraciones. Orar no significa recitar palabras sin estar plenamente presente: una tal oración pierde su sabor.
¿Se ora de la misma manera siendo budista que cristiano?
Oramos con nuestros cuerpos, porque la estabilidad del espíritu está unida a la del cuerpo. Yo me pongo en la posición del loto, la de una flor y traigo mi cuerpo y espíritu al momento presente. Celebrando la Eucaristía, el sacerdote se sirve también de su cuerpo, de sus gestos, para establecer la comunión con el Cristo, con la vida. Para dar vida a ese instante. Me sucede también el recitar oraciones con mis amigos cristianos. Me gusta mucho el “padre nuestro” “padre nuestro que estás en los cielos que tu nombre sea santificado, que venga tu reino “es exactamente la búsqueda del “dharma”, “danos el pan de cada día” incita exclusivamente a vivir el momento presente, el único en que la vida sea posible. ¡Este pensamiento es profundamente budista! Y puedo citar otros numerosos puntos entre budismo y cristianismo El espíritu santo es la consciencia plena, aquella que os hace viviente el momento presente, la que engendra la energía de la comprensión, del gozo y del amor. Usamos palabras diferentes para designar una misma entidad... de hecho ninguna palabra la pude describir. Todos ellos son superfluos.
Ha sucedido que habéis llevado tan lejos el diálogo con vuestros amigos cristianos. Este episodio ha horrorizado tanto a muchos budistas como cristianos. Clarifiquemos las cosas. Comer en plena consciencia es una práctica importante. Que se trate de pan, de té o de arroz todo alimento que ingerís que consumís con plena consciencia se carga de simbolismo: el acto de comer se convierte en un rito en el sentido más sagrado del término. Para mí la santa comunión es una poderosa campana de la consciencia plena: resucita al ser ofreciéndole la posibilidad de ser habitado por el espíritu Santo, por tanto de alcanzar la plena consciencia. Ella nos invita a dejarnos tocar profundamente por el pan que es la misma vida. Participando en la Eucaristía estaba consciente de comer aquí y ahora, con todo mi ser un pedazo de pan. Yo estaba habitado por la plena consciencia y por tanto por el Espíritu Santo.
¡Para el cristiano la hostia no es un simple pedazo de pan: es el cuerpo de Cristo!
Y un pedazo de pan es el cuerpo del cosmos. ¡Es un regalo del universo entero! Cuando mastico el pan, toco el sol y la tierra, el viento, el universo, toco al Cristo. No nos dejemos tomar una vez más por conceptos humanos.
¿No cae en la trampa del sincretismo?
¡Atención a las estrecheces del espíritu! Me abro al diálogo antirreligioso por que no veo razón alguna de pasar toda mi vida a alimentarme de un solo fruto, cuando la ensalada de frutos es deliciosa. Ese diálogo también es para mí una manera para comprender mejor mi propia tradición. Cuando miráis algo profundamente a través de ello podéis comprender muchas otras cosas. Cuando miráis una flor muy profundamente os comprendéis a vos mismo muy profundamente. Es parecido respecto a las diferentes tradiciones religiosas: es algo extraño pero siempre verificado. Sin embargo para que esas reuniones sean enriquecedoras se impone una condición: aunque se sea cristiano, budista o musulmán no debemos olvidar que somos primeramente herederos de nuestras propias tradiciones y que debemos profundizar en nuestras raíces. Porque ved, aquel que cree tener el conocimiento perfecto de su enseñanza no sabe nada: quedan por descubrir todas las tradiciones.
Cada vez más los occidentales se separan de sus raíces judeo-cristianas para abrazar otras tradiciones especialmente el budismo.
Ellos creen saber todo de su tradición de origen a sus ojos ella ha perdido el sabor de lo desconocido. No saben que el cristianismo queda por descubrir incluyendo por los cristianos. Creo también que a su alrededor sus mayores, sus sacerdotes no han sabido presentarles su tradición espiritual en lo que tiene de hermoso, de verdadero. No han conseguido tocar la joya el corazón de su cultura y de su civilización. La tradición se ha roto por la incapacidad de comunicarla. Puede ser que les sea necesario inventar un nuevo lenguaje mejor adaptado a nuestro tiempo. Renovar los modos de expresión para restablecer la comunicación y por tanto la transmisión. Yo siempre he estado cerca de los jóvenes, he tratado escucharles y comprenderles. A su vez me escuchan y comprenden. Tal debe ser la regla para todos los enseñantes del “dharma” cualquiera que sea el nombre de ese “dharma”.

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Friday, November 05, 2010

drogas


DROGAS
HABLEMOS CLARO

La legalización de las drogas no se basa en el peligro que ellas puedan representar para los determinados grupos humanos, como Gobiernos y Organizaciones predican.
Todos sabemos que el BIEN COMUN esos Gobiernos y Organizaciones los posponen alegremente cuando ellos se ven disminuidos en Poder social o económico.
La mayoría de la gente ignora que, por ejemplo, qué ocurriría si importantes Gobiernos del mundo declarasen las Drogas legales,
Una crisis económica mundial se declararía como jamás se ha conocido
Los Bancos e Instituciones financieras se desplomarían en un pánico sin límites, porque se cortaría casi de golpe el flujo económico de que se nutren.

Se ignora igualmente que el precio real de las drogas es ÍNFIMO y que su ilegalidad y la persecución oficial es la que permite que se hayan convertido en el más fabuloso y criminal negocio a nivel mundial.

El alcohol y el tabaco son drogas nefastas ¿por qué no se declaran ilegales?
Sencillamente porque su institucionalización ha hecho que sean negocios prósperos fuentes de entradas LIMPIAS para Gobiernos y Respetables empresas que tienen injerencia en los mismos Gobiernos, las suficientes para bloquear cualquier intento de prohibición.

Se finge ignorar por los Gobiernos que la UNICA FORMA de destruir el negocio de la droga es destruyendo su fabulosas

GANANCIAS ECONOMICAS

Esto se conseguiría creando algún tipo de sistema de fabricación y distribución regulada a sus PRECIOS REALES.
El narcotráfico desprovisto de sus ganancias extremas desaparecería como desapareció en las épocas y lugares que se había instituido la LEY Seca, esta se abolió.

Una ley del Mercado es que un producto de baja rentabilidad se produce escasamente aunque sea alta su demanda. ¿Por qué no conseguir producir droga a tan bajo precio de venta que no resulte interesante para los Traficantes?

Muchos de los detractores histéricos de la legalización de la droga deberían estudiar lo que sucedió en EE.UU en el periodo de la Ley Seca.

Queda por estudiar, igualmente, si la liberación de las Drogas implica realmente un aumento o descenso de la drogadicción.
¿Los Estadounidenses, derogada la ley seca, se hicieron más alcohólicos? ?Aumentó o disminuyó el crimen y el gansterismo?

¿Se sabe acaso que el delirio persecutorio de la Drogas en EEUU derivó de una serie de estudios proyectivos de la Organización Rand en la que se hacía una novela de ciencia ficción describiendo una sociedad en la que la mayoría se drogaba? Este estudio creo una crisis de pánico entre los Empresarios que temieron perder sus asalariados y se comenzó la persecución a la droga y narcotraficantes con la consiguiente alza de precios al hacerse un comercio ilegal y peligroso.

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Frente a los anteriores puntos de reflexión los histéricos ideólogos pensarán que yo mismo soy un defensor a ultranza de la Droga por motivos más o menos turbios.
ERROR PROPIO DE LOS FANATICOS.

Yo no defiendo en absoluto la drogadicción. Solamente hago notar los errores y el círculo vicioso de aquellos que creen que gastando sumas siderales en perseguir (generalmente a los pequeños narcos) van a disminuir el número de Drogadictos.

ES UN ERROR IRRACIONAL Y CIEGO

Lo único que consiguen es aumentar el precio de la droga y, complementariamente, la criminalidad en los pequeños drogadictos y la corrupción de los de “cuello y corbata”.

No es tampoco un detalle que muchos jóvenes y niños ven en la droga una especie de “aventura” con la que pueden desafiar a su entorno. ¿Serán tan escasos esos niños y jóvenes que empiezan así el camino de la droga?

El fenómeno de la drogadicción a mi parecer estriba en dos puntos de nuestra sociedad de consumo:
• Nuestra estructura social está fundada en una Drogación difusa y continua. Es decir, rechazar una realidad que no nos hace felices por algún motivo, “drogándonos” con comida, objetos, sexo, deporte competitivo, viajes …
• El fetichismo de que “todo nos está permitido”, la egolatría que nos lleva al desprecio del
AUTOCONTROL

LA DROGA, CUALQUIER TIPO, ES UNA HUIDA DEL MUNDO REAL.

No aceptamos que siendo seres gregarios nuestra libertad está limitada siempre por
EL OTRO
POR NUESTRO PRÓJIMO.
Cuando esto se rompe aun en el mundo animal más primitivo de la jauría o el rebaño
La especie cae en el sometimiento o simplemente
DESAPARECE.

Monday, October 25, 2010

gobernante



ESTADISTA - GOBERNANTE


ESTADISTA
De ordinario no se piensa la diferencia entre Estadista y Gobernante. El Estadista es de ordinario un Gobernante que tiene una visión amplia sobre lo que quiere realizar para su país, con una visión en que sus determinaciones del presente van incluidas en un plan más amplio que se extiende hacía el futuro.
Los estadistas son una especie rara y, generalmente, poco comprendidos por las gentes de su tiempo que desean soluciones inmediatas limitadas en un presente inmediato. Si la s determinaciones que se toman para un largo TIEMPO disminuye las ventajas que se piensan tienen que ser inmediatas, son impopulares y rechazadas.

GOBERNANTE
El Gobernante es ante todo un Administrador. Alguien que soluciona los problemas inmediatos rápidamente y con eficiencia según los medios que dispone en el momento. Un buen administrador suele gozar de más popularidad que el Estadista porque raramente exige algún tipo de sacrificio con vista al futuro.

Entre los Gobernantes existen muchos tipos. El más triunfador es el Populista que dilapida alegremente los bienes del Estado en un despliegue de dádivas populares que le hacen muy simpático entre sus conciudadanos.
Cercano al Populista está el que actúa como los médicos. Ante cualquier problema, sobre todo de orden social, se apresura a buscar soluciones populares e inmediatistas que causen tranquilidad y la impresión que el problema se ha resuelto ya que han desaparecido los síntomas del mismo,

¿QUÉ GOBERNANTES HEMOS TENIDO LOS ÚLTIMOS 20 AÑOS?

¿QUE GOBERNANTES TENEMOS HOY?

Friday, October 08, 2010

एल trascendente

DIOS O EL TRASCENDENTE

¿Existe Dios, Un Ser Trascendente más allá de las religiones y sus “creencias?
Para la mayoría de las personas actuales es como si las afirmaciones sobre Dios les pareciesen verdaderas y falsas a la vez.
Lo anterior se debe a que las formas religiosas están muy lejanas de la mentalidad actual y de los conocimientos modernos.
En sus descripciones aparecen elementos anacrónicos, infantiles y supersticiosos dentro de un ritualismo rígido que se impone con solo el criterio de una autoridad jerárquica.

Hay que tener en cuenta que todas las religiones teístas se basan en una intuición primaria de los seres humanos que postulan un Ser Superior y universal.
Como toda intuición primaria, se asemeja a un “sentimiento” indefinible e indefinido. Además se funda en una paradoja, porque todo aquello que nos trasciende es incognoscible por naturaleza, sino ¡no sería trascendente!

El Ateísmo en la actualidad nos resulta anticuado y propio de los fanáticos antirreligiosos de los dos últimos siglos.
Se aceptan sus críticas de esas descripciones de Dios propias de la Biblia y otros sistemas religiosos en los que la divinidad aparece con atributos humanos, en ocasiones, poco acordes con nuestras actuales concepciones sobre figuras totalitarias. El Dios sátrapa tiránico oriental se ha tratado de dulcificar con la imagen de paternidad.

A través de la historia han aparecido concepciones teístas moderadas que sin postular directamente una divinidad y, menos aun, describirla como persona, la suponen como principio ordenador del mundo.

La ciencia occidental en los siglos pasados cercana al ateísmo, en la actualidad es mucho más prudente a la luz de los nuevos conocimientos y suposiciones en los campos de la Física y Cosmología. La mayoría se refugia en un cómodo agnosticismo, es decir, ni se puede negar ni afirmar un Ser Trascendente.

Las nuevas aproximaciones científicas en búsqueda de e la Realidad nos hacen pensar en cosas tan difíciles de comprender fuera de en los teoremas matemáticos, como el no-tiempo y no-existencia antes dela Explosión Primaria. Parece que nos dirigimos a comprender el Trascendente, no como un Ser sino como una Totalidad aproximándonos de nuevo a una especie de Panteísmo moderno.
Ni que decir tiene que muchas sectas nuevas se han tratado de apropiar de estas concepciones científicas dándoles caracteres de “creencias” en las que han fundado sus Movimientos tal como muchas derivadas de la New Age.

Las religiones tradicionales deberían no arrogarse totalitariamente el manejo de las verdades que postulan que contienen, en muchos aspectos, una sabiduría útil. Sería deseable que se autodepurasen desechando infantilismos arcaicos, tabúes y miedos y, sobre todo no querer imponer fuera de sus adeptos sus concepciones con el pretexto que son las únicas “naturales, universales y morales”, lo que es una Desmesura inaceptable.

एल trascendente

DIOS O EL TRASCENDENTE

¿Existe Dios, Un Ser Trascendente más allá de las religiones y sus “creencias?
Para la mayoría de las personas actuales es como si las afirmaciones sobre Dios les pareciesen verdaderas y falsas a la vez.
Lo anterior se debe a que las formas religiosas están muy lejanas de la mentalidad actual y de los conocimientos modernos.
En sus descripciones aparecen elementos anacrónicos, infantiles y supersticiosos dentro de un ritualismo rígido que se impone con solo el criterio de una autoridad jerárquica.

Hay que tener en cuenta que todas las religiones teístas se basan en una intuición primaria de los seres humanos que postulan un Ser Superior y universal.
Como toda intuición primaria, se asemeja a un “sentimiento” indefinible e indefinido. Además se funda en una paradoja, porque todo aquello que nos trasciende es incognoscible por naturaleza, sino ¡no sería trascendente!

El Ateísmo en la actualidad nos resulta anticuado y propio de los fanáticos antirreligiosos de los dos últimos siglos.
Se aceptan sus críticas de esas descripciones de Dios propias de la Biblia y otros sistemas religiosos en los que la divinidad aparece con atributos humanos, en ocasiones, poco acordes con nuestras actuales concepciones sobre figuras totalitarias. El Dios sátrapa tiránico oriental se ha tratado de dulcificar con la imagen de paternidad.

A través de la historia han aparecido concepciones teístas moderadas que sin postular directamente una divinidad y, menos aun, describirla como persona, la suponen como principio ordenador del mundo.

La ciencia occidental en los siglos pasados cercana al ateísmo, en la actualidad es mucho más prudente a la luz de los nuevos conocimientos y suposiciones en los campos de la Física y Cosmología. La mayoría se refugia en un cómodo agnosticismo, es decir, ni se puede negar ni afirmar un Ser Trascendente.

Las nuevas aproximaciones científicas en búsqueda de e la Realidad nos hacen pensar en cosas tan difíciles de comprender fuera de en los teoremas matemáticos, como el no-tiempo y no-existencia antes dela Explosión Primaria. Parece que nos dirigimos a comprender el Trascendente, no como un Ser sino como una Totalidad aproximándonos de nuevo a una especie de Panteísmo moderno.
Ni que decir tiene que muchas sectas nuevas se han tratado de apropiar de estas concepciones científicas dándoles caracteres de “creencias” en las que han fundado sus Movimientos tal como muchas derivadas de la New Age.

Las religiones tradicionales deberían no arrogarse totalitariamente el manejo de las verdades que postulan que contienen, en muchos aspectos, una sabiduría útil. Sería deseable que se autodepurasen desechando infantilismos arcaicos, tabúes y miedos y, sobre todo no querer imponer fuera de sus adeptos sus concepciones con el pretexto que son las únicas “naturales, universales y morales”, lo que es una Desmesura inaceptable.

Tuesday, September 14, 2010

वे victis









¡VAE VICTIS!
Traducción corriente del latín ¡Ay de los vencidos!
Traducción real y emocionalmente comprendida en El mundo romano después de una derrota
VOSOTROS LOS VENCIDOS
YA NO SOIS NADA...
Sois simplemente materia humana para lo que nosotros los vencedores dispongamos
.muertos, esclavos, carne para goce de nosotros los vencedores o para los buitres, si así lo disponemos.
Esa ha sido históricamente la ley de todo invasor desde nuestros los lejanos bárbaros invasores del sur de Europa hace cuatro mil años hasta los modernos invasores nazis, los “liberadores•” del Oriente Medio…
¡VAE VICTIS!
Pueblos Raíz u Originales del doble continente llamado “americano” o Indias Occidentales condenados al masacre para “salvar sus almas” o bien sometidos para servir de esclavos o servidores.
Pueblos que había que “amaestrar” en la cultura de los vencedores para que les sirviesen como instrumentos humanos de colonización y para ello había que
DESNUDARLES, ARRANCARLES TODO LO QUE POSEIAN
TIERRAS, IDIOMA, COSTUMBRES, CREENCIAS…
¡VAE VICTIS ¡
ya no sois nada. Dad gracias si sobrevivís. Mirad a todos aquellos de vuestros hermanos rebeldes devorados por los buitres y a los que pusimos vil precio por sus cabezas.

Nosotros, que estúpidamente soñamos con ser los descendientes de los conquistadores por la renuncia vergonzosa a nuestros genes
ORIGINALES
Nos hacemos COMPLICES de los viejos asesinos de nuestros antepasados. Demostramos claramente que a pesar de los doscientos años de
PROCLAMADA INDEPENDENCIA
AUN
PERMANECEMOS CON EL CEREBRO LAVADO POR NUESTROS ANTIGUOS
AMOS ESPAÑOLES Y LOS MODERNOS BARBAROS

Friday, September 03, 2010

agnóstico







SER AGNÓSTICO

Agnóstico.
Antiguamente se les denominaba ateo, incrédulo...
Intencionalmente se les atribuía la negación de la existencia de Dios, de un ser transpersonal.
Realmente incrédulo es aquel que no da fe a las “creencias”.
En este caso, “creencia” es la afirmación de un tipo de existencia “indemostrable”.
Las creencias se basan siempre, sin excepción, en una afirmación o declaración hecha por Otro que tiene Autoridad o que se piensa que la tiene.

En el mundo antiguo, debido a sus bajas posibilidades de comunicación, las “creencias” eran la base de los conocimientos. Eran “hechos” que Otros afirmaban haber conocido o experimentado y que los “creyentes” tenían escasa o nulas posibilidades de comprobar directamente, siendo esto en la actualidad la base de la Ciencia.
Por ejemplo, un explorador afirmaba haber visto en lejanas tierras mujeres de cuatro pechos o seres humanos con dos cabezas. Se describía monstruos fabulosos… Basta, por ejemplo leer a Pigafeta.
Hasta el día de hoy las experiencias y creencias religiosas se basan siempre en afirmaciones personales de un profeta, taumaturgo, visionario…

La Autoridad que enuncia una creencia, generalmente es reconocida como tal, no por las mismas afirmaciones que hace, sino por sus acciones o conocimientos que casi nunca tienen relación alguna con sus afirmaciones sino con el hecho de manifestar un PODER superior al término medio de los miembros de su comunidad.

La creencia se suele presentar como un hecho absolutamente cierto, (en ello está la “trampa”) posteriormente se trata de demostrar lógicamente o, al menos, como posible.

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Yo no creo en la vida post mortem, que afirma que se trata de una vida semejante a la del ser vivo, pero en otro espacio o tiempo. No creo en ella porque es irracional. Carece de todo sentido. Menos aun esa forma que remonta a las creencias antiguas de espíritus en el Hades o Sheol… que somos una especie de seres humanos como sombras.

Creo que los conocimientos modernos de la física quántica hacen pensar en ciertas posibilidades de sobrevivencia que son muy extrañas, pero que no serían irracionales. Sobreviviría “algo” de nosotros a niveles de energía, moléculas, información…, cosas que aun comprendemos muy mal, partiendo de un “no-tiempo”, algo parecido a la eternidad.
Quizá es lo que atisbaban, a su manera, los panteístas. Una concepción grandiosa en que nosotros somos como parte de cosmos y que en realidad seríamos participativamente eso que llamamos Dios.

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Mi agnosticismo va mucho más allá de las creencias religiosas, puesto que tampoco creo en ninguna de las grandes teorías filosóficas de tendencias metafísicas, porque en el fondo son también “creencias” doctas de origen histórico, proclamadas como efímeras verdades.
Todas esas concepciones filosóficas de interpretación del mundo, de esfuerzo para encontrarle un sentido, han sido fuente de grandes equivocaciones y errores en la vida real por el simple hecho que

DISECAN LA VIDA

La actual física probabilística nos demuestra la inestabilidad cambiante del universo y resulta cada vez más estúpido quererlo fijar en conceptos metafísicos objetivos y eternos.
Todo aquello que se predica como Verdad absoluta es una convención simbólica propia de determinados grupos que apoyan con estos conceptos sus verdaderos intereses de Poder y Dominio. Por eso los defienden tan encarnizadamente, porque sin ellos no podrían justificar ante el resto (las grandes mayorías grupales) sus acciones, La verdad que no parten del hecho de nuestra Humanidad, LA VERDAD ANTROPOLOGICA, no tiene otro sentido que de Verdad Cultural. Incluso esta puede ser útil para un grupo y lo demuestra el estudio de las culturas comparadas, pero no como verdad metafísica, sino como verdad dinámica y utilitaria.
Esto es más demostrable en el ámbito ético- moral, porque cada día se descubre que costumbres sancionadas en diversos pueblos como morales, no lo son en absoluto para otros que tienen el mismo derecho para vivirlas y practicarlas.
Simplemente basta para comprobarlo la atenta reflexión sobre Documentales cinematográficos de pueblos no occidentales. Hasta hace pocos años, aun queda el remanente, los occidentales creían y se les había inculcado, que sus formas culturales eran universales y las únicas valederas porque derivaban de la naturaleza humana.


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¿Puede existir la verdad objetiva o universal?
Existen ciertas afirmaciones universales consideradas como verdades que se aceptan por el hecho de ser uno humano. Esto es cierto, pero si se analizan, se trata más bien acuerdos culturales de conveniencia, simples frecuencias estadísticas.
Esas verdades son ante todo probabilidades, tales como cuando nos dirigimos hacía un punto tenemos una certeza de llegar a él. Si analizamos sabemos inmediatamente que es una posibilidad entre miles de otras. Solamente que para nuestra vida ordinaria, para facilitar nuestras convenciones, damos como cierto algo que solamente ES POSIBLE o estadísticamente frecuente.
Aquellos que están imbuidos de las mil formas de platonismo, piensan que las ideas son preexistentes en sí mismas, como ellos dicen “tienen entidad propia”.

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Ser agnóstico en cuanto al conocimiento de lo que pomposamente llamamos verdades, no implica desconocerlas o no usarlas en la vida práctica, sino simplemente tratar de adaptarlas dinámicamente a nuestro quehacer sabiendo su fragilidad y no considerándolas como dioses. Porque esas verdades son subjetivas y aleatorias.
Vivimos y debemos aceptar un MUNDO DE APARIENCIAS más o menos fantasmales.

En resumen, ser Agnóstico, para mí, es estar abierto a todas las posibilidades, permanecer alejado del fanatismo y vivir relacionalmente dentro de una gran tolerancia sabiendo que tanto mis verdades como las del vecino son frágiles y representan

FLECHAS ALEATORIAS QUE INDICAN UN CAMINO CAMBIANTE Y MOVEDIZO.

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Thursday, August 26, 2010

fantasmas





LOS FANTASMAS DE LA VEJEZ

Soy un anciano que me gusta observar a otros ancianos.
¿Los ancianos que conozco tienen una buena calidad sicológica de vida?
Generalmente, NO. Unos lo disimulan como lo hicieron durante toda su vida, otros fingen una felicidad que no poseen, la mayoría “están poseídos” por sus FANTASMAS.
Denomino “fantasmas” los problemas sicológicos y existenciales que a través de su vida no supieron, no quisieron o no pudieron resolver.
Con frecuencia, fueron eso que en los catecismos se denominaban “pecados capitales” y otros muchas “desmesuras” de amores y odios, de miedos y deseos…
En la ancianidad, cuando se llega al convencimiento íntimo o declarado por enfermedades terminales que uno se encuentra en los “descuentos” o para ser más cínico, en la “galería de la muerte” los conflictos no solucionados reaparecen con tal consistencia que se hacen casi corpóreos y reales.

Yo que soy agnóstico pienso que para muchos ancianos la “confesión religiosa”, de lo que ellos estimaban sus pecados era un alivio para sus últimos días. Ese perdón de un ser ultramundano que se esforzaban en creer, nunca convencidos del todo, era benéfico para muchos.

Cuando son más evidentes esos fantasmas es en los casos patológicos. Esos ancianos abrumados continuamente por lo que denominamos obsesiones paranoicas o próximas a ellas: delirios de persecución, odio, ser desposeídos (robo)… implican siempre momentos anteriores de su vida no resueltos.

Insisto por tanto siempre con mis amigos de mediana edad que para tener una ancianidad equilibrada y sana es importante prepararse
para ello con anticipación y método en todos los aspectos.
Todos cometemos durante nuestra vida un sinnúmero de errores reales y otros que juzgamos tales. Debemos tener conciencia de cómo en todos los aspectos nos dañaron para tener un buen punto de partida a tiempo. Adquirir
CONCIENCIA DE CÓMO SOMOS
ES DECIR

CONSEGUIR UNA FOTOGRAFIA TOTAL DE NOSOTROS EN TODOS
LOS ASPECTOS

Algo que podemos investigar nosotros o pedir la ayuda de alguien especializado.
Obtenido el punto de partida tenemos que ir solucionando adecuadamente nuestros problemas, porque todo requiere
BASTANTE TIEMPO Y PACIENCIA.
Lo anterior lo haremos mejor o peor, pero según entremos en el “corredor final” lo haremos sin la pesada carga de nuestros habituales fantasmas
YA NO PENSAREMOS EN EL PASADO
YA NO PENSAREMOS EN EL FUTURO
VIVIREMOS CADA MINUTO
CON SUS ALEGRIAS O PENAS
SONRIENDO.

Thursday, August 12, 2010

evangelio






LEER HOY LOS EVANGELIOS
¿Cómo será leer los evangelios hoy sin prejuicios religiosos previos? Sin creencias. Leerlos sencillamente como libros de sabiduría en que se acepta que estén mezclados mitos, leyendas, arquetipos, experiencias personales y las propias creencias del redactor.
¿Será posible esta lectura?
Creo que, en cierto, punto lo es.

Desde luego hay que partir de que la referencia al Reino de los Cielos originalmente es la utopía de una nueva sociedad de hermanos hijos del Padre celestial, algo para realizar en la tierra y no en ultramundo.
Yeshoua rechaza con firmeza la relación comercial con Yawé que impregnaba todas las relaciones religiosas de su tiempo y que, hasta el día de hoy, es común en la Religión popular.
Las relaciones de “intercambio”. El devoto ofrece algo a la Divinidad y esta se lo otorga si es favorable.
Es una relación netamente mercantil que Yeshoua trata de cambiar por la relación Padre – Hijo. El Padre, a semejanza de un padre terrenal, dará a su hijo lo mejor, “si le pide pan, no le dará piedras” porque le ama.
En cambio la relación comercial es la del gran comerciante frente a su servidor, su esclavo o, en el mejor de los casos, el pequeño comerciante insignificante para él.

Igualmente Yeshoua rechaza para su Reino de los Cielos la concepción religiosa de que la Riqueza, la Felicidad terrenal, es el premio divino para aquellos que cumplen la Ley con la fidelidad de los fariseos.
Su nueva concepción afirma con fuerza en las Bienaventuranzas que los verdaderamente felices son aquellos que “no tienen nada”. Ni riquezas, ni prestigio, ni poder e, incluso, que son perseguidos.
Parece que la imagen de felicidad terrena está tomada por Yeshoua de los beduinos de su tiempo o de otros grupos humanos que parece que debió conocer en sus peregrinaciones entre esos pueblos que ahora denominamos Originales.
Por eso Yeshoua rechaza:
• El status eclesiástico como algo corrompido por su ansia de poder.
• La relación con Dios modelada sobre el comercio.
• La desigualdad humana y social basada sobre prejuicios culturales como religión, política, riqueza etnia…
Aparece rechazando las formas culturales de la sociedad de su tiempo y desde luego la judía.
Releyendo los evangelios, sin prejuicios religiosos, sino simplemente como libros de sabiduría, es decir, quitándoles su sentido de palabra divina e infalible, se descubren nuevas cosas en ellos.
Llama la atención la mezcla de de estilos literarios en escritos que se han considerado como relatos históricos. Es cierto que el concepto de la narración histórica en los tiempos de Yeshoua, sobre todo entre los orientales, es muy diverso de los modernos, incluso de Tucídides o Tácito. No se trata de historiadores, sino de narradores o cuentistas. No es una exacta y circunstanciada narración de hechos reales, sino de tradiciones, mitos, leyendas relatos… En los evangelios hay otro ingrediente la “predicación” y los comentarios piadosos del narrador.
Se relata lo que se ha “oído” con el propósito de la conversión y el proselitismo.
Los pensamientos y palabras que se atribuyen a Yeshoua pueden proceder de él o no. Eso al evangelista no le preocupa.
El evangelista, alguno de ello trata de dar un desarrollo lineal a los hechos que narra, aunque con frecuencia los confunden.
El predicador pone en ocasiones en boca de Yeshoua su propia concepción, mucho más tardía, de los acontecimientos que enfrenta. Los discursos o cánticos que aparecen, sobre todo en Matías, son exactamente las mismas ficciones literarias que Tito Livio pone en boca de sus personajes en las célebres arengas antes de las batallas.
La primacía de Pedro es descaradamente una interpolación posterior muy contradictoria con el pensamiento de Yeshoua que se expone en esos mismos textos en que cuando le preguntan sobre la primacía, Yeshoua coloca entre ellos un niño o se declara esclavo o dice que el primero será el esclavo de todos. Decir eso en tiempos cuando todos sabían el pesado significado del estado de un esclavo considerado legal y socialmente como una “cosa”, significa algo muy contradictorio y sospechoso.

Otro rasgo altamente sospechoso resulta el cambio repentino de Yeshoua que habla del ser Supremo como el Padre de los Cielos, para de repente cambiar y hacerlo su Padre personal, lo que indica con claridad la nueva concepción de la “secta” hacía la divinización de Yeshoua, es decir, la tendencia paulina consagrada por el tardío evangelista Juan

Mateo afirma que Yeshoua es un Elegido judío. Para confirmarlo inventa una genealogía pausible según la moda de su tiempo y las características bíblicas. Insiste que es un Ungido para marcar su elección.
Los padres son José y María. Cuando José descubre preñada a María, bien porque la ama, bien porque sospecha que ha sido preñada por “alguien importante”, porque él es “buena persona “y tolerante o por una razón que se nos escapa, no la denuncia como adúltera. Mateo está obligado a embellecer este penoso episodio usando el mito propio de su época de que todo héroe magnífico nace de una virgen. Indudablemente este mito proviene del hecho de que todo Héroe tiene como padre, generalmente, una divinidad. Basta reflexionar sobre todos los héroes homéricos.
Para preparar la universalidad del Mensaje, Mateo incluye muchos mitos sobre todo lo que rodea el nacimiento del Ungidos, especialmente la adoración de los Magos.
Todo ello demuestra que su evangelio está altamente influido por una composición muy posterior a los hechos que narra y compuesta como justificativo del cristianismo ya estatuido.
Posiblemente es la razón por la que Pablo nunca haga alusión a los Evangelios. La Huída a Egipto de los padres de Yeshoua es posible, dado el contexto agitado de Palestina. Posiblemente José de alguna manera estaba involucrado en ideas “progresistas” y necesitó refugiarse en Egipto. Desde luego para motivar su vuelta no era necesaria la intervención de un ángel, pero evidentemente esto realza la narración.
Por lo demás, muchas de las ideas posteriores de Yeshoua indudable te estuvieron inspiradas en esa convivencia con los “gentiles”.

Juan más que un narrador es un teólogo muy posterior ya impregnado fuertemente de las ideas paulinas de la divinidad de Yeshoua, narra todo aquello que puede apoyarlas utilizando, sin duda algunas “fuentes” desconocidas de los otros evangelistas. Sin embargo, aparecen algunos aspectos interesantes para dibujar mejor la personalidad de Yeshoua. Por ejemplo su insistencia sobre la Metanoia o cambio de mente tan necesaria para todo cambio social y cultural y toda concepción utópica.
De nuevo la insistencia en el rechazo a las formas culturales de su tiempo aparece en la descripción de Juan el Bautista y su extrema renuncia a lo material.
El Reino de los Cielos. El Cielo para la mentalidad oriental,, es el Reino de lo Natural, de lo Primitivo, de lo Original. Es lo opuesto a las sociedades modeladas por los Grupos de Poder. Son las sociedades fundadas en el clan familiar.
Para subrayar la importancia del “cambio de mente” se utiliza el bautismo de Juan, una muerte simbólica. Es como el “comienzo”, la iluminación de Buda, el “ser humano nuevo”.
Juan el Bautista rechaza los “grupos de poder” en forma manifiesta y los denomina serpientes en alusión directa con la serpiente corruptora del mundo que vehicula la expulsión de los seres humanos del Paraíso según la concepción judía. A esos grupos les promete el exterminio y la decadencia. Quizá la alusión al que ha de venir, no es de Juan, sino de las concepciones de los esenios tal como aparecen en los manuscritos encontrados cerca del Mar Muerto.
Las tentaciones en el desierto, indudablemente son una mitificación de las experiencias de Yeshoua en el desierto cuando se preparaba para lanzar su programa de la Buena Nueva. Tres renuncias que se debió hacer y que propone igualmente a sus seguidores:
• Renuncia a los bines materiales. A la recompensa material por la comunicación del pensamiento nuevo.
• Renuncia ala adquisición del Poder a través de la enseñanza, de la Maestría, la intelectualidad, la sabiduría.
• Renuncia al l Poder Político, convertirse por la piedad en un líder del pueblo o el Liberador que esperaba el pueblo.
Precisamente Yeshoua después de superar esas “tentaciones” comienza su enseñanza pública.
Yeshoua comienza su predicación exactamente en los términos de Juan “el cambio de mentalidad”.
Las bienaventuranzas traducidas exactamente comienzan con
SEREIS FELICES SI
• aceptáis la miseria, porque lo deseáis y lo veis como liberación.
• Cuando aceptéis la necesidad (hambre).
• Renunciando al Poder seréis atropellados por este.
• Sufriréis
• Repartiréis aquello que poseáis
• Alcanzaréis la pureza de corazón.
• Promovéis la paz
• Cuando por ser diferentes de los demás se os persiga. Os insultarán por no ser como “todo el mundo”.
El resultado será alcanzar el Reino de los Cielos, una vida más humana y natural como la de los pueblos Originales, semejante a la del Paraíso primordial.
Aquellos que consigan vivir de manera semejante serán la sal de la tierra y la luz del mundo. Desde luego no todos alcanzarán ese estado,sino solamente unos pocos. Eso lo alcanzarán no a través de creencias o leyes.

Yeshoua no trata de destruir la Ley, simplemente deja que ella siga su camino, traza el suyo cumpliendo la ley voluntariamente. Los Fariseos aparecen como grandes cumplidores de la Ley pero comprende que no les importa sino lo externo de la misma. La caricaturizan con sus exageraciones para simular una mayor observancia. Así:
• Hipócritamente consagran a Dios los bienes que deberían utilizar para la asistencia de sus padres.
• El adulterio es una transgresión física. El adulterio en el corazón no lo limpian.
• El juramento es un valor mercantil, de fidelidad en los negocios
• La limosna se hace con ostentación como una demostración de piedad social
• Igualmente sucede con sus interminables oraciones públicas para demostrar la piedad del orante, lo mismo que la grandilocuencia de las palabras del orante. Lo anterior le irrita tanto que da un esquema de cómo deben ser las oraciones. (irónicamente ese esquema se ha convertido en una fórmula vacía).
Padre nuestro que estás en los Cielos…
Relación con ese ser que adivinamos como engendrador cósmico. La Madre Oscura de
La que habla Laotseu y de la que proceden todas las cosas.
Que llegue tu Gobierno, tu orden originario…
Para que este se realice en nuestra cultura artificial, tal como se en el mundo natural.
Danos el pan de cada día…
Acepto la pobreza, pero dame lo suficiente para vivir cada día.
No me dejes desfallecer en el momento de la prueba…

Una de las radicalizaciones más fuerte y utópicas de Yeshoua es su oposición a la ley del talión. Esta como se enuncia es la de ojo por ojo, diente por diente. Posiblemente bien aplicada fue una ley sabía en un tiempo y espacio determinado. Lejana evidentemente a nuestra mentalidad y a la del propio Yeshoua y los “progresistas” de su época.
Yeshoua va muy lejos en sus prescripciones corrigiéndola. Quizá sea una de sus visiones utópicas más extremas:
• Hay que aceptar la coacción física. ¿También la esclavitud?
• Entregar todos los bienes hasta quedar materialmente ¡desnudo!
• Dar al que pide.
• No solamente amar a aquellos de nuestro propio pueblo, sino a los extranjeros y enemigos, porque todos somos “hijos de un mismo Padre”. Aquí la lógica es impecable. Si el Padre es universal nadie puede se exceptuado.
Insiste sobre ello cuando dice que el Padre hace salir el sol sobre puros e impuros.
El sabio comprende que todo lo anterior puede realizarse teatralmente es el “hipócrita”, el actor de teatro.
En cuanto la oración no es necesario grandes palabras porque el Padre sabe perfectamente lo que cada uno necesita.

Hay un problema que obsesiona a Yeshoua, el Desprendimiento lo único que puede destruir el mercantilismo en todas sus formas y sobre todo la del lucro inicuo:
• No amontonar cosas porque son perecederas y no permiten fijarse en otros problemas humanos.
• Cuando uno se centra en lo material, acaba echando a perder las relaciones humanas
• Recuerda a los seres humanos “originales” que viven día a día, momento a momento. Gentes que viven en lo natural como los pájaros o las flores.

Es evidente que no pensaba que todo el mundo viviese así. Eso habría significado un utopista totalmente desubicado. Creo que pensaba en gentes que escogiesen ese camino, aquellos que deseaban el Reino de los Cielos, una vida diferente y más humana, aquellos que a través del orden natural, el Cielo, viven el aquí ahora. Un poco como la antigua sangha o comunidad budista.

No “juzguéis y no seréis juzgados” me parece el equivalente taoísta a “si no luchaseis contra nadie, nadie luchará contra vosotros”. Es decir, “vive y deja vivir”. Aquello que condenas en el otro, tu mismo lo tienes. Querer convencer a los otros de que piensen como ustedes significará que os ganareis el odio y el rechazo de lo que se desea imponer. Así proclama lo que piensa es una ley universal:
TODAS LAS COSAS QUE DESEAIS QUE OS HAGAN LOS OTROS SERES HUMANOS, HACEDSE
LA A ELLOS.
En esto está condensada la Ley y los profetas. Es bien claro que para Yeshoua, todos los preceptos y mandamientos son palabrería si no coinciden con esa ley inmutable.
Se da cuenta, sin embargo que muy pocos seguirán eso que predica y de nuevo se da cuenta que muchos fingirán y por ello dice que los árboles se conocen por sus frutos.

El predicador, que sin duda es una de las Fuentes de algunos de los evangelios, pone esos momentos en que vive el desarrollo del cristianismo de rechazo socio-político y sus propias concepciones en la boca de Yeshoua. Indudablemente no intentaba mentir, sino simplemente, dado su concepto de la historia, creía que eso es lo que habría dicho Yeshoua en semejante momento...

Como libros de sabiduría práctica los evangelios son muy pobres. Tienen ideas vagas seudo místicas especialmente en Juan. Sin embargo, manifiestan ciertas tendencias que parecen atribuibles al mismo Yeshoua por su insistencia:
• Una concepción del Amor operativa, clara y definitiva: Haz al otro lo que quisieras que hiciera contigo.
• El rechazo al lucro y su obsesión por la pobreza.
• Su rechazo al Poder en su forma política y religiosa, especialmente esta última.
Aparte de estos rasgos las alusiones sapienciales son las corrientes del pensamiento oriental.

La concepción hacía Yawé, al que jamás nombra, es diferente de los eclesiásticos de su época y del resto de la Biblia. Se podría decir que tiene una especie de concepto “matrístico” de un Padre genitor y no un padre “pater familias”, un autócrata castigador cuando se traspasan sus reglas.

Según la misma concepción del Amor, propia de Yeshoua, ¿como se puede aplicar a Dios entidad abstracta?
1. Personalizado y dándole una entidad personal y humana. Es decir, aproximándose al culto idolátrico tan rechazado por el judaísmo. Cosa que posteriormente realizó el cristianismo, conduciendo hacía un pietismo morboso
2. Por el cumplimiento de los “preceptos” que se atribuyen estar proclamados por la deidad. Es decir por medio de una obediencia ciega.
3. Un Transcendente no puede ser amado por cumplimiento de sus preceptos ya que estos son solamente leyes culturales desarrolladas por el “clero” que trata de representarlo. Valores, tabúes, costumbres culturales que al ir perdiendo su influencia son atribuidos a mandatos divinos con el fin de revitalizarlas.

Yeshoua parece ser un reformados social- religioso utopista, que debido a sus exigencias duras y sencillas fracasa completamente. Su concepción de la vida simple y de una religión igualmente sencilla basada en un Padre bondadoso al que no le importa el rito para nada, que rechaza el poder y la riqueza, parece no ser comprendida por ninguno de sus discípulos inmediatos y menos aun por Pablo.
Existe algo misterioso que aun se nos escapa del por qué crece la divinización de Yeshoua y su mitificación posterior. Es la lucha por encontrar la continuidad entre judaísmo y la nueva secta. Las posteriores increíbles justificaciones de la Trinidad imitación sofistificada y teológica de viejas concepciones anteriores al cristianismo. Un dios trino en personas y único en su esencia recuerda con fuerza concepciones hinduistas muy anteriores.
Es conocída la tendencia de las sectas de todos los tiempos que para autentificarse se presentan como algo absolutamente nuevo y la vez entroncado con venerables tradiciones antiquísimas. El cristianismo parece tener exactamente este rasgo. Necesita al judaísmo como fuente de un Dios único, a la vez difiere profundamente de este y reniega de sus mismos fundamentos, para luego volver a legitimarlos.
Como toda religión de tipo intelectualista, deberá incorporar la religión popular de creencias politeístas propias de las masas y lo hará a través de los santos. Igualmente caerá en la idolatría de las imágenes a las que se les hace ofrendas admitidas bajo elaboradas concepciones intelectuales.

sexo

EL SEXO

La experiencia demuestra que el sexo y todo lo relacionado con él se ha banalizado

El sexo originalmente, es cierto, parece dirigido especialmente a la mantención de la especie. Indudablemente ello se debe a una alta mortalidad de la especie humana. Por causa de su progresiva especialización implicó un ritmo de apareamiento lo más frecuente posible. Seguramente esto hizo que a través de los siglos despareciese el "estro" primitivo en la mujer para llegar a una frecuencia de fecundación más alta.

Indudablemente para sustituir el "estro" , la atracción hormonal desaparecida, el ser humano desarrolló una serie de signos y señales que ahora se consideran, o han pasado a se,r atracciones emocionales.

Pienso que con el desarrollo humano artificial y la generalización de formas culturales grupales, esas señales emocionales se han banalizado.

Actualmente el sexo ha perdido su primitiva finalidad, que se ha convertido en secundaría. El mismo acto sexual se ha debilitado incluso emocionalmente, hasta llegar NO ha un estado de atracción amorosa, sino a ser un signo pasajero de intimidad entre dos personas, incluso del mismo sexo. Porque el valor de relación ES AHORA el más significativo.

¿Qué intento sugerir con estas cortas reflexiones?

SENCILLAMENTE QUE EL SER HUMANO A TRAVÉS DEL TIEMPO ESTÁ EN CONTINUA EVOLUCION Y QUE LA ESPECIE HUMANA, COMO TODAS LAS ESPECIES VIVAS, ESTA EN UN CONTINUO CAMBIO EN BUSQUEDA DE UNA ADAPTACIÓN A LAS CONDICIONES DE VIDA SOCIAL NUEVA..

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CELIBATO
¿Qué sentido tiene el celibato del varón¿
¿Una mala imitación de la virginidad de la hembra?
¿Es una abstención del placer un intento de no procrear?
¿Es la abstención de todo tipo de eyaculación voluntaria? ¿por qué?
El celibato es una fuente de para filias por la abstención de las aptitudes NORMALES del cuerpo.
La creencia que el celibato fortifica la intelectualidad es una estupidez que viene del tiempo de San Jerónimo (siglo IV), que desconoce el sistema hormonal.
La homosexualidad pervertida se da siempre en los grupos de varones que se encuentran en ambientes cerrados. Era célebre entre los "varoniles" espartanos que convivían la mayor parte del tiempo en campamentos y que escasamente podían estar con su esposa.
Los célibes "ejemplares" ¿son célibes o eunucos espirituales?
¿Por qué los célibes frecuentemente, como los eunucos, tienen modales femeninos?

Muchas más preguntas se podrían hacer pero estas son las suficientes para una Reflexión.

Thursday, July 15, 2010

adoptivos


HIJOS ADOPTADOS

La adopción es una buena práctica si se considera como la amistad hacía otro ser humano. Una forma de entre ayuda. Una demostración de amor.

La Adopción como un proceso de filiación es una farsa de buena voluntad en que se corre el riesgo de que se convierta en una especie de “regalo envenenado”.
La filiación natural no puede ser sustituida por una filiación jurídica.
Los padres adoptivos defienden como justificación de su determinación, el hecho que la paternidad genética es solamente una parte de la paternidad y que el amor suple con creces el vínculo genético. La filiación emocional es una amistad, benevolencia, pero es un símil solamente de la paternidad física. El hijo adoptivo siempre sentirá sicológica y socialmente que le falta algo

La Adopción legal no es un contrato entre iguales (“inter pares”), sino una elección bastante semejante a una compra. De hecho, esa compra se puede dar, a veces, forma literal, simplemente convencional o de conveniencia.

Aquellas personas que adoptan lo hacen por la imposibilidad de poder procrear y para llenar su propio vacio. En otras ocasiones por motivos humanitarios y raramente por el amor particular a determinado niño.

En muchas ocasiones se esgrime el hecho de que los padres adoptivos “eligieron” a su hijo/a, siendo lo que debe ser fuente de orgullo para el adoptado frente al hijo natural que llegó sin que hubiese una elección previa respecto color de su piel, su ascendencia o el color de sus ojos…
Sin darse cuenta quienes esgrimen tan preciado argumento no advierten que están creando esencialmente un malestar sicológico en el adoptado aunque, en casos, este no lo advierta.

LA ELECCION MONOPARENTAL IMPLICA QUE UNA DE LAS PARTES NO TUVO LIBERTAD ALGUNA RESPECTO A LA ELECCION DE SUS PADRES.

Sucede exactamente igual que en la compra de un esclavo. El Amo puede elegir y el esclavo aceptará por vida al Amo que lo eligió. Por lo tanto, sicológicamente, se tiene ESENCIALMENTE el punto de partida para
Un resentimiento de base
que este se desarrolle o no, dependerá de las circunstancias que rodeen la educación y las relaciones familiares del adoptado.

Partiendo del hecho común de que el hijo adoptado fue informado desde temprano que lo era, práctica común, este capta, aun en sociedades donde es común la adopción, que su situación es A-NORMAL. Esto puede ser reforzado por el entorno, como compañeros de escuela, parientes, amigos…
Supongamos que ese niño adoptado tenga un entorno exactamente igual al de cualquier hijo genético. El pensará frente a cualquier problema “normal” que es tratado de una manera cruel e injusta porque no es hijo genético y eso nadie se lo podrá sacar de su mente.

Con frecuencia en los hijos adoptivos (¿con qué frecuencia?) se desarrolla la hostilidad hacía sus padres legales. A este respecto es interesante, por ejemplo, la confesión de la fundadora de un movimiento espiritualista Las Ishaias. Ella, en sus confesiones autobiográficas, explicando que fue adoptada, señala todas sus dificultades sicológicas que la condujeron a muchos sufrimientos y perturbaciones. Finalmente, confiesa, que ella no supo calibrar el amor con que sus padres adoptivos la rodearon.
Cuando el hijo/a adoptado no conoce a sus padres genéticos en absoluto se dan diversas connotaciones sicológicas, puede rechazarlos o bien mitificarlos. Así suele obtener un cierto equilibrio.
Más trágica resulta la situación cuando, realmente, llega a saber quienes son sus padres, conocerles y relacionarse con ellos. Jamás, bajo ninguna situación, a pesar de la posible sensatez de las razones que hayan justificado la entrega a otras personas por adopción

Admitirá el haber sido rechazado, vendido, regalado…

Su tragedia oscilará entre dos rechazos: hacía sus padres (genéticos por el rechazo inicial) y hacía sus padres adoptivos por considerarles
CÓMPLICES
Del desastre de su vida.

Todo lo anterior es un esquema sicológico de lo que implica una situación bien solucionada en este aspecto de las relaciones humanas. Cada persona lo resolverá a su manera, positiva o negativamente. Lo que es innegable que en cualquiera de estos casos exista una Herida Sicológica que cada uno que se encuentra en esta situación, pronto o tarde tendrá que resolver por el

Amor o el odio

Friday, July 09, 2010

maestros

MAESTROS


He conocido en mi vida Maestros.
Maestros que hacen OBRAS MAESTRAS. No importa en qué. Puede ocurrir que sean cosas muy sencillas como un par de sandalias o un tapiz gigantesco como el de las Hilanderas, diseñado por Velázquez.
Maestros que hacían y enseñaban.
No Maestros que son enseñados por otros que aprendieron en libros para que a su vezellos enseñen por libros.

¿EXISITIRÁ TODAVÍA AQUELLA CLASE DE MAESTROS?

1936. Alboraya, un pequeño pueblo cercano a Valencia. Soy un niño de 8 años. Tres casas más allá de donde llegamos a vivir está el taller del “llanterner” (herrero). Es bastante chico y parte de su casa-habitación. Fragua, yunque, herramientas y muchos fierros. Suelo ir a contemplar su trabajo. Hace muchas cosas, pero me fascinan los clavos que fabrica. Intento tomar uno y me quemo. Tiene una máquina para cerrar tarros de conserva. Las gentes preparan en grandes tarros comidas para guardar y el los cierra. Todo su trabajo es preciso.
Son tres personas las que trabajan: el aprendiz un niño acogido muy pobre. Le da alimento y vestido. El oficial un hombre relativamente joven, que igualmente recibe la comida y alguna paga y el Maestro.
Inmediatamente advierto la jerarquía. El aprendiz ejercitará pequeños menesteres y trabajos durante años. Se le dejará en el transcurso de ellos ir haciendo algunas pruebas. Solamente, cuando el Maestro estime que puede ayudarle lo declarará Oficial, pero de grado ínfimo. Con su obediencia y dedicación irá conociendo los “secretos del Oficio” y llegará a primer Oficial.
Si los Maestros de la región, recomendado por su Maestro, aceptan uno de sus trabajos, “la obra Maestra” será aceptado como Maestro y tendrá derecho de heredar al Maestro o establecerse independientemente.

Este sistema de aprendizaje, en mis viajes por Europa lo pude observar años después vigente en pequeños lugares o bien resucitado en el Sur de Francia entre artistas. Ciertamente que ya en 1957 las escuelas técnicas estaban generalizadas y ese viejo método era considerado reliquia de la Edad Media.
El sistema en sí mismo encerraba, para los modernos, una forma de explotación, que, indudablemente variaba dependiendo de la calidad humana del Maestro. Sin embargo, ese duro aprendizaje de muchos años creaba Maestros fuera de serie porque atesoraban no solo su experiencia personal, sino la experiencia secular que se les trasmitía como “secretos del oficio”. Por ejemplo se suele ignorar que los grandes pintores de los siglos del Renacimiento, fabricaban ellos mismos sus pigmentos a través de experiencia centenarias que ahora nos son desconocidas.

En Asia y parte de África la tradición de los viejos Maestros continuó más tiempo que en Europa. ¿Existió alguna vez en América tanto del Sur como del Norte?

Personalmente pienso que las sociedades no retroceden y que el romanticismo del pasado traido al presente es siempre un fracaso. Somos personas de AQUÍ-AHORA. Sin embargo, las experiencias del pasado nos muestran nuestra ridícula concepción de la educación en que

EDUCADORES SIN NINGUNA EXPERIENCIA REAL Y PRACTICA ENSEÑAN TEORICAMENTE
A DISCIPULOS QUE NO LES INTERESA EN NINGÚN MOMENTO CREAR
UNA OBRA MAESTRA
SINO, SIMPLEMENTE, OBJETOS O CONOCIMIENTOS
CON LOS QUE OBTENGAN
MUCHO DINERO

AUNQUE SOLAMENTE SE TRATE DE SIMULACROS DEL ARTE O LA CIENCIA.

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Thursday, July 01, 2010

televsion


QUERIDA MIRJAM:
Espero que tu gata vaya mejor o que, por lo menos, esté más tranquila. Aquí los gatos mueren atropellados, bien porque crucen el camino o porque los maten los perros de los vecinos.

Lo que escribo suele estar basado más o menos en diversos hechos tanto vividos como que he conocido, mezclados con altas dosis de imaginación. En mi primera novela Huacha, por ejemplo, narro muchas situaciones reales, pero la protagonista es una mezcla de varias personas idealizadas. Así suelo escribir. Taïs, la kamikaze no violenta, sobre la que estoy escribiendo ahora, probablemente es una proyección de mí miso, de parte de mí mismo, sin que ello signifique que me identifico con mi personaje femenino.

Respecto a lo que me dices que te gustaría conocer algo de mi vida, nunca he escrito nada respecto a ella. Puede ser que haga algo para ti, solamente ahora, te daré un breve esquema.
Nací en Madrid. Mi padre murió cuando yo tenía tres años. Viajamos hasta 1936 por España, muchos hoteles. La guerra nos tomó en Valencia. Tres años de dificultades, entre ellos un año en un pequeño pueblito. Muchos días de soledad para mí. Muchas lecturas de cuentos.
Regreso a Madrid. Contacto estrecho con mi abuela filipina: narraciones, amistades femeninas, conocimiento de la vida simple y pobre de mi abuela.
Pobreza burguesa que se esconde. Carestía. Gran escasez de alimentos. Mi madre cae en la histeria continua. Decido irme de la casa. Año más tarde vuelvo. Diez y seis años me voy definitivamente de mi casa. Experiencias con extraños. Estudio lo que no me interesa: Letras y Filosofía en la U. de Salamanca. Lo que deseaba era Ingeniería o Arquitectura. Estudio francés y alemán. Contacto grupo de franceses solidarios. Los busco en Francia sin dinero, stop y una mochila. Parto con ellos a Argelia. Vida en Oran y Argel. FLN y atentados. Trabajo en reparación de barcos y en una fundición. Vuelvo a España. Viajo a Alemania y trabajo en una fábrica de muebles de cocina en la que gano el dinero para viajar a Chile. Contacto belgas de ayuda a América Latina. Ellos me ponen en contacto Chile y me uno a un equipo de ellos que acaba de llegar a Valdivia y Corral (Sur de Chile), para crear una cooperativa de pescadores. Trabajo como carpintero.
Terremoto 1960. Trabajo haciendo casas con restos del tsunami para gentes que han perdido todo. Vuelvo a Corral y distribuyo restos de ayuda internacional. Construyo mi primera embarcación, una ballenera de 9 metros y vela. Muere en España mi madre y recibo unos dólares. Conozco a Cristina y a los nueve meses nos casamos. Creo, con ayuda norteamericana una cooperativa de mueblistas en Valdivia, yo trato de diseñar muebles populares como los que se usaban en España que no gustan a los chilenos ni los conocían. Al año me compro en la costa un terreno de quince hectáreas a 5 kilómetros de Corral, solo accesible entonces por mar. Vivimos allí dos años Adoptamos un niño y una niña sucesivamente porque Cristina no puede tener hijos (órganos infantiles).
Vivimos allí dos años... Enfermo. Me deprimo. Busco trabajo. Soy contratado con un puesto directivo en Indap (Instituto de Desarrollo Agropecuario). Trabajo allí en diversos lugares 7 años. Contacto y trabajo con indios mapuches. Empiezo a dar clases en una Universidad de Temuco. Allende, trabajo con grupo revolucionario MIR.
Golpe militar. Me expulsan de Indap. Creo en mi casa un taller de trabajo en cuero, bolsos, sandalias, cinturones… que yo mismo hago. Decidimos vender la casa y venirnos al campo. Compro la parcela de 2 hectáreas en la que aun vivimos.
Todo ello es un esquema pobre, porque entre medio existen muchas experiencias como haber aprendido a navegar, construir embarcaciones, pescar, el trabajo en cuero, el tallado en madera, los cultivos, hacer pan, cocinar, cortar árboles, apicultura (tuvimos hasta 40 c0menas que yo mismo construí y un año obtuvimos una tonelada de miel… ¡BIEN DIVERTIDO TODO!
Ahora estoy aprendiendo a ser anciano y cuidar a una anciana. Cristina tiene cuatro años más que yo (86).
¿Contenta?

Tu poema me parece magnífico. Me admira tu dominio de la poesía francesa que no es fácil. ¿El original lo escribiste en holandés?

Bien te dejo por hoy. Un abrazo ALEJANDRO

Monday, June 21, 2010

ordenador




ORDENADOR O COMPUTADOR

Nunca pensé que una máquina iba a ser mi amiga, confidente, quien me entretuviese o consolase en los momentos de depresión. Puedo crear, jugar con ella, ver películas, dibujar…!mil cosas más!
Me sirve, me es úti, pero no me hace feliz porque está sustituyendo relaciones humanas fundamentales.

Nuestra cultura y la ruptura de la familia nuclear en que varías generaciones convivían, poco a poco nos está convirtiendo en
ARTEFACTOS

Y necesitamos, evidentemente otros artefactos para mantener un cierto equilibrio en nuestra vida.

El Clan, esa sociedad de familias natural, desapareció definitivamente con la invasora vida ciudadana y, desde luego, le dio el golpe de gracia la revolución industrial y, finalmente, la actual civilización universal de consumo.
Lentamente, sin que nadie se dé cuenta nos hemos ido transformando en Artefactos Humanos y hemos caído en la lógica de todo artefacto. Somos productos de consumo, que se utiliza y fácilmente se desecha. Los seres humanos, si nos miramos cínicamente, valemos solamente según las circunstancias y las necesidades que podemos cubrir. Luego somos basura. Desde luego una basura “venerable” que se dice respetar, pero que no se respeta, ni aprecia y que se desea que desaparezca pronto. Desde luego llorándola un poco, no por cariño, sino por un remordimiento propio de no haberla sabido utilizar en todo su rendimiento.

Esta es la realidad y como me precio de ser una persona realista que no vive en el pasado y que además comprende perfectamente que ese pasado es una etapa de la humanidad solamente, no solamente uso el famoso Ordenador, sino que lo aconsejo a las personas de la Tercera Edad. Incluso creo que para ellas resulta fundamental siempre que no interfiera en la actividad física tan importante para ellos
Porque
MUSCULO QUE NO SE USA
SE ATROFIA

El computador CONFIDENTE.
Al computador le puedes relatar todos tus problemas. Es una manera de descargarte parcialmente de ellos. Incluso te puede servir como espejo de ti mismo. hasta físicamente si te miras en la webcam.

Compañero de JUEGO
Puesto que puedes colocar en él un número casi infinito de juegos, desde el ajedrez a los más modernos. Aparte de ello, si tienes Internet, conseguirás encontrar colegas tan aburridos o tan apasionados como tú mismo.

INSTRUMENTO CREATIVO
La gama de las cosas que puedes hacer con un computador y un poco de interés y habilidad tuya, rayan al infinito. En las más sencillas crear dibujos, transformar imágenes, diseñar cosas, crear animaciones.
En lo intelectual escribir lo que desees, ilústrarlo, corregirlo, añadirle párrafos o capítulos nuevos…

INTERNET
Resulta una fuente inacabable de relaciones desde encontrar nuevos amigos hasta consultarla como la Enciclopedia más gigantesca de la Humanidad que siempre va creciendo hasta hacerse prácticamente inmanejable.


Todo lo descrito es útil, sin embargo me parece banal frente a la esencia misma de la importancia que tiene un Ordenador para los ancianos/as sin importar grandemente lo que hagan

EL ORDENADOR ES UNA FORMIDABLE MAQUINA DE EJERCICIO MENTAL

Capaz de mantener nuestras capacidades mentales en buen estado por el esfuerzo que implica manejarlo.

En el clan, en la familia nuclear todo aquello que, en forma artificial, procura el computador se daba naturalmente y, más aun, porque unas generaciones se nutrían con la experiencias y la historia de las otras, además muchas veces se retribuían con
AMOR

ALGO QUE EL ORDENADOR O COMPUTADOR NO PUEDE ENTREGAR

QUIZÁ, ASÍ LOS ANCIANOS MORÍAN EN PAZ
SIN NECESIDAD DE UN ENCARNIZAMIENTO MEDICO PARA REPARAR EL
ARTEFACTO.

वू wsi






WU-WEI NO HACER

La base principal de la filosofía taoísta china es el Wu-Wei que se traduce como el NO-HACER. Algo que la mayoría de los occidentales no entienden y muchos orientales. En realidad se trata de algo muy sabio y sencillo que consiste en dejar que
LOS ACONTECIMIENTOS SUCEDAN
Y solamente entonces reaccionar de la manera más adecuada y realística posible.
Lo anterior implica que uno no se desgaste en posibilidades y situaciones que nunca se darán.
Esta forma llevada a todos los ámbitos de la vida crearon en parte de la cultura china (solamente en parte limitada) resultados sorprendentes tales como las técnicas marciales, la pintura, política….
Sin embargo, esta mentalidad creo que está implicada en los Orígenes del ser humano natural y es lo que permitió a la especie humana desarrollarse como tal.

Es indudable que en algún momento histórico de la ESPECIE HUMANA está fue lentamente apercibiendose que podía adaptarse conscientemente al Devenir, al acontecer, diferenciándose de los otros seres que no buscaban conscientemente lo que les beneficiaba, ni huían igualmente de lo que les dañaba.
Se les fue planteando la resolución de sus problemas consigo mismos, con los otros y con el mundo que les rodeaba. Esa fue la palanca de su desarrollo humano. Ellos eran sujetos del devenir y no simples objetos
Tuvo que ser una etapa cien veces milenaria de auto creación.
Más tarde, ya en el paleolítico aparece sobre la Adaptación a la realidad, la modificación a
esta por medio de los “instrumentos”. El ser humano desplaza la creatividad dentro de sí ,hacía lo exterior.
Resulta llamativo que la instrumentalización física proyecta al ser humano hacía la mitificación creando instrumentos tales como héroes y dioses.
Cada grado de aparente manipulación de la realidad le arranca una parcela de su propia adaptación y le hace siempre más débil frente a esos OTROS que cree dominar.

Los primeros taoístas dedujeron intuitivamente muchos rasgos que existían aun en los humanos primitivos de su tiempo y que ellos pensaron resucitar y aplicar a su cultura. Ellos cayeron en el error común a los utopistas de todos los tiempos, pero consiguieron algunos éxitos parciales. Esto lo consiguieron porque no trataron de aplicar esos rasgos a la letra sino simplemente como esquemas de acción. Algunas de sus observaciones básicas pueden ser las siguientes.
• Nuestras necesidades se pueden cubrir con elementos simples, naturales y hermosos creados principalmente por nosotros mismos.
• Adaptación al mundo circundante prescindiendo en lo posible de intermediarios o usando los que este mundo nos proporciona si sabemos buscarlos
• Adaptación a los ciclos naturales tales como frio-calor, humedad-sequedad, salud-enfermedad…
• Manejo y descubrimiento de nuestras energías y adquisición de otras procedentes de nuestro medio ambiente: radiación, .agua, viento…
En resumen adaptarnos creativamente a lo natural que nos rodea. Algo así quisieron realizar los hippies pero se quedaron en lo externo.

Nuestra civilizaciones actuales que se acercan ya mucho a una civilización UNICA Y UNIVERSAL han derivado hacía una adoración del ARTEFACTO, una especie de sustituto de nuestra creatividad personal que poco a poco llegue a sustituirnos a
NOSOTROS MISMOS

Thursday, June 10, 2010

चंताजे familiar


CHANTAJE FAMILIAR

El chantaje familiar es el vehículo que las culturas utilizan en forma natural para mantenerse en el tiempo lo más incambiadas posible.

Muy raramente, la familia como tal, suele rechazar las normas sociales imperantes en su sociedad.
Los niños en su primera edad son “disidentes”, porque tienden a reproducir las formas culturales más primitivas del ser humano, aquellas que están inscritas en su memoria genética.

La familia, especialmente la madre, es la que tratará de inculcar en los niños las formas culturales propias de su sociedad y de su estrato social.
La madre lo hará inculcando al bebé las acciones a seguir por medio de la aceptación o el rechazo. Es exactamente lo mismo que se hace con cualquier animal en el periodo de su DOMESTICACIÓN.
La famosa Educación humana es sencilla y simplemente
DOMESTICACION
Solamente que el ser humano es mucho más sensible a los signos que la mayoría de los animales. Esto es lo que facilita el
CHANTAJE FAMILIAR

Cuando el niño está ya en capacidad de comprender los signos en forma más intelectual la enseñanza de la madre es complementada por el padre o el resto de los adultos. Del amor o negación se pasa al Miedo que es el arma de la Autoridad.

Somos EDUCADOS A TRAVES DE AMOR, OFRECIDO O NEGADO, O DEL MIEDO A SER PRIVADOS DEL AMOR
O DEL SUFRIMIENTO CORPORAL, DEL DOLOR.

El sumiso recibirá continuas pruebas de amor en forma gestual, verbal o simbólica. El insumiso recibirá rechazo o castigo.

En nuestra vida cotidiana, incluso de adultos, recibimos continuamente ese mensaje familiar de aquellos que nos rodean, sobre todo cuando no se pueden imponer sobre nosotros directamente. Son frecuentes las expresiones
• Nos haces la vida imposible.
• Nunca haces lo que hacen todos los demás. No te comportas como ellos.
• Lo que haces es ridículo.
• En Todo nos llevas la contraria. (Muchas veces ese Todo es un simple detalle).
• Tendrás que alejarte de nosotros.
• Nos dejas en ridículo ante nuestros vecinos, amistades…
Aun se va más lejos, El chantaje no solo abarca lo que se “hace”, sino también lo que se “piensa” o se “supone que no piense”.
Cuando el chantaje familiar aparece como insuficiente se desciende al peligroso nivel de lo anormal...
ERES ANORMAL
UN PASO PELIGROSO A NIVEL SOCIAL PORQUE SE PUEDE DESCENDER FACILMENTE AL NIVEL
DE
“ES UN ASOCIAL”

Thursday, June 03, 2010

मरेमोतो 1960

TERREMOTO - MAREMOTO 1961

Cincuenta años son mucho tiempo para recordar sucesos con exactitud.
El terremoto que viví en Corral en mayo de 1960,seis meses después de mi llagada a Chile y al puerto de Corral, creo que dejó en mi tan fuertes emociones que pienso no haberlo mitificado o muy poco.
Además se mitifica cuando trata uno de poner relieve a su propia actuación e impresiones, pero mi papel fue el de un simple espectador.
Lo que sí es muy probable que haya olvidado un gran número de sucesos de lo que viví y pude observar.


CORRAL
Dista de Valdivia unos 20 kilómetros algo más siguiendo los meandros del rio, en aquel tiempo, único medio de comunicación con la ciudad de Valdivia.
En 1959 cuando llegue los barcos regulares eran dos viejos naves de madera con propulsión a vapor y caldera alimentada por leña. Tenían dos clases. La primera, era arriba en el puente, tenía asientos y mesas. La segunda estaba bajo cubierta o en la bodega cerca de la caldera.
El viaje era lento, si la marea bajaba ayudaba al barco. En caso contrario el viaje era mucho más largo y podía durar más de tres horas. Los viajeros de primera jugaban a las cartas y los pobres, sobre todo en invierno tomaban mate con carne que asaban pegándola a la pared de la caldera.
El barco se detenía en tres puertos antes de llegar a Corral: Carboneros en la Isla del Rey, Niebla, Mancera en la isla de ese nombre y Corral. En ocasiones se detenía al encuentro de botes en los que desembarcaba personas y mercadería. Era un viaje lento y pintoresco, las primeras veces, luego aburrido por la monotonía y lentitud.

La fotografía que se adjunta es la de Corral devastado. Se pueden ver los restos del antiguo muelle de antes del maremoto.
En la fotografía adjunta se ve solamente la Plaza, los restos del muelle y lo que se denominaba Corral Alto. A la derecha de la fotografía, terminando esta, se ve un espolón en ángulo, la Puntilla, que era el camino que conducía de Corral Alto a Corral Bajo Este se extendía en una entrada baja en forma de U rodeada por los cerros. La anchura debía ser de cinco cuadras por diez o más de profundidad. Es evidente que esta planicie fue, no muy antiguamente, ocupada por el mar.

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LOS ALREDEDORES

Corral se encuentra frente a la desembocadura del rio Calle-Calle. Este rio formaba en medio de la bahía un banco que se llamaba de las Tres Marías
Siguiendo la costa hacía el suroeste había un camino estrecho que conducía a la playa y la caleta pesquera de Amargos. Luego ese camino subía y allí se encontraba el cementerio de
Corral . La siguiente playa se llamaba San Carlos. La costa continuaba más abrupta hasta el morro Gonzalo y después se inclinaba directamente hacía el sur. En esa costa existían dos pequeñas aldeas o caseríos de pescadores-agricultores: el Huape y Chaihuin a orillas del rio del mismo nombre que distaba unos 14 kilómetros de Corral.
Hacía el Este, bajando de Corral Alto por una larga escalera, se encontraba el muelle Francés donde se cargaba antiguamente la producción de los Altos Hornos ( La Usina) y orillando la costa comenzaba el camino que conducía a la usina, a la población de la Aguada y luego subía hasta Quitalutos donde había otra población para los trabajadores que hacían el carbón en cuatro grandes hornos de cemento. Pasada la usina estaba la subestación eléctrica con grandes transformadores y comenzaba el camino que conducía al caserío de San Juan continuando hasta llegar al fondo de la bahía que se denominaba Ensenada con otro caserío pequeño.

La isla de Mancera es una pequeña isla triangular que se encuentra bajo la isla del Rey frente a la entrada que hace la bahía hacía Ensenada. En ella existen los restos de un fuerte español que tenía la especial finalidad de cerrar son sus baterías la desembocadura del rio.

La isla del Rey no es verdaderamente una isla, aunque está parcialmente rodeada por el Calle-Calle y el rio Tornagaleones. Se extiende por la orilla izquierda del Calle-Calle desde cerca de Valdivia separada por el estero Angachilla.

A la derecha de la desembocadura del rio está el poblado de Niebla

LOS FUERTES ESPAÑOLES

Los españoles se esmeraron en defender de los piratas y corsarios el acceso a Valdivia. .
Blindaron la bahía construyendo una serie de fuertes en piedra o excavados en los riscos. Precisamente estos fuertes dieron origen a los poblados de la bahía. El fuerte más amplio era el de Corral. Además, casi en círculo, defendían la bahía los fuertes de Niebla, Mancera y pequeñas baterías en los cerros circundantes. Podían organizar un fuego cruzado bastante eficaz.
Posiblemente la defensa constaba de unos cincuenta o más cañones.

LOS ALTOS HORNOS.
Cuando llegué en 1959 los Altos Hornos de Corral estaban cerrados definitivamente. Fue una empresa francesa quien los edificó y tenían una extensión considerable. No sé exactamente cuantos años funcionaron. El acero que fabricaban era de excelente calidad ya que la fundición se hacía a base de carbón vegetal.
Probablemente cuando los bosques autóctonos, existentes antes en una gran extensión, se agotaron la empresa resultó antieconómica se cerró debido a que se tenía que importar el carbón y el mineral. Corral que había llegado a tener unos ocho mil habitantes en 1959 apenas tendría dos mil, que vivían de la pesca y el cabotaje que recibía el puerto.

LA PLAZA

La plaza de Corral era muy particular. No estaba emplazada, como sucede generalmente, frente a la iglesia y la municipalidad, sino abajo en el puerto. Era bastante pequeña. Allí se encontraba en un costado la Municipalidad, frente al mar, una compañía de Bomberos, (de las tres que existían en el pueblo), la Capitanía del puerto, la vivienda del capitán y las oficinas de las compañías navieras.

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¿Por qué estaba yo en Corral?
Tenía a mi llegada 33años. Llegué a Chile con el deseo de participar en algún Proyecto de Desarrollo Social.
Entré en Chile por el ferrocarril Transandino el 13 de noviembre de 1959.
Dos semanas después integré un equipo de belgas que se proponían crear una cooperativa pesquera y otros vagos proyectos de Desarrollo. Me integraron a este equipo porque yo hablaba francés.

No conservo recuero alguno del 20 de mayo día en que se dio el terremoto en Lota y Coronel. Pienso que yo aun me encontraba tan lejano a la concepción de lo que era un terremoto que no me impresionó o bien las primeras noticias que llegaban por las radios no captaban la gravedaa e lo sucedido. Quizá no hubo comunicaciones rádiales ese día. El caso es que no me acuerdo de nada.

Mis recuerdos comienzan el día 21 de mayo. Día claro y de temperatura suave. Creo que me despertaron los scouts marinos que recorrían las calles tocando sus pitos propios de la marina. Era feriado y me levanté tarde.
Lo que hice esa mañana fue irrelevante. Almorcé con mis compañeros y poco después llegó un grupo de jóvenes corraleños con los que comenzaba a relacionarme y me invitaron para ir a ver un partido de baloncesto en la cancha de las nuevas escuelas que se encontraban bordeando la playa de Corral Bajo.
En el camino percibí el enervante hablar de los locutores de radio que salía de las casas y que me recordaban los post bombardeos de Europa en que se enumeraban interminablemente los nombres de heridos, desaparecidos y muertos. Creo que eso me empezó a colocar en la realidad trágica, pero que siempre me era distante por darse en lugares desconocidos para mí.

Me sentía aburrido y me lamentaba para mi mismo haberme dejado convencer de venir a ver el partido de basquetbol. Los jugadores corrían con desgana. Sobre nosotros un cielo azul sin nubes y un sol, que para la época, calentaba bastante. El juego que había comenzado perezosamente hacía que el balón no llegase casi nunca a la red. Los espectadores éramos escasos, todos sentados de espalda al mar en el bajo parapeto de piedras sobrepuestas que delimitaba la cancha con la playa. Unos metros de arena sucia y un mar calmo azul-verdoso.
En la bahía amarrados a las boyas lejos de la costa dos barcos en limpieza de calderas, el Carlos y el Canelo, ambos de la compañía naviera valdiviana Haverweck. Sabía que en el muelle de la usina, el muelle francés como se le llamaba, estaba otro barco más moderno, el Santiago cargando ferraya, pero no se veía de donde estábamos.
Poco rato antes yo había dicho a mis amigos irónicamente cuando nos sentamos en el parapeto:
• ¡Cabros tengan cuidado, puede venir un remezón fuerte y hacernos caer a todos patas para arriba!
Efectivamente desde el día anterior los temblores se sucedían cada cierto tiempo. En la noche algunos fueron fuertes y precedidos de ruidos lejanos. Mis amigos por darme gusto, rieron con mis palabras. Luego quedaron en un silencio supersticioso que no querían confesar. Miraban aun con más desgana el partido.
De repente, sin ningún aviso previo, la tierra comenzó a moverse violentamente semejante a cuando se sacude una manta para hacer caer un insecto.
Todos como movidos por un resorte saltamos de nuestro precario asiento, yo tan asustado como el resto de mis compañeros. Al hacerlo levanté la vista instintivamente hacía el cerro de la Marina que tenía enfrente y con horror vi como las casa instaladas en repechos de su ladera, se bamboleaban agitadamente. Igual cosa, más abajo ocurria con los inseguros palafitos que bordeaban el camino a Amargos. Eran viviendas que apoyaban solamente la parte delantera en tierra y el resto se sustentaban en troncos que se sumergían en el agua. Aquellas frágiles casas del cerro caerían de un momento al otro y los troncos de los palafitos se derrumbarían.
Gregorio, uno de mis acompañantes, que vivía precisamente en el cerro me tomó nerviosamente un brazo y señaló descompuesto los movimientos de su propia casa allá arriba. Luego, soltándome emprendió una rápida carrera a pesar de mis advertencias que podría alcanzarle uno de los rodados que se deslizaban del cerro.
• ¡Miren el fuerte de Niebla! –gritó alguien.
Me volví hacía la bahía. La atmósfera seguía clara, pero enfrente en la lejanía, los contornos aparecían como cuando se mira una fotografía movida, el fuerte, los cerros, las casas…Aun a la distancia se veían caer rocas y desportillarse algunas almenas del fuerte. Más tarde pensaría que no debió ser diferente cuando el fuerte español era bombardeado por alguna flota.

Cuando empecé a recordar estos sucesos no alcanzaba a comprender como pude captar tantas y diversas imágenes mientras atemorizado, con las piernas abiertas trataba de mantenerme en equilibrio igual que hacía escasos meses me sucedía en la cubierta del barco en los momentos de mar gruesa. Mi mente observaba, a pesar del miedo, todo con claridad y calma.
Estaba consciente del peligro allí mismo donde me encontrabas viendo oscilar una gran chimenea perteneciente a las escuelas. Calculé si siendo tan alta alcanzaría o no el centro de la cancha donde me encontraba.
Los remezones de la tierra se calmaban por momentos para recomenzar enseguida con mayor violencia. Casi todos los que estaban en la cancha habían corrido hacía sus hogares cercanos o lejanos. Solo quedaban junto a mi unos jugadores y el viejo árbitro.
Aquello era una interminable pesadilla. No sé, si entonces o más tarde, me imaginé estar en el dorso de un gigantesco cetáceo que intentase librarse de los parásitos al despertar de algún milenario sueño.

¿Qué había ocurrido en las calles que estaban más allá de la escuela? Miré. En la calle que tenía enfrente de mí, que se extendía hasta el pie de los cerros del fondo, pude ver unas cuantas casa que se habían deslizado de sus basas hacía el centro de la calle. Estaban corridas pero intactas. Entre ellas dos derrumbes de astillas. Yo sabía muy bien que pertenecían a casas abandonadas y verdaderamente de maderas podridas. Lo curioso es que eran pequeñas astillas.
Durante una de las pausas empecé a caminar por una de aquellas calles, pero al renovarse las sacudidas temí ser aplastado por alguna de las casas que se pudieran derrumbar y volví a la despejada cancha.
Esperé un nuevo momento de cierta tranquilidad y decidí dirigirme a la Puntilla, llegar a la Plaza y saber que era lo que había sucedido con la casa en la que vivíamos. El camino estaba sembrado de postes caídos y cables. Temí que la electricidad no hubiese sido cortada y el peligro que eso significaba. Apenas alcancé la Plaza cerca del muelle y los temblores recomenzaron. Todo estaba sembrado de vidrios de las casas y de la capitanía del puerto que se encontraba al comienzo del muelle.
En la Plaza se encontraban muy pocas personas. Pregunté a una señora. si acaso aquella plaza era un relleno ganado al mar. Yo temía mucho las grandes grietas que había leído en narraciones se abrían tragando personas y vehículos. Ella opinaba que si era un relleno. Decidí volver a la cancha de la escuela lugar que parecía más seguro. Retrocedí.

Tengo que explicar que bajando de la Puntilla hacía Corral Bajo había un esterito sobre el habían construido un pequeño puente de madera en arco semejante a los puentes japoneses. Al otro lado del puente comenzaba la Feria o mercado. Era muy curiosa porque sobre cada puesto habían edificado algunas piezas donde vivían los feriantes dueños del puesto.
Al enfrentarme con el puente un grupo d despavorido de personas y perros corrían hacía mí gritando:
• ¡Salida de mar!
Yo no entendía nada, pero bajé casualmente la vista hacía el estero y vi que el agua en vez de correr hacia abajo, corría hacia arriba y sentí que algo muy malo estaba sucediendo.
De nuevo desanduve el camino y volví a la Plaza. Llegando escuché gritos que venían del
extremo del muelle en el que un marino gritaba hacía la motonave de madera Prats haciendo señales para que no se acercase al embarcadero. Probablemente esas eran sus
ordenes pues el capitán del puerto juzgaría que el mar era más seguro en aquellos momentos que la tierra firme. Yo casi pensaba lo mismo.

En la lancha Prats se veía a los pasajeros arremolinados junto a la timonera probablemente discutiendo con el capitán .Se escuchaban las voces y entre ellas la más fuerte del cura de Corral que también venía en ella. Al final, la lancha atracó al muelle y los pasajeros precipitadamente subieron por las escaleras, los últimos de ellos chapoteando en el agua que empezaba a cubrir el muelle. Todos corrieron hacía Corral Alto y yo les seguí hasta el gran balcón natural al pie del cerro Milagro. Desde allí se veía casi toda la bahía.
Habían llegado allí bastantes personas que miraban aterrorizadas lo que estaba sucediendo. Pronto me día cuenta que en la aparente calma del mar se notaban fuertes corrientes. Ya que algunas casas habían flotado y se movían con rapidez. Lo más impresionante era la Compañía de Bomberos la que estaba frente a la Plaza, que flotaba y alguien (luego supe que el cuartelero) sobre ella tocaba desesperadamente a rebato la campana.
La riada de gente procedente de Corral Bajo empezó a engrosarse subiendo por la empinada calle que corría al lado de la Iglesia. Ancianos apoyándose en otras personas, madres rodeadas de racimos de niños tomados de las manos o agarrados a sus polleras. Seguía temblando bastante seguido.
Pensé por un momento que en el voladizo en que estábamos se encontraba sobre una gran caverna debajo de nosotros y que a pesar de ser de sólida roca en uno de aquellos temblores podía derrumbarse y todos nosotros con ella. Así que traté de convencer a las gentes que subiesen hacía el cerro tomando el callejón abrupto del cerro Milagro:
• ¡Adelante! ¡suban al cerro! ¡este lugar puede ser peligroso!
Algunos obedecían, en otros la curiosidad superaba al miedo.
Cuando me puede concentrar de nuevo en lo que pasaba en el mar, vi como este se retiraba rápidamente, arrastrando con él cuanta embarcación había en la bahía y las casas que estaban flotando. Los dos grandes barcos eran tironeados de sus amarras en las boyas.
Entonces alguien empezó a señalar hacía el centro de la bahía. Miré y vi como una muralla de agua coronada de espuma que cerraba el horizonte de lado a lado de la bahía avanzaba desde el mar abierto. Me pareció muy alta y temí que nos alcanzase aunque estábamos aproximadamente a unos veinte metros o más sobre el nivel del mar. Me volví y corrí hacia el callejón que subía al cerro. Miraba con susto las altas paredes de tierra a cada lado sabiendo que en un momento uno podía verme sepultado por rocas, tierra y parte de las mismas casa que a cierta altura estaban como colgadas del callejón.
Llegado bastante arriba a una parte más despejada, la bahía se podía ver de nuevo. La ola había avanzado mucho. Una sacudida brutal hizo gritar a las gentes que me rodeaban y que rompían en oraciones, llantos y gritos. Hubo un instante que todos se callaron y vi como la gran ola embestía las casas de Corral Bajo, empezando por las escuelas donde hacía poco yo había estado. Todo fue empujado por la inmensa masa de agua hasta estrellar en confuso revoltijo ocho o diez cuadras de casas y pulverizarlos contra los cerros del fondo. Aquello parecía una caldera hirviente de de agua gris y enormes restos.
Las amarras de los barcos habían reventado y estos, como cajas de fósforos, eran arrastrados vertiginosamente de un lado a otro de la bahía con ruidos sordos en sus choques con las rocas.
Paralogizado por la catástrofe no sé como volví a la realidad, quizá fueron los gritos y gemidos de las gentes que me rodeaban. Mujeres que se tiraban del pelo llorando histéricamente, hombres que parecían estatuas de piedra en un rictus de angustia desesperada.
Todo había sido demolido en instantes como aparecían esos sucesos en las películas de la época. Ahora un agua sin espuma se volvía a retirar a gran velocidad en un extraño silencio. En esa agua flotaba una espesa capa de maderas y desechos. Algunas casa mutiladas que boyaban en aquella espesa sopa de aquelarre como grotescas embarcaciones que el mar en su gigantesca resaca chupaba hacía las profundidades. Lo que era peor es que en el techo o ventanas de aquellas viviendas aparecían, a veces, lejanas figuras gesticulantes que unos y otros, arriba mi lado, iban ubicando con grandes gritos de asombro y desesperación.
Desesperación e impotencia por no poderles auxiliar, cosa imposible aunque no hubiéramos estado tan alejados.
Entre el grupo que me rodeaba iba aumentando la confusión. Aquellos que lloraban confesaban a gritos sus pecados y se golpeaban el pecho, asegurando que sus pecados eran la causa de todo aquel espantoso castigo y que eran sin duda los momentos próximos del fin del mundo. Un hombre joven señalaba su casa que estaba siendo arrastrada y mostraba las llaves de ella en su mano. No me acuerdo que es lo que dijo
Yo poco creyente, a pesar de estar también anodado, en forma alguna relacionaba aquella catástrofe con Dios ni con los pecados. Mi mente se decía un poco brutalmente que bien pronto la mayoría olvidaria su arrepentimiento tan pronto como se sintieran a salvo y solamente en aquel momento deseaban hacer un buen negocio con Dios.
De nuevo los potentes ruidos huecos que procedía de la lejana bahía me hicieron tratar de explorar el mar. Los barcos. Las lanchas grandes vacías o cargadas, rotas todas las amarras llevadas por las corrientes, se movían en una alucinante danza. Primeramente el Carlos fue lanzado contra la “puntilla” del camino a Amargos, chocando contra el cerro. El Canelo era arrastrado hacía la Usina y los altos Hornos de la Aguada. Creo que todos quedamos crispados a la vista de aquellos grandes barcos zarandeados como barquitos de papel. Esperábamos que en cualquier momento se volcasen o, despanzurrados por una roca, se hundirían a nuestra vista. Todos sabíamos que sus tripulaciones estaban, casi completas a bordo aparte de algunos estibadores y las gentes que traficaban en forma diversa con los tripulantes. Era la más desesperada tempestad sin viento, lluvia y con el cielo azul de un día de invierno. Creo que los barcos querían enderezar un poco su rumbo, quizá para hacer frente a las corrientes, pero era inútil, porque ambos estaban reparando las calderas y solamente podían tratar de ayudarse inútilmente con el timón.
El barco que parecía tener cierto éxito era el Santiago. Había sido arrancado del muelle Francés donde estaba amarrado cuando la ola lo hundió totalmente. El barco estaba ya listo para zarpar, solamente esperaba a su capitán y oficiales que almorzaban con el capitán del puerto...
No era un barco a vapor como los otros. Sus máquinas funcionaban bien y podía poner proa a las olas. Finalmente consiguió salir de la bahía y alcanzar la alta mar
Las otras embarcaciones fueron desapareciendo de nuestra vista sin que supiésemos si se habían hundido, el mar las había arrojado hacía la Ensenada o bien se habían varado en lugares fuera de nuestra vista.
Solamente días después supe que estas suposiciones fueron ciertas. Algunos de los que me rodeaban afirmaban haber visto como ciertas embarcaciones se hundieron. Era difícil observar muchos detalles de lo que ocurría allá abajo en la bahía.
Un viejito habló por primera vez y dijo:
• Esto no es nada. Vendrá una tercera ola y después otras muchas más, algo menores. Yo he visto estas cosas. Nada va a quedar.
Miramos incrédulamente al viejito arrugado. Nadie comentaba su afirmación, pero yo me preguntaba donde podría haber adquirido aquel conocimiento. En ese momento subían un nuevo grupo de personas hacía donde estábamos. Entre ellos venía el comandante Bustos capitán del puerto de Corral. Iba rodeado de los marinos de los barcos que hacía pocas horas habían estado almorzando en su casa y cuyos barcos estaban hundidos o, como el Santiago, en alta mar.
Algunos le preguntaron:
• ¿Capitán, vendrá otra ola?
• Si, afirmaron varios de los marinos. En los maremotos suelen ser tres grandes olas y otras menores. Muy pronto llegará la tercera ola.
Todos quedamos asustados. Quizá inseguros de que una tercer ola pudiese llegar hasta donde estábamos, lo cual era disparatado, pero en esos momentos uno pasa por momentos de incongruencia. Una ola que llegase hasta la altura del cerro donde nos encontrábamos si hubiera significado el famoso fin del mundo o algo semejante.

Pensé inmediatamente en las condiciones en que habíamos quedado la multitud de personas que nos habíamos salvado. Estábamos en una especie de isla. Corral no tenía comunicación con Valdivia la ciudad más próxima, sino por medio de embarcaciones que bajaban por el rio Calle.Calle. Era evidente que, aun suponiendo días de calma, ignorábamos las condiciones de catástrofe de la misma Valdivia Era probable que no llegase ayuda y víveres en una o dos semanas. Todas aquellas personas queme rodeaban tenían solo habían quedado con lo que llevaban puesto en sus cuerpos además necesitarían comer. Era posible que en los escombros dejados por la ola al retirarse se pudiesen encontrar víveres utilizables. Por otro lado arriba en el cerro de Quitalutos se encontraba una población abandonada cuyas casas se encontraban aun en relativa buena conservación. Esa población había sido construida por los Altos Hornos para el servicio de los hornos para la fabricación de carbón vegetal que era con lo que trabajaba la fundición. La gente, al menos, estaría bajo techo.
Todo lo anterior se me vino de golpe al pensamiento, quizá porque en el fondo yo era el menos traumatizado dado que no había perdido ni familiares, ni amigos y que aun no tenia, ni mis pertenencias.
Me dirigí a los hombres y jóvenes que estaban cerca de mí y les dije:
• Bajemos a Corral antes que llegue la otra ola. Quizá han quedado víveres que se puedan utilizar en las ruinas de los comercios.
En realidad era una tontería, pero fué lo único que se me ocurrió. Fácilmente convencí a una docena de personas y nos dirigimos decididamente cerro abajo en una operación arriesgada y sin destino.
En la bajada vi algo sobrecogedor. Afuera de una de las viviendas habían colocado una mujer muy anciana que parecía próxima a expirar de consunción. La mujer tenía un extraño temblor que agitaba todo su cuerpo continuamente y trataba de levantar la cabeza patéticamente sin conseguirlo. Parecía un esqueleto con vida sentado en una silla.

Descender no era tarea fácil, íbamos contra corriente abriéndonos paso en la espesa columna de personas que subían un poco tardíamente a refugiarse en el cerro. Les dije también que podrían refugiarse en las viviendas de Quitalutos si se apresuraban, pero creo que pocos me hicieron caso. Al menos, pensaba yo, que tratasen de refugiarse buscando los pequeños esteros para disponer de un poco de agua para beber.
Nadie parecía comprender cosas que eran obvias y de sobrevivencia. El único que deseaba hacer algo era el viejo y obeso sargento jefe del retén, abierto a recibir cualquier orden pero sin ninguna iniciativa. Como vi que todo era inútil corrí detrás de mis compañeros que descendían hacía Corral.
Cuando llegamos al balcón natural al pie del cerro echamos un vistazo a la bahía. Cuando mis compañeros vieron la destrucción y desolación perdieron todo el empuje y se mostraron irresolutos. En efecto, se veía un informe amasijo de restos de varios metros de altura. La mayoría se dispersó. Yo con tres o cuatro bajamos sin mucho entusiasmo por la calle Condell al costado de la iglesia. Un poco más debajo de la iglesia comenzaban los escombros de las casas arrasadas, masas de maderas, latas de techo, árboles destroncados que nos hacían muy difícil el avance. Había que trepar sobre aquel amasijo de materiales destrozados cortantes y con fierros de todos tipos puntiagudos y cortantes. Solamente un joven que me acompañaba con gruesas botas trepó rápidamente y se alejó. Instantáneamente calculé lo difícil y arriesgado que sería si nos internábamos mucho, para poder huir sobre todo aquello. No podríamos cargar prácticamente con nada en el caso que se encontrase algún alimento tal como algunos tarros de conservas.
En ese momento surgieron a mi derecha, escalando las ruinas, tres hombres que cargaban dificultosamente un somier de cama despanzurrado sobre el que yacía un bulto informe, amasijo de barro y trapos. De una cara irreconocible emergía una lengua enorme y tumefacta.
Los hombres me dijeron que era el viejito que vivía en la esquina sobre la puntilla y que arrastrado por el agua había sido estrangulado por unos cables eléctricos caídos. Los hombres continuaron con su ominosa carga no sé hacía donde.
Trepando por los restos con dificultad pude llegar al principio de la calle allí donde comenzaba Corral Bajo Entre algunos como pasajes que había entre las ruinas se movían algunas personas que no se si buscaban personas o cosas. Los desechos alcanzaban un mínimo de tres metros de altura. La gente se gritaba sin verse, ignoro si para tratar de ubicarse o para no perder el contacto Estaba ya muy próximo a anochecer, aunque no eran más de las cinco de la tarde.
Indeciso y desorientado me preguntaba que objeto tenía seguir por allí cuando se elevó un grito persistente que venía de lo alto:
• ¡La Ola! ¡Viene la olaaaaaaa!.
Me hice eco del grito, gritándolo a mí vez con todas mis fuerzas hacía las ruinas encorvadas y lejanas:
• ¡Viene la ola! ¡Corran!
Se lo grité con angustia a un niño cercano que bebía ansioso una botella de cerveza escarbada entre las ruinas de un expendio que estaba a mi izquierda. Lo volví a gritar a las figuras lejanas que torpemente trataban de huir entre las ruinas.
Entonces yo mismo huí. No era muy difícil porque apenas me había internado en el laberinto. Nos reunimos varias personas que nos dirigimos hacía la plaza de la iglesia. Nos detuvimos brevemente en el balcón al pie del cerro, pero la bahía estaba ya muy sombría y no se distinguía gran cosa. No quise esperar más, porque podía ser peligroso, aunque comprobé que la segunda ola solamente había salpicado la calle de espuma.

Apenas había salido del cajón en pendiente que conducía al cerro cuando escuché el estampido de la embestida de la tercera ola. Me paré y tuve la tentación de desandar el camino. Metros más abajo me encontré con un grupo de gente que subía:
• Ya no queda nada, me dijeron. La ola se ha llevado todo lo que quedaba. Barrió hasta los escombros.
Ya arriba, al borde del camino estaban muchas personas sentadas o en pie. Los hombres silenciosos, las mujeres llorando quedamente o murmurando incoherencias. Sin duda eran de los que habían perdido todo. Me encontraba de repente con un pequeño grupo cansino que subía creo que sin rumbo. Finalmente indeciso me senté como los otros al borde del camino sin saber, yo mismo qué hacer. Estaba ya casi oscuro. Me encontraba muy cansado y conversé con los más cercanos. Ellos me contaron que el vapor Canelo había sido arrastrado rio arriba y que algunos decían haberlo visto fuertemente escorado y atravesado en medio del rio. El Carlos, finalmente, se había hundido en medio de la bahía y solamente emergía el puente y los palos. Creían que estaba sobre el banco de arena de las Tres Marías. El Santiago en un momento quedó sentado sobre la subestación eléctrica que estaba frente a los Altos Hornos, la Usina, pero consiguió hacer frente a las corrientes y se perdió de vista hacía alta mar.
Todos opinaban que la ola tuvo que entrar en las quebradas del fondo de Corral Bajo y en la del Boldo. Posiblemente con menos fuerza, pero sería indudable que las casas que bordeaban los pequeños cañones debían haber sido igualmente destruidas.

Había caído completamente la noche. Aun subían y bajaban algunas personas. Pocas con linternas eléctricas. Se decía que en Corral Alto y los cerros, como en el que estábamos, los daños habían sido escasos
Las casas bien construidas resistieron, únicamente algunas muy viejas o con problemas estructurales se derrumbaron. Con la tranquilidad los frecuentes temblores parecían más violentos. Algunos llegaban precedidos o seguidos de roncos ruidos subterráneos. Yo, como la mayoría, aun a sabiendas que nuestras casas estuvieran en pie, no deseábamos acercarnos al mar temiendo una nueva embestida en cualquier momento y en la más completa oscuridad. Pensé que tenía que buscar en el cerro un lugar un poco más abrigado. Cuando amaneciera bajaría y trataría de calibrar la situación. Me incorporé y empecé a descender. No bajé mucho.
Un grupo de sombras estaban cerca encendiendo una hoguera con tablas arrancadas a un cerco. Les ayudé a juntar combustible. Friolentos nos apretujamos alrededor del fuego. Yo tenía un jersey, una casaca y sandalias, pero el frio no era intenso. Dos mujeres estaban juntas enrolladas en una frazada. Reconocí algunas personas que conocía solamente de vista. Estaba allí una profesora de la escuela parroquial con su padre y hermana. Hablábamos, pero no recuerdo de qué sería el tema. Callábamos tensos con los ruidos subterráneos y los temblores. Probablemente la mayoría temíamos que se abriese en la tierra una de las fatídicas grietas nos tragase. En los cerros y cañadones vecinos se escuchaban temerosos y continuos aullidos de perros, gritos de personas que se llamaban a la distancia o gritos que terminaban en una especie de sollozo que sonaba desgarrador.
Más allá del pequeño círculo que iluminaban las movedizas llamas de nuestra hoguera la oscuridad era absoluta. Noche sin estrella alguna. En la lejanía las lucecitas de otras pequeñas hogueras. Cada temblor hacía prorrumpir a las mujeres que estaban con nosotros en exclamaciones o plegarias.

Después de tantas horas de tensión me sentía como narcotizado. Encontré cerca unos pedazos de tabla donde me acomodé haciéndome un ovillo. Temía, sobre todo, la humedad de la tierra. Un desconocido me alcanzó un chalón en el que me envolví y otro un mendrugo de pan. Me acurruqué y dormí despertando continuamente por los sollozos de la hermana de la profesora. Escuché entonces entre sus gemidos que su marido pertenecía a la tripulación del Canelo como cocinero.

Al filo de la madrugada pasó junto a nosotros uno de los marineros del Carlos, preguntando si alguien sabía qué había sucedido a sus familiares. Respecto a la tripulación de su barco opinaba que se habían salvado casi todos excepto los cuatro que intentaron huir en un bote salvavidas al que el mar aplastó contra el casco del buque y ellos desaparecieron, los daban como ahogados.
Cuando se tranquilizó un poco el mar después de la tercera ola, ya de noche decidieron echar al agua la balsa de aluminio lo único de salvamento que les quedaba. Los remos, faltos de chumaceras, tenían que ser sujetado con los pies de dos hombres cada uno y lo peor es que solamente se podían guiar en la oscuridad completa por la intuición y el ruido de la rompiente, ignorando si las olas que golpeaban eran peligrosas o no. Por fin consiguieron varar ene alguna parte y tanta había sido la tensión que alguien preguntó tontamente:
• ¿Qué hacemos ahora con la balsa?
Todos rompieron a reír y llorar. Se dieron cuenta que se habían salvado. Otro tuvo ánimo para decir:
• ¡Llévatela a casa, si quieres!
El marinero que nos contaba estas cosas no estaba exento de angustia. Permanecía con nosotros porque necesitaba desahogarse un poco. En esos momentos ignoraba completamente que había sido de su familia, si los suyos estaban en el cerro o muertos.
Nos dejó y se internó en la oscuridad, preguntando sin duda en cada grupo si alguien le podía dar noticias de sus familiares.

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Mis recuerdos y notas que tengo me han permitido, en los párrafos anteriores, hacer una descripción de lo que viví ese día. Lo que escribiré posteriormente se trata de solamente recuerdos de los días posteriores al tsunami.
Su orden aproximadamente cronológico. Es posible que algunos de los hechos se encuentren un tanto deformados por la antigüedad de cincuenta años, aunque para mí muchos, aun me parecen muy vivos.


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Cuando amaneció bajé a Corral. Efectivamente nuestra casa que se encontraba sobre el fuerte español no había sufrido daño alguno.
La ola parece que solamente salpicó el piso del fuerte y nosotros estábamos unos dos metros sobre él.
Lo que me llamó mucho la atención es que el mar estaba sin el menor rizo ni ola. Parecía como aceitoso, completamente calmo. No sé si en esa ocasión o más tarde alguien me dijo que el mar estaba así porque pedía perdón.
No recuerdo lo que hice aquel día. Pienso que exploré un poco con precaución y cambié impresiones con la personas de mi equipo y me enteré de sus propias experiencias.
No habían quedado embarcaciones utilizables. Estábamos aislados completamente de Valdivia.
En ese tiempo las radios a pila eran escasas y después de la catástrofe solamente quedaron dos en el pueblo. Por ellas supimos confusamente y en retazos algo de lo que sucedía en Valdivia y en el resto del país.
Llegada la tarde decidimos ir a dormir al cerro de nuevo, esta vez llevando algo de ropa. No sé si alguien quedó en la casa, creo que no. De esa segunda noche no recuerdo nada ni del día subsiguiente.

Al tercer día empezó a llover con fuerza. En un momento me dirigí a la iglesia y en el camino me encontré con un espectáculo que nunca he olvidado. Las gentes que habían subido a Quitalutos, probablemente por la falta de alimentos, estaban bajando. Eran personas que el maremoto había sorprendido vestidos para un día de fiesta. Las mujeres con zapatos de taco alto . Esas personas que bajaban del cerro estaban empapadas y embarradas. Sin duda para evitar el camino carretero muy largo que llegaba a la Aguada, tomaron las bajadas de arrastre de leña, sumamente abrupto y resbaladizo por la lluvia. Muchas debieron caer y resbalar. Venían descalzas casi siempre llevando como única cosa de valor sus zapatos en la mano. Eran gentes todas que trataban de ubicar entre la lluvia la casa de un compadre, un amigo que las quisiese cobijar. Muchas desesperadas se agrupaban cerca de la iglesia que aparentemente no había sufrido daños. Aparentemente, porque meses después, se supo que corría riesgo de caer y se emprendió una larga reparación. De todas maneras muchas personas encontraron refugio en la parte que servía como escuela y no recuerdo si dentro mismo de la iglesia que era muy espaciosa.

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En esos primeros días llegaron a nuestra casa personas por ayuda, entre ellas una mujer pidiendo si teníamos unos zapatos para darle. No teníamos si no los puestos. Yo la vi tan terriblemente acomplejada por su descalcez que decidí darle mis sandalias argentinas que era lo que tenía. Yo mismo quedaría descalzo por un tiempo, pero no me importaba. Incluso deseaba la experiencia. Afortunadamente el calzado era de su tamaño.

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Un enorme lanchón cargado de sacos de carbón vegetal fue arrastrado hasta los cerros que estaban al fondo de la Aguada. El maremoto lo hizo atravesar entre medio de la Usina más de un kilometro y lo dejó allí varado sin que se diese vuelta o perdiese la carga.
No recuerdo quien se hizo cargo de la autoridad en el pueblo, creo que fue el Delegado o quizá el Alcalde. Esa Autoridad hizo saber que se le entregaría un saco de carbón a cada familia que fuese a buscarlo.
Yo decidí ir en nombre del nuestro Equipo.
Partí en la mañana pero cuando descendí de Corral Alto hasta donde comenzaba el camino de la Aguada, algo de un kilometro hasta llegar a la Usina, una franja al borde del mar por donde habían corrido las vagonetas que llevaban la carga de lingotes y planchas hasta el muelle Francés, aquello era un inmenso revoltijo de rieles, vagonetas destrozadas, fierros de todos tamaños, alambrones… Aun ahora no sé como caminando descalzo sobre y entre todo aquello no me herí, sobre todo a la vuelta cargado con el saco que debía pesar unos veinte kilos.
Llegado al camino que iba a la Aguada y subía a Quitalutos estaba bastante despejado de fierros pero había pedrejones caídos del cerro que lo bordeaba por el lado izquierdo.
Me dieron el carbón y esto fue la salvación como para todos y nos permitió cocinar y calentarnos los primeros días.

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En Corral existía una única panadería. Propiedad de un español que llegó muy pobre a servir al dueño anterior de la panadería, también español. Este, al morir sin familia, se la dejó a su trabajador en propiedad. Cuando llegué a Corral la panadería era prospera. El español tenía una hija única a la que pudo dar estudios y que próximamente se iba a casar. La fecha del casamiento se fijó para la víspera del 21 de mayo. El novio era un contador que vivía en Concepción.
Yo estaba invitado a la boda. No fui por timidez, ya que no conocía a casi nadie de los que asistirían y porque no tenía ropa adecuada para una fiesta El día de la boda fue elegido para inaugurar el nuevo horno eléctrico que habían importado de Italia. Una gran avance de prosperidad para la panadería.
La fiesta fue muy concurrida. La novia recibió muchos regalos. Al día siguiente, día del maremoto, los recién casados partieron en el primer vapor para su luna de miel. Equipaje y regalos quedaron embalados para el traslado a Concepción.
La casa donde estaba instalada la panadería era amplia, bien construida y de dos pisos. Abajo la panadería, arriba la habitación de la familia.
La primera subida del mar hizo flotar la gran casa y la arrastro hasta la orilla de la playa, donde la depositó. La casa quedó bastante inclinada. El hermano del dueño que se había emborrachado dormía en el segundo piso. Se despertó. Trato de salir, pero las puertas estaban trabadas. Consiguió abrir una ventana o romperla y se deslizó hasta el piso por una de las tuberías de evacuación de la lluvia. Así se salvó. El padre de la novia también se salvó.
La segunda ola destruyó la casa con el resto de Corral Bajo. Todo se perdió.
Días después el español sumamente deprimido me contó que solamente recuperó una rueda de carretilla y un pedazo de luma que le habían regalado y coció en aceite para hacer una garlopa. Me regaló ese pedazo de madera y yo construí una garlopa que utilice durante muchos años. Yo en cambio le regalé mi maleta, pues su hija se lo llevaba a vivir con ella. De todos los habitantes de Corral con quien entonces tuve contacto era la persona más triste y deprimida que conocí.
Meses después me enteré que su familia para darle una actividad le montaron un pequeño negocio, pero no pudo superar su depresión y un día lo encontraron ahorcado.

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El Carlos, el barco que se hundió en medio de la bahía estaba cargado de harina y durmientes de madera para el ferrocarril.
Al día siguiente empezaron a flotar poco a poco los sacos de harina y la marea los llevó a la playa. Las gentes del cerro de la Marina, que no habían sufrido los efectos del maremoto, bajaban temprano en la mañana para aprovechar la tela de los sacos que entonces se denominaba osnarburgo. Lo grave del asunto es que los quintales al flotar se humedecían unos centímetros de espesor y ello implicaba que la mayoría de la harina debido a esa capa mojada quedaba intacta y aprovechable. La gente que deseaba la tela que utilizaban de ordinario para hace sábanas e, incluso ropa interior, derramaban la harina en la tierra. Cuando se supo lo que hacían se organizaron para recuperar los quintales y mucha gente comimos de esa harina.
Muchos días después, cuando hubo botes, se hacían viajes para salvar lo que se pudiera de las bodegas del Carlos y se empezaron a pescar los pesados durmientes utilizando largas pértigas con los que se ensartaban y subían a los botes. La empresa naviera pagaba por esta recuperación.

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Mis compañeros me pidieron que hiciese un viaje recorriendo la costa para ver lo que había sucedido con la gente que vivía cerca de la orilla.
Recorrí la playa y los alrededores empezando por el camino que al pie del cerro de la Marina conducía a la caleta de Amargos.
Las casas palafito que bordeaban el camino y algunas que estaban pegadas al cerro habían desparecido completamente. Llegando a la playa de Amargos el estero donde lavaban las mujeres y sus grandes piedras había cambiado completamente. El hotel era un montón de ruinas. Muchísimos de los eucaliptus que estaban en el lindero de la playa, ahora estaban cerca de borde del mar. Resistieron bastantes y otros estaban desarraigados. Las viviendas de los pescadores del lado sur habían sido borradas. Solamente permanecían las de arriba de la cuesta y camino que conducía al cementerio y a San Carlos. Al otro lado de la cuesta comenzaba a orilla del mar una barrera de desechos casi continua. Tendría algo más de dos metros de altura. Eran maderos y restos de todo tipo. Más tarde cuando las personas de los alrededores empezaron a tratar de recuperar lo que pudiera servirles, me contaron que se encontraron con las más variadas cosas, incluso en buen estado. Menaje, mercaderías piezas de tela completas… procedentes de los almacenes de Corral,
Encontré más allá de San Carlos arranchados en unas casas del alto las personas que vivían en las cuevas del Morro Gonzalo. Antes del maremoto fui a conocer como vivían aquellas gentes de que me habían hablado. En el morro existían grutas que eran secas y estaban a cierta altura sobre el mar. Si bien las gentes que las habitaban eran pobres, no eran miserables. Las grutas estaban cerradas con tablas y puertas. Se trataba de pescadores y mariscadores. Entre ellos estaba la familia de un ciego.
Después del maremoto las cuevas bajaron de altura sobre el nivel del mar y no solamente habían sido temporalmente invadidas por las aguas, sino que llegaban a ellas las mareas y eran inhabitables. Entonces me confirmé que como empecé a sospechar la tierra cercana al mar había bajado bastante en algunos puntos, al menos donde no existían sólidos cimientos rocosos.

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El equipo de belgas con el que yo vivía aportó fondos para construir algunas embarcaciones tipo ballenera que eran los botes de vela más comunes en Corral. No me acuerdo cuantos días se tardó en reunir los carpinteros de ribera, los materiales y todo lo necesario. La construcción se organizó al aire libre en la plaza frente a la iglesia. Se construyeron unas nueve balleneras de nueve metros de manga. Ahí aprendí algo sobre la construcción de estas embarcaciones.

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Creo que estuvimos absolutamente aislados de Valdivia una semana. La primera embarcación que llegó a Corral fue el Tocho. Un pequeño remolcador de madera. Este remolcador, como los otros que se hundieron, se utilizaban para remolcar hasta Valdivia los lanchones (hechos con cascos de pequeños buques desguazados) donde los barcos que llegaban y salían de Corral movilizaban sus cargas. Generalmente estas cargas que llegaban eran sobre todo trigo para los molinos de Valdivia y mercadería diversa. Cargaban harina, madera, carbón vegetal…
El Tocho descendía por el rio sin lanchones volviendo de Valdivia. El capitán advirtiendo que algo estaba sucediendo mal, optó por hacer entrar el remolcador en uno de los afluentes del Calle-Calle y allí pudo aguantar la subida de del agua. Nunca supe en que condición quedó, pero, si sufrió alguna avería, no fue importante y llegó días después a Corral. Era una embarcación de motor, pero podía llevar pocos pasajeros así que se utilizó para movilizar a las Autoridades y a los enfermos graves.

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Creo que el primer lanchón con ayuda para los damnificados llegó unos diez días después del terremoto. Traía alimentos, ropa… era un lanchón grande. No recuerdo si lo trajo el Tocho o un remolcador más poderoso. Lo consiguieron arrimar a la orilla de la plaza. Colocaron tablones para que los estibadores desembarcasen las mercaderías. Ellos estaban allí en fila frente al lanchón, pero ninguno se movía. Parece ser que uno de los dirigentes discutía con la autoridad del momento quien pagaría la descarga. No llegaron a ningún acuerdo. Estábamos muchos cerca para ayudar. En vista que los profesionales del desembarco no hacían nada, nosotros empezamos a descargar a pesar de nuestra impericia. Recuerdo esto muy bien porque fue la última vez que cargué un saco de ochenta kilos. Creo que fue un hecho vergonzoso y mezquino el de los estibadores.

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Yo seguía descalzo. Eso no me molestaba mayormente, pero me daba una cierta vergüenza.
Solamente los días de helada, cuando tenía que ir a la costa era algo duro y evitaba pisar la escarcha.

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El responsable de mi equipo me preguntó si quería unirme a un grupo de carpinteros contratados por la municipalidad para construir algunas casas para los pescadores de Amargos.
Acepté con gusto porque era la posibilidad de aprender algo de construcción además yo tenía un equipo completo de herramientas de carpintería y mueblería.
Me uní al grupo y construimos seis casas con restos recuperados del maremoto. Eran casas pequeñas y sólidas.

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Semanas después me pidieron que tratase de reconstruir una pequeña casa que se había caído en el cerro Milagro, ya bastante arriba. Donde vivían dos ancianos casi impedidos. El problema era que tenía que trabajar sin ayuda de otra persona. Yo quería poner en práctica mis nuevos conocimientos en construcción y acepté. Tuve que desmontar parte de lo caído y luego remontarlo. Era lo que se llama una media-agua, por tener un techo de una sola pendiente. No recuerdo bien si la terminé o bien por falta de materiales dejé solamente la estructura montada.
Unos vecinos cercanos fueron muy simpáticos conmigo, me convidaban para tomar té acompañado de algún huevo pan.

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Algunos pequeños botes fueron reparados y los encontraron varados en buenas condiciones bastantes días después del maremoto.
Las goletas de los pescadores quedaron totalmente inutilizadas, pero una de ellas parece que estaba en Valdivia o en otra parte y se salvó. Su capitán se llamaba Baeza y era joven. Se podía contar con ella para algunas cosas de traslado de damnificados. Tenía motor.

La condición de las personas que escaparon del las cuevas del morro era de “allegados” en casas de los alrededores mientras se construían alguna choza o buscaban albergue en otra parte. Los más desamparados era la familia del ciego. Las casas de la Aguada, detrás de la Usina y estaban en parte desocupadas así que conseguimos una para la familia del ciego que contaba con varios niños. La mujer que era mariscadora no podía hacerlo ya debería encontrar algún tipo de trabajo en Corral.
Conseguimos que la goleta de Amargos aceptase hacer el traslado. Yo iría a buscarles. Por alguna razón la goleta no pudo hacer el viaje en la mañana. Partimos en la tarde. Buscamos una caletita cerca de la casa en que estaban albergados y se empezó el traslado de sus enseres y la carga de la goleta. No era un trabajo fácil porque la casa estaba algo lejos y la goleta mal fondeada. Me dí cuenta que íbamos a llegar muy tarde a la Aguada, pero no se podía ya hacer nada. Es cierto la gente de los alrededores ayudó con buena voluntad.

Llegamos a la Aguada anocheciendo. La goleta no se pudo acercar a la playa porque la marea estaba baja. Los que teníamos que hacer el desembarco nos tuvimos que echar al mar que nosllegaba casi a la cintura. El agua estaba bastante fría y el fondo era de rocas sueltas de pequeño tamaño, así que difícil de pisar descalzos, pero no teníamos otra opción. Primeramente hubo que pasar al hombro a los pasajeros. A mí me tocó la mujer que llevé a la espalda y creo que algún niño. Después la carga que dejamos amontonada en la orilla. La mujer con los niños empezaron a acarrearla hacía su nueva casa que estaba como a un kilómetro o cosa así. Nunca pensé en que en el fondo marino que pisaba podía encontrarse fierros o alambrones que nos herirían. Tuvimos suerte y ninguno tuvo problemas. Era noche cerrada y todavía quedaba mucha carga amontonada en la orilla. En último momento llegaron voluntarios de la vecindad. Hice yo mismo un viaje con carga. La familia que llegaba se estaba instalando como podía en la casa y unas vecinas habían aportado un brasero. La goleta se había ido. No sé como llegué a mi casa en la noche y en aquella parte del camino lleno de restos de hierro.

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TERREMOTO - MAREMOTO 1961

Cincuenta años son mucho tiempo para recordar sucesos con exactitud.
El terremoto que viví en Corral en mayo de 1960,seis meses después de mi llagada a Chile y al puerto de Corral, creo que dejó en mi tan fuertes emociones que pienso no haberlo mitificado o muy poco.
Además se mitifica cuando trata uno de poner relieve a su propia actuación e impresiones, pero mi papel fue el de un simple espectador.
Lo que sí es muy probable que haya olvidado un gran número de sucesos de lo que viví y pude observar.


CORRAL
Dista de Valdivia unos 20 kilómetros algo más siguiendo los meandros del rio, en aquel tiempo, único medio de comunicación con la ciudad de Valdivia.
En 1959 cuando llegue los barcos regulares eran dos viejos naves de madera con propulsión a vapor y caldera alimentada por leña. Tenían dos clases. La primera, era arriba en el puente, tenía asientos y mesas. La segunda estaba bajo cubierta o en la bodega cerca de la caldera.
El viaje era lento, si la marea bajaba ayudaba al barco. En caso contrario el viaje era mucho más largo y podía durar más de tres horas. Los viajeros de primera jugaban a las cartas y los pobres, sobre todo en invierno tomaban mate con carne que asaban pegándola a la pared de la caldera.
El barco se detenía en tres puertos antes de llegar a Corral: Carboneros en la Isla del Rey, Niebla, Mancera en la isla de ese nombre y Corral. En ocasiones se detenía al encuentro de botes en los que desembarcaba personas y mercadería. Era un viaje lento y pintoresco, las primeras veces, luego aburrido por la monotonía y lentitud.

La fotografía que se adjunta es la de Corral devastado. Se pueden ver los restos del antiguo muelle de antes del maremoto.
En la fotografía adjunta se ve solamente la Plaza, los restos del muelle y lo que se denominaba Corral Alto. A la derecha de la fotografía, terminando esta, se ve un espolón en ángulo, la Puntilla, que era el camino que conducía de Corral Alto a Corral Bajo Este se extendía en una entrada baja en forma de U rodeada por los cerros. La anchura debía ser de cinco cuadras por diez o más de profundidad. Es evidente que esta planicie fue, no muy antiguamente, ocupada por el mar.

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LOS ALREDEDORES

Corral se encuentra frente a la desembocadura del rio Calle-Calle. Este rio formaba en medio de la bahía un banco que se llamaba de las Tres Marías
Siguiendo la costa hacía el suroeste había un camino estrecho que conducía a la playa y la caleta pesquera de Amargos. Luego ese camino subía y allí se encontraba el cementerio de
Corral . La siguiente playa se llamaba San Carlos. La costa continuaba más abrupta hasta el morro Gonzalo y después se inclinaba directamente hacía el sur. En esa costa existían dos pequeñas aldeas o caseríos de pescadores-agricultores: el Huape y Chaihuin a orillas del rio del mismo nombre que distaba unos 14 kilómetros de Corral.
Hacía el Este, bajando de Corral Alto por una larga escalera, se encontraba el muelle Francés donde se cargaba antiguamente la producción de los Altos Hornos ( La Usina) y orillando la costa comenzaba el camino que conducía a la usina, a la población de la Aguada y luego subía hasta Quitalutos donde había otra población para los trabajadores que hacían el carbón en cuatro grandes hornos de cemento. Pasada la usina estaba la subestación eléctrica con grandes transformadores y comenzaba el camino que conducía al caserío de San Juan continuando hasta llegar al fondo de la bahía que se denominaba Ensenada con otro caserío pequeño.

La isla de Mancera es una pequeña isla triangular que se encuentra bajo la isla del Rey frente a la entrada que hace la bahía hacía Ensenada. En ella existen los restos de un fuerte español que tenía la especial finalidad de cerrar son sus baterías la desembocadura del rio.

La isla del Rey no es verdaderamente una isla, aunque está parcialmente rodeada por el Calle-Calle y el rio Tornagaleones. Se extiende por la orilla izquierda del Calle-Calle desde cerca de Valdivia separada por el estero Angachilla.

A la derecha de la desembocadura del rio está el poblado de Niebla

LOS FUERTES ESPAÑOLES

Los españoles se esmeraron en defender de los piratas y corsarios el acceso a Valdivia. .
Blindaron la bahía construyendo una serie de fuertes en piedra o excavados en los riscos. Precisamente estos fuertes dieron origen a los poblados de la bahía. El fuerte más amplio era el de Corral. Además, casi en círculo, defendían la bahía los fuertes de Niebla, Mancera y pequeñas baterías en los cerros circundantes. Podían organizar un fuego cruzado bastante eficaz.
Posiblemente la defensa constaba de unos cincuenta o más cañones.

LOS ALTOS HORNOS.
Cuando llegué en 1959 los Altos Hornos de Corral estaban cerrados definitivamente. Fue una empresa francesa quien los edificó y tenían una extensión considerable. No sé exactamente cuantos años funcionaron. El acero que fabricaban era de excelente calidad ya que la fundición se hacía a base de carbón vegetal.
Probablemente cuando los bosques autóctonos, existentes antes en una gran extensión, se agotaron la empresa resultó antieconómica se cerró debido a que se tenía que importar el carbón y el mineral. Corral que había llegado a tener unos ocho mil habitantes en 1959 apenas tendría dos mil, que vivían de la pesca y el cabotaje que recibía el puerto.

LA PLAZA

La plaza de Corral era muy particular. No estaba emplazada, como sucede generalmente, frente a la iglesia y la municipalidad, sino abajo en el puerto. Era bastante pequeña. Allí se encontraba en un costado la Municipalidad, frente al mar, una compañía de Bomberos, (de las tres que existían en el pueblo), la Capitanía del puerto, la vivienda del capitán y las oficinas de las compañías navieras.

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¿Por qué estaba yo en Corral?
Tenía a mi llegada 33años. Llegué a Chile con el deseo de participar en algún Proyecto de Desarrollo Social.
Entré en Chile por el ferrocarril Transandino el 13 de noviembre de 1959.
Dos semanas después integré un equipo de belgas que se proponían crear una cooperativa pesquera y otros vagos proyectos de Desarrollo. Me integraron a este equipo porque yo hablaba francés.

No conservo recuero alguno del 20 de mayo día en que se dio el terremoto en Lota y Coronel. Pienso que yo aun me encontraba tan lejano a la concepción de lo que era un terremoto que no me impresionó o bien las primeras noticias que llegaban por las radios no captaban la gravedaa e lo sucedido. Quizá no hubo comunicaciones rádiales ese día. El caso es que no me acuerdo de nada.

Mis recuerdos comienzan el día 21 de mayo. Día claro y de temperatura suave. Creo que me despertaron los scouts marinos que recorrían las calles tocando sus pitos propios de la marina. Era feriado y me levanté tarde.
Lo que hice esa mañana fue irrelevante. Almorcé con mis compañeros y poco después llegó un grupo de jóvenes corraleños con los que comenzaba a relacionarme y me invitaron para ir a ver un partido de baloncesto en la cancha de las nuevas escuelas que se encontraban bordeando la playa de Corral Bajo.
En el camino percibí el enervante hablar de los locutores de radio que salía de las casas y que me recordaban los post bombardeos de Europa en que se enumeraban interminablemente los nombres de heridos, desaparecidos y muertos. Creo que eso me empezó a colocar en la realidad trágica, pero que siempre me era distante por darse en lugares desconocidos para mí.

Me sentía aburrido y me lamentaba para mi mismo haberme dejado convencer de venir a ver el partido de basquetbol. Los jugadores corrían con desgana. Sobre nosotros un cielo azul sin nubes y un sol, que para la época, calentaba bastante. El juego que había comenzado perezosamente hacía que el balón no llegase casi nunca a la red. Los espectadores éramos escasos, todos sentados de espalda al mar en el bajo parapeto de piedras sobrepuestas que delimitaba la cancha con la playa. Unos metros de arena sucia y un mar calmo azul-verdoso.
En la bahía amarrados a las boyas lejos de la costa dos barcos en limpieza de calderas, el Carlos y el Canelo, ambos de la compañía naviera valdiviana Haverweck. Sabía que en el muelle de la usina, el muelle francés como se le llamaba, estaba otro barco más moderno, el Santiago cargando ferraya, pero no se veía de donde estábamos.
Poco rato antes yo había dicho a mis amigos irónicamente cuando nos sentamos en el parapeto:
• ¡Cabros tengan cuidado, puede venir un remezón fuerte y hacernos caer a todos patas para arriba!
Efectivamente desde el día anterior los temblores se sucedían cada cierto tiempo. En la noche algunos fueron fuertes y precedidos de ruidos lejanos. Mis amigos por darme gusto, rieron con mis palabras. Luego quedaron en un silencio supersticioso que no querían confesar. Miraban aun con más desgana el partido.
De repente, sin ningún aviso previo, la tierra comenzó a moverse violentamente semejante a cuando se sacude una manta para hacer caer un insecto.
Todos como movidos por un resorte saltamos de nuestro precario asiento, yo tan asustado como el resto de mis compañeros. Al hacerlo levanté la vista instintivamente hacía el cerro de la Marina que tenía enfrente y con horror vi como las casa instaladas en repechos de su ladera, se bamboleaban agitadamente. Igual cosa, más abajo ocurria con los inseguros palafitos que bordeaban el camino a Amargos. Eran viviendas que apoyaban solamente la parte delantera en tierra y el resto se sustentaban en troncos que se sumergían en el agua. Aquellas frágiles casas del cerro caerían de un momento al otro y los troncos de los palafitos se derrumbarían.
Gregorio, uno de mis acompañantes, que vivía precisamente en el cerro me tomó nerviosamente un brazo y señaló descompuesto los movimientos de su propia casa allá arriba. Luego, soltándome emprendió una rápida carrera a pesar de mis advertencias que podría alcanzarle uno de los rodados que se deslizaban del cerro.
• ¡Miren el fuerte de Niebla! –gritó alguien.
Me volví hacía la bahía. La atmósfera seguía clara, pero enfrente en la lejanía, los contornos aparecían como cuando se mira una fotografía movida, el fuerte, los cerros, las casas…Aun a la distancia se veían caer rocas y desportillarse algunas almenas del fuerte. Más tarde pensaría que no debió ser diferente cuando el fuerte español era bombardeado por alguna flota.

Cuando empecé a recordar estos sucesos no alcanzaba a comprender como pude captar tantas y diversas imágenes mientras atemorizado, con las piernas abiertas trataba de mantenerme en equilibrio igual que hacía escasos meses me sucedía en la cubierta del barco en los momentos de mar gruesa. Mi mente observaba, a pesar del miedo, todo con claridad y calma.
Estaba consciente del peligro allí mismo donde me encontrabas viendo oscilar una gran chimenea perteneciente a las escuelas. Calculé si siendo tan alta alcanzaría o no el centro de la cancha donde me encontraba.
Los remezones de la tierra se calmaban por momentos para recomenzar enseguida con mayor violencia. Casi todos los que estaban en la cancha habían corrido hacía sus hogares cercanos o lejanos. Solo quedaban junto a mi unos jugadores y el viejo árbitro.
Aquello era una interminable pesadilla. No sé, si entonces o más tarde, me imaginé estar en el dorso de un gigantesco cetáceo que intentase librarse de los parásitos al despertar de algún milenario sueño.

¿Qué había ocurrido en las calles que estaban más allá de la escuela? Miré. En la calle que tenía enfrente de mí, que se extendía hasta el pie de los cerros del fondo, pude ver unas cuantas casa que se habían deslizado de sus basas hacía el centro de la calle. Estaban corridas pero intactas. Entre ellas dos derrumbes de astillas. Yo sabía muy bien que pertenecían a casas abandonadas y verdaderamente de maderas podridas. Lo curioso es que eran pequeñas astillas.
Durante una de las pausas empecé a caminar por una de aquellas calles, pero al renovarse las sacudidas temí ser aplastado por alguna de las casas que se pudieran derrumbar y volví a la despejada cancha.
Esperé un nuevo momento de cierta tranquilidad y decidí dirigirme a la Puntilla, llegar a la Plaza y saber que era lo que había sucedido con la casa en la que vivíamos. El camino estaba sembrado de postes caídos y cables. Temí que la electricidad no hubiese sido cortada y el peligro que eso significaba. Apenas alcancé la Plaza cerca del muelle y los temblores recomenzaron. Todo estaba sembrado de vidrios de las casas y de la capitanía del puerto que se encontraba al comienzo del muelle.
En la Plaza se encontraban muy pocas personas. Pregunté a una señora. si acaso aquella plaza era un relleno ganado al mar. Yo temía mucho las grandes grietas que había leído en narraciones se abrían tragando personas y vehículos. Ella opinaba que si era un relleno. Decidí volver a la cancha de la escuela lugar que parecía más seguro. Retrocedí.

Tengo que explicar que bajando de la Puntilla hacía Corral Bajo había un esterito sobre el habían construido un pequeño puente de madera en arco semejante a los puentes japoneses. Al otro lado del puente comenzaba la Feria o mercado. Era muy curiosa porque sobre cada puesto habían edificado algunas piezas donde vivían los feriantes dueños del puesto.
Al enfrentarme con el puente un grupo d despavorido de personas y perros corrían hacía mí gritando:
• ¡Salida de mar!
Yo no entendía nada, pero bajé casualmente la vista hacía el estero y vi que el agua en vez de correr hacia abajo, corría hacia arriba y sentí que algo muy malo estaba sucediendo.
De nuevo desanduve el camino y volví a la Plaza. Llegando escuché gritos que venían del
extremo del muelle en el que un marino gritaba hacía la motonave de madera Prats haciendo señales para que no se acercase al embarcadero. Probablemente esas eran sus
ordenes pues el capitán del puerto juzgaría que el mar era más seguro en aquellos momentos que la tierra firme. Yo casi pensaba lo mismo.

En la lancha Prats se veía a los pasajeros arremolinados junto a la timonera probablemente discutiendo con el capitán .Se escuchaban las voces y entre ellas la más fuerte del cura de Corral que también venía en ella. Al final, la lancha atracó al muelle y los pasajeros precipitadamente subieron por las escaleras, los últimos de ellos chapoteando en el agua que empezaba a cubrir el muelle. Todos corrieron hacía Corral Alto y yo les seguí hasta el gran balcón natural al pie del cerro Milagro. Desde allí se veía casi toda la bahía.
Habían llegado allí bastantes personas que miraban aterrorizadas lo que estaba sucediendo. Pronto me día cuenta que en la aparente calma del mar se notaban fuertes corrientes. Ya que algunas casas habían flotado y se movían con rapidez. Lo más impresionante era la Compañía de Bomberos la que estaba frente a la Plaza, que flotaba y alguien (luego supe que el cuartelero) sobre ella tocaba desesperadamente a rebato la campana.
La riada de gente procedente de Corral Bajo empezó a engrosarse subiendo por la empinada calle que corría al lado de la Iglesia. Ancianos apoyándose en otras personas, madres rodeadas de racimos de niños tomados de las manos o agarrados a sus polleras. Seguía temblando bastante seguido.
Pensé por un momento que en el voladizo en que estábamos se encontraba sobre una gran caverna debajo de nosotros y que a pesar de ser de sólida roca en uno de aquellos temblores podía derrumbarse y todos nosotros con ella. Así que traté de convencer a las gentes que subiesen hacía el cerro tomando el callejón abrupto del cerro Milagro:
• ¡Adelante! ¡suban al cerro! ¡este lugar puede ser peligroso!
Algunos obedecían, en otros la curiosidad superaba al miedo.
Cuando me puede concentrar de nuevo en lo que pasaba en el mar, vi como este se retiraba rápidamente, arrastrando con él cuanta embarcación había en la bahía y las casas que estaban flotando. Los dos grandes barcos eran tironeados de sus amarras en las boyas.
Entonces alguien empezó a señalar hacía el centro de la bahía. Miré y vi como una muralla de agua coronada de espuma que cerraba el horizonte de lado a lado de la bahía avanzaba desde el mar abierto. Me pareció muy alta y temí que nos alcanzase aunque estábamos aproximadamente a unos veinte metros o más sobre el nivel del mar. Me volví y corrí hacia el callejón que subía al cerro. Miraba con susto las altas paredes de tierra a cada lado sabiendo que en un momento uno podía verme sepultado por rocas, tierra y parte de las mismas casa que a cierta altura estaban como colgadas del callejón.
Llegado bastante arriba a una parte más despejada, la bahía se podía ver de nuevo. La ola había avanzado mucho. Una sacudida brutal hizo gritar a las gentes que me rodeaban y que rompían en oraciones, llantos y gritos. Hubo un instante que todos se callaron y vi como la gran ola embestía las casas de Corral Bajo, empezando por las escuelas donde hacía poco yo había estado. Todo fue empujado por la inmensa masa de agua hasta estrellar en confuso revoltijo ocho o diez cuadras de casas y pulverizarlos contra los cerros del fondo. Aquello parecía una caldera hirviente de de agua gris y enormes restos.
Las amarras de los barcos habían reventado y estos, como cajas de fósforos, eran arrastrados vertiginosamente de un lado a otro de la bahía con ruidos sordos en sus choques con las rocas.
Paralogizado por la catástrofe no sé como volví a la realidad, quizá fueron los gritos y gemidos de las gentes que me rodeaban. Mujeres que se tiraban del pelo llorando histéricamente, hombres que parecían estatuas de piedra en un rictus de angustia desesperada.
Todo había sido demolido en instantes como aparecían esos sucesos en las películas de la época. Ahora un agua sin espuma se volvía a retirar a gran velocidad en un extraño silencio. En esa agua flotaba una espesa capa de maderas y desechos. Algunas casa mutiladas que boyaban en aquella espesa sopa de aquelarre como grotescas embarcaciones que el mar en su gigantesca resaca chupaba hacía las profundidades. Lo que era peor es que en el techo o ventanas de aquellas viviendas aparecían, a veces, lejanas figuras gesticulantes que unos y otros, arriba mi lado, iban ubicando con grandes gritos de asombro y desesperación.
Desesperación e impotencia por no poderles auxiliar, cosa imposible aunque no hubiéramos estado tan alejados.
Entre el grupo que me rodeaba iba aumentando la confusión. Aquellos que lloraban confesaban a gritos sus pecados y se golpeaban el pecho, asegurando que sus pecados eran la causa de todo aquel espantoso castigo y que eran sin duda los momentos próximos del fin del mundo. Un hombre joven señalaba su casa que estaba siendo arrastrada y mostraba las llaves de ella en su mano. No me acuerdo que es lo que dijo
Yo poco creyente, a pesar de estar también anodado, en forma alguna relacionaba aquella catástrofe con Dios ni con los pecados. Mi mente se decía un poco brutalmente que bien pronto la mayoría olvidaria su arrepentimiento tan pronto como se sintieran a salvo y solamente en aquel momento deseaban hacer un buen negocio con Dios.
De nuevo los potentes ruidos huecos que procedía de la lejana bahía me hicieron tratar de explorar el mar. Los barcos. Las lanchas grandes vacías o cargadas, rotas todas las amarras llevadas por las corrientes, se movían en una alucinante danza. Primeramente el Carlos fue lanzado contra la “puntilla” del camino a Amargos, chocando contra el cerro. El Canelo era arrastrado hacía la Usina y los altos Hornos de la Aguada. Creo que todos quedamos crispados a la vista de aquellos grandes barcos zarandeados como barquitos de papel. Esperábamos que en cualquier momento se volcasen o, despanzurrados por una roca, se hundirían a nuestra vista. Todos sabíamos que sus tripulaciones estaban, casi completas a bordo aparte de algunos estibadores y las gentes que traficaban en forma diversa con los tripulantes. Era la más desesperada tempestad sin viento, lluvia y con el cielo azul de un día de invierno. Creo que los barcos querían enderezar un poco su rumbo, quizá para hacer frente a las corrientes, pero era inútil, porque ambos estaban reparando las calderas y solamente podían tratar de ayudarse inútilmente con el timón.
El barco que parecía tener cierto éxito era el Santiago. Había sido arrancado del muelle Francés donde estaba amarrado cuando la ola lo hundió totalmente. El barco estaba ya listo para zarpar, solamente esperaba a su capitán y oficiales que almorzaban con el capitán del puerto...
No era un barco a vapor como los otros. Sus máquinas funcionaban bien y podía poner proa a las olas. Finalmente consiguió salir de la bahía y alcanzar la alta mar
Las otras embarcaciones fueron desapareciendo de nuestra vista sin que supiésemos si se habían hundido, el mar las había arrojado hacía la Ensenada o bien se habían varado en lugares fuera de nuestra vista.
Solamente días después supe que estas suposiciones fueron ciertas. Algunos de los que me rodeaban afirmaban haber visto como ciertas embarcaciones se hundieron. Era difícil observar muchos detalles de lo que ocurría allá abajo en la bahía.
Un viejito habló por primera vez y dijo:
• Esto no es nada. Vendrá una tercera ola y después otras muchas más, algo menores. Yo he visto estas cosas. Nada va a quedar.
Miramos incrédulamente al viejito arrugado. Nadie comentaba su afirmación, pero yo me preguntaba donde podría haber adquirido aquel conocimiento. En ese momento subían un nuevo grupo de personas hacía donde estábamos. Entre ellos venía el comandante Bustos capitán del puerto de Corral. Iba rodeado de los marinos de los barcos que hacía pocas horas habían estado almorzando en su casa y cuyos barcos estaban hundidos o, como el Santiago, en alta mar.
Algunos le preguntaron:
• ¿Capitán, vendrá otra ola?
• Si, afirmaron varios de los marinos. En los maremotos suelen ser tres grandes olas y otras menores. Muy pronto llegará la tercera ola.
Todos quedamos asustados. Quizá inseguros de que una tercer ola pudiese llegar hasta donde estábamos, lo cual era disparatado, pero en esos momentos uno pasa por momentos de incongruencia. Una ola que llegase hasta la altura del cerro donde nos encontrábamos si hubiera significado el famoso fin del mundo o algo semejante.

Pensé inmediatamente en las condiciones en que habíamos quedado la multitud de personas que nos habíamos salvado. Estábamos en una especie de isla. Corral no tenía comunicación con Valdivia la ciudad más próxima, sino por medio de embarcaciones que bajaban por el rio Calle.Calle. Era evidente que, aun suponiendo días de calma, ignorábamos las condiciones de catástrofe de la misma Valdivia Era probable que no llegase ayuda y víveres en una o dos semanas. Todas aquellas personas queme rodeaban tenían solo habían quedado con lo que llevaban puesto en sus cuerpos además necesitarían comer. Era posible que en los escombros dejados por la ola al retirarse se pudiesen encontrar víveres utilizables. Por otro lado arriba en el cerro de Quitalutos se encontraba una población abandonada cuyas casas se encontraban aun en relativa buena conservación. Esa población había sido construida por los Altos Hornos para el servicio de los hornos para la fabricación de carbón vegetal que era con lo que trabajaba la fundición. La gente, al menos, estaría bajo techo.
Todo lo anterior se me vino de golpe al pensamiento, quizá porque en el fondo yo era el menos traumatizado dado que no había perdido ni familiares, ni amigos y que aun no tenia, ni mis pertenencias.
Me dirigí a los hombres y jóvenes que estaban cerca de mí y les dije:
• Bajemos a Corral antes que llegue la otra ola. Quizá han quedado víveres que se puedan utilizar en las ruinas de los comercios.
En realidad era una tontería, pero fué lo único que se me ocurrió. Fácilmente convencí a una docena de personas y nos dirigimos decididamente cerro abajo en una operación arriesgada y sin destino.
En la bajada vi algo sobrecogedor. Afuera de una de las viviendas habían colocado una mujer muy anciana que parecía próxima a expirar de consunción. La mujer tenía un extraño temblor que agitaba todo su cuerpo continuamente y trataba de levantar la cabeza patéticamente sin conseguirlo. Parecía un esqueleto con vida sentado en una silla.

Descender no era tarea fácil, íbamos contra corriente abriéndonos paso en la espesa columna de personas que subían un poco tardíamente a refugiarse en el cerro. Les dije también que podrían refugiarse en las viviendas de Quitalutos si se apresuraban, pero creo que pocos me hicieron caso. Al menos, pensaba yo, que tratasen de refugiarse buscando los pequeños esteros para disponer de un poco de agua para beber.
Nadie parecía comprender cosas que eran obvias y de sobrevivencia. El único que deseaba hacer algo era el viejo y obeso sargento jefe del retén, abierto a recibir cualquier orden pero sin ninguna iniciativa. Como vi que todo era inútil corrí detrás de mis compañeros que descendían hacía Corral.
Cuando llegamos al balcón natural al pie del cerro echamos un vistazo a la bahía. Cuando mis compañeros vieron la destrucción y desolación perdieron todo el empuje y se mostraron irresolutos. En efecto, se veía un informe amasijo de restos de varios metros de altura. La mayoría se dispersó. Yo con tres o cuatro bajamos sin mucho entusiasmo por la calle Condell al costado de la iglesia. Un poco más debajo de la iglesia comenzaban los escombros de las casas arrasadas, masas de maderas, latas de techo, árboles destroncados que nos hacían muy difícil el avance. Había que trepar sobre aquel amasijo de materiales destrozados cortantes y con fierros de todos tipos puntiagudos y cortantes. Solamente un joven que me acompañaba con gruesas botas trepó rápidamente y se alejó. Instantáneamente calculé lo difícil y arriesgado que sería si nos internábamos mucho, para poder huir sobre todo aquello. No podríamos cargar prácticamente con nada en el caso que se encontrase algún alimento tal como algunos tarros de conservas.
En ese momento surgieron a mi derecha, escalando las ruinas, tres hombres que cargaban dificultosamente un somier de cama despanzurrado sobre el que yacía un bulto informe, amasijo de barro y trapos. De una cara irreconocible emergía una lengua enorme y tumefacta.
Los hombres me dijeron que era el viejito que vivía en la esquina sobre la puntilla y que arrastrado por el agua había sido estrangulado por unos cables eléctricos caídos. Los hombres continuaron con su ominosa carga no sé hacía donde.
Trepando por los restos con dificultad pude llegar al principio de la calle allí donde comenzaba Corral Bajo Entre algunos como pasajes que había entre las ruinas se movían algunas personas que no se si buscaban personas o cosas. Los desechos alcanzaban un mínimo de tres metros de altura. La gente se gritaba sin verse, ignoro si para tratar de ubicarse o para no perder el contacto Estaba ya muy próximo a anochecer, aunque no eran más de las cinco de la tarde.
Indeciso y desorientado me preguntaba que objeto tenía seguir por allí cuando se elevó un grito persistente que venía de lo alto:
• ¡La Ola! ¡Viene la olaaaaaaa!.
Me hice eco del grito, gritándolo a mí vez con todas mis fuerzas hacía las ruinas encorvadas y lejanas:
• ¡Viene la ola! ¡Corran!
Se lo grité con angustia a un niño cercano que bebía ansioso una botella de cerveza escarbada entre las ruinas de un expendio que estaba a mi izquierda. Lo volví a gritar a las figuras lejanas que torpemente trataban de huir entre las ruinas.
Entonces yo mismo huí. No era muy difícil porque apenas me había internado en el laberinto. Nos reunimos varias personas que nos dirigimos hacía la plaza de la iglesia. Nos detuvimos brevemente en el balcón al pie del cerro, pero la bahía estaba ya muy sombría y no se distinguía gran cosa. No quise esperar más, porque podía ser peligroso, aunque comprobé que la segunda ola solamente había salpicado la calle de espuma.

Apenas había salido del cajón en pendiente que conducía al cerro cuando escuché el estampido de la embestida de la tercera ola. Me paré y tuve la tentación de desandar el camino. Metros más abajo me encontré con un grupo de gente que subía:
• Ya no queda nada, me dijeron. La ola se ha llevado todo lo que quedaba. Barrió hasta los escombros.
Ya arriba, al borde del camino estaban muchas personas sentadas o en pie. Los hombres silenciosos, las mujeres llorando quedamente o murmurando incoherencias. Sin duda eran de los que habían perdido todo. Me encontraba de repente con un pequeño grupo cansino que subía creo que sin rumbo. Finalmente indeciso me senté como los otros al borde del camino sin saber, yo mismo qué hacer. Estaba ya casi oscuro. Me encontraba muy cansado y conversé con los más cercanos. Ellos me contaron que el vapor Canelo había sido arrastrado rio arriba y que algunos decían haberlo visto fuertemente escorado y atravesado en medio del rio. El Carlos, finalmente, se había hundido en medio de la bahía y solamente emergía el puente y los palos. Creían que estaba sobre el banco de arena de las Tres Marías. El Santiago en un momento quedó sentado sobre la subestación eléctrica que estaba frente a los Altos Hornos, la Usina, pero consiguió hacer frente a las corrientes y se perdió de vista hacía alta mar.
Todos opinaban que la ola tuvo que entrar en las quebradas del fondo de Corral Bajo y en la del Boldo. Posiblemente con menos fuerza, pero sería indudable que las casas que bordeaban los pequeños cañones debían haber sido igualmente destruidas.

Había caído completamente la noche. Aun subían y bajaban algunas personas. Pocas con linternas eléctricas. Se decía que en Corral Alto y los cerros, como en el que estábamos, los daños habían sido escasos
Las casas bien construidas resistieron, únicamente algunas muy viejas o con problemas estructurales se derrumbaron. Con la tranquilidad los frecuentes temblores parecían más violentos. Algunos llegaban precedidos o seguidos de roncos ruidos subterráneos. Yo, como la mayoría, aun a sabiendas que nuestras casas estuvieran en pie, no deseábamos acercarnos al mar temiendo una nueva embestida en cualquier momento y en la más completa oscuridad. Pensé que tenía que buscar en el cerro un lugar un poco más abrigado. Cuando amaneciera bajaría y trataría de calibrar la situación. Me incorporé y empecé a descender. No bajé mucho.
Un grupo de sombras estaban cerca encendiendo una hoguera con tablas arrancadas a un cerco. Les ayudé a juntar combustible. Friolentos nos apretujamos alrededor del fuego. Yo tenía un jersey, una casaca y sandalias, pero el frio no era intenso. Dos mujeres estaban juntas enrolladas en una frazada. Reconocí algunas personas que conocía solamente de vista. Estaba allí una profesora de la escuela parroquial con su padre y hermana. Hablábamos, pero no recuerdo de qué sería el tema. Callábamos tensos con los ruidos subterráneos y los temblores. Probablemente la mayoría temíamos que se abriese en la tierra una de las fatídicas grietas nos tragase. En los cerros y cañadones vecinos se escuchaban temerosos y continuos aullidos de perros, gritos de personas que se llamaban a la distancia o gritos que terminaban en una especie de sollozo que sonaba desgarrador.
Más allá del pequeño círculo que iluminaban las movedizas llamas de nuestra hoguera la oscuridad era absoluta. Noche sin estrella alguna. En la lejanía las lucecitas de otras pequeñas hogueras. Cada temblor hacía prorrumpir a las mujeres que estaban con nosotros en exclamaciones o plegarias.

Después de tantas horas de tensión me sentía como narcotizado. Encontré cerca unos pedazos de tabla donde me acomodé haciéndome un ovillo. Temía, sobre todo, la humedad de la tierra. Un desconocido me alcanzó un chalón en el que me envolví y otro un mendrugo de pan. Me acurruqué y dormí despertando continuamente por los sollozos de la hermana de la profesora. Escuché entonces entre sus gemidos que su marido pertenecía a la tripulación del Canelo como cocinero.

Al filo de la madrugada pasó junto a nosotros uno de los marineros del Carlos, preguntando si alguien sabía qué había sucedido a sus familiares. Respecto a la tripulación de su barco opinaba que se habían salvado casi todos excepto los cuatro que intentaron huir en un bote salvavidas al que el mar aplastó contra el casco del buque y ellos desaparecieron, los daban como ahogados.
Cuando se tranquilizó un poco el mar después de la tercera ola, ya de noche decidieron echar al agua la balsa de aluminio lo único de salvamento que les quedaba. Los remos, faltos de chumaceras, tenían que ser sujetado con los pies de dos hombres cada uno y lo peor es que solamente se podían guiar en la oscuridad completa por la intuición y el ruido de la rompiente, ignorando si las olas que golpeaban eran peligrosas o no. Por fin consiguieron varar ene alguna parte y tanta había sido la tensión que alguien preguntó tontamente:
• ¿Qué hacemos ahora con la balsa?
Todos rompieron a reír y llorar. Se dieron cuenta que se habían salvado. Otro tuvo ánimo para decir:
• ¡Llévatela a casa, si quieres!
El marinero que nos contaba estas cosas no estaba exento de angustia. Permanecía con nosotros porque necesitaba desahogarse un poco. En esos momentos ignoraba completamente que había sido de su familia, si los suyos estaban en el cerro o muertos.
Nos dejó y se internó en la oscuridad, preguntando sin duda en cada grupo si alguien le podía dar noticias de sus familiares.

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Mis recuerdos y notas que tengo me han permitido, en los párrafos anteriores, hacer una descripción de lo que viví ese día. Lo que escribiré posteriormente se trata de solamente recuerdos de los días posteriores al tsunami.
Su orden aproximadamente cronológico. Es posible que algunos de los hechos se encuentren un tanto deformados por la antigüedad de cincuenta años, aunque para mí muchos, aun me parecen muy vivos.


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Cuando amaneció bajé a Corral. Efectivamente nuestra casa que se encontraba sobre el fuerte español no había sufrido daño alguno.
La ola parece que solamente salpicó el piso del fuerte y nosotros estábamos unos dos metros sobre él.
Lo que me llamó mucho la atención es que el mar estaba sin el menor rizo ni ola. Parecía como aceitoso, completamente calmo. No sé si en esa ocasión o más tarde alguien me dijo que el mar estaba así porque pedía perdón.
No recuerdo lo que hice aquel día. Pienso que exploré un poco con precaución y cambié impresiones con la personas de mi equipo y me enteré de sus propias experiencias.
No habían quedado embarcaciones utilizables. Estábamos aislados completamente de Valdivia.
En ese tiempo las radios a pila eran escasas y después de la catástrofe solamente quedaron dos en el pueblo. Por ellas supimos confusamente y en retazos algo de lo que sucedía en Valdivia y en el resto del país.
Llegada la tarde decidimos ir a dormir al cerro de nuevo, esta vez llevando algo de ropa. No sé si alguien quedó en la casa, creo que no. De esa segunda noche no recuerdo nada ni del día subsiguiente.

Al tercer día empezó a llover con fuerza. En un momento me dirigí a la iglesia y en el camino me encontré con un espectáculo que nunca he olvidado. Las gentes que habían subido a Quitalutos, probablemente por la falta de alimentos, estaban bajando. Eran personas que el maremoto había sorprendido vestidos para un día de fiesta. Las mujeres con zapatos de taco alto . Esas personas que bajaban del cerro estaban empapadas y embarradas. Sin duda para evitar el camino carretero muy largo que llegaba a la Aguada, tomaron las bajadas de arrastre de leña, sumamente abrupto y resbaladizo por la lluvia. Muchas debieron caer y resbalar. Venían descalzas casi siempre llevando como única cosa de valor sus zapatos en la mano. Eran gentes todas que trataban de ubicar entre la lluvia la casa de un compadre, un amigo que las quisiese cobijar. Muchas desesperadas se agrupaban cerca de la iglesia que aparentemente no había sufrido daños. Aparentemente, porque meses después, se supo que corría riesgo de caer y se emprendió una larga reparación. De todas maneras muchas personas encontraron refugio en la parte que servía como escuela y no recuerdo si dentro mismo de la iglesia que era muy espaciosa.

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En esos primeros días llegaron a nuestra casa personas por ayuda, entre ellas una mujer pidiendo si teníamos unos zapatos para darle. No teníamos si no los puestos. Yo la vi tan terriblemente acomplejada por su descalcez que decidí darle mis sandalias argentinas que era lo que tenía. Yo mismo quedaría descalzo por un tiempo, pero no me importaba. Incluso deseaba la experiencia. Afortunadamente el calzado era de su tamaño.

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Un enorme lanchón cargado de sacos de carbón vegetal fue arrastrado hasta los cerros que estaban al fondo de la Aguada. El maremoto lo hizo atravesar entre medio de la Usina más de un kilometro y lo dejó allí varado sin que se diese vuelta o perdiese la carga.
No recuerdo quien se hizo cargo de la autoridad en el pueblo, creo que fue el Delegado o quizá el Alcalde. Esa Autoridad hizo saber que se le entregaría un saco de carbón a cada familia que fuese a buscarlo.
Yo decidí ir en nombre del nuestro Equipo.
Partí en la mañana pero cuando descendí de Corral Alto hasta donde comenzaba el camino de la Aguada, algo de un kilometro hasta llegar a la Usina, una franja al borde del mar por donde habían corrido las vagonetas que llevaban la carga de lingotes y planchas hasta el muelle Francés, aquello era un inmenso revoltijo de rieles, vagonetas destrozadas, fierros de todos tamaños, alambrones… Aun ahora no sé como caminando descalzo sobre y entre todo aquello no me herí, sobre todo a la vuelta cargado con el saco que debía pesar unos veinte kilos.
Llegado al camino que iba a la Aguada y subía a Quitalutos estaba bastante despejado de fierros pero había pedrejones caídos del cerro que lo bordeaba por el lado izquierdo.
Me dieron el carbón y esto fue la salvación como para todos y nos permitió cocinar y calentarnos los primeros días.

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En Corral existía una única panadería. Propiedad de un español que llegó muy pobre a servir al dueño anterior de la panadería, también español. Este, al morir sin familia, se la dejó a su trabajador en propiedad. Cuando llegué a Corral la panadería era prospera. El español tenía una hija única a la que pudo dar estudios y que próximamente se iba a casar. La fecha del casamiento se fijó para la víspera del 21 de mayo. El novio era un contador que vivía en Concepción.
Yo estaba invitado a la boda. No fui por timidez, ya que no conocía a casi nadie de los que asistirían y porque no tenía ropa adecuada para una fiesta El día de la boda fue elegido para inaugurar el nuevo horno eléctrico que habían importado de Italia. Una gran avance de prosperidad para la panadería.
La fiesta fue muy concurrida. La novia recibió muchos regalos. Al día siguiente, día del maremoto, los recién casados partieron en el primer vapor para su luna de miel. Equipaje y regalos quedaron embalados para el traslado a Concepción.
La casa donde estaba instalada la panadería era amplia, bien construida y de dos pisos. Abajo la panadería, arriba la habitación de la familia.
La primera subida del mar hizo flotar la gran casa y la arrastro hasta la orilla de la playa, donde la depositó. La casa quedó bastante inclinada. El hermano del dueño que se había emborrachado dormía en el segundo piso. Se despertó. Trato de salir, pero las puertas estaban trabadas. Consiguió abrir una ventana o romperla y se deslizó hasta el piso por una de las tuberías de evacuación de la lluvia. Así se salvó. El padre de la novia también se salvó.
La segunda ola destruyó la casa con el resto de Corral Bajo. Todo se perdió.
Días después el español sumamente deprimido me contó que solamente recuperó una rueda de carretilla y un pedazo de luma que le habían regalado y coció en aceite para hacer una garlopa. Me regaló ese pedazo de madera y yo construí una garlopa que utilice durante muchos años. Yo en cambio le regalé mi maleta, pues su hija se lo llevaba a vivir con ella. De todos los habitantes de Corral con quien entonces tuve contacto era la persona más triste y deprimida que conocí.
Meses después me enteré que su familia para darle una actividad le montaron un pequeño negocio, pero no pudo superar su depresión y un día lo encontraron ahorcado.

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El Carlos, el barco que se hundió en medio de la bahía estaba cargado de harina y durmientes de madera para el ferrocarril.
Al día siguiente empezaron a flotar poco a poco los sacos de harina y la marea los llevó a la playa. Las gentes del cerro de la Marina, que no habían sufrido los efectos del maremoto, bajaban temprano en la mañana para aprovechar la tela de los sacos que entonces se denominaba osnarburgo. Lo grave del asunto es que los quintales al flotar se humedecían unos centímetros de espesor y ello implicaba que la mayoría de la harina debido a esa capa mojada quedaba intacta y aprovechable. La gente que deseaba la tela que utilizaban de ordinario para hace sábanas e, incluso ropa interior, derramaban la harina en la tierra. Cuando se supo lo que hacían se organizaron para recuperar los quintales y mucha gente comimos de esa harina.
Muchos días después, cuando hubo botes, se hacían viajes para salvar lo que se pudiera de las bodegas del Carlos y se empezaron a pescar los pesados durmientes utilizando largas pértigas con los que se ensartaban y subían a los botes. La empresa naviera pagaba por esta recuperación.

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Mis compañeros me pidieron que hiciese un viaje recorriendo la costa para ver lo que había sucedido con la gente que vivía cerca de la orilla.
Recorrí la playa y los alrededores empezando por el camino que al pie del cerro de la Marina conducía a la caleta de Amargos.
Las casas palafito que bordeaban el camino y algunas que estaban pegadas al cerro habían desparecido completamente. Llegando a la playa de Amargos el estero donde lavaban las mujeres y sus grandes piedras había cambiado completamente. El hotel era un montón de ruinas. Muchísimos de los eucaliptus que estaban en el lindero de la playa, ahora estaban cerca de borde del mar. Resistieron bastantes y otros estaban desarraigados. Las viviendas de los pescadores del lado sur habían sido borradas. Solamente permanecían las de arriba de la cuesta y camino que conducía al cementerio y a San Carlos. Al otro lado de la cuesta comenzaba a orilla del mar una barrera de desechos casi continua. Tendría algo más de dos metros de altura. Eran maderos y restos de todo tipo. Más tarde cuando las personas de los alrededores empezaron a tratar de recuperar lo que pudiera servirles, me contaron que se encontraron con las más variadas cosas, incluso en buen estado. Menaje, mercaderías piezas de tela completas… procedentes de los almacenes de Corral,
Encontré más allá de San Carlos arranchados en unas casas del alto las personas que vivían en las cuevas del Morro Gonzalo. Antes del maremoto fui a conocer como vivían aquellas gentes de que me habían hablado. En el morro existían grutas que eran secas y estaban a cierta altura sobre el mar. Si bien las gentes que las habitaban eran pobres, no eran miserables. Las grutas estaban cerradas con tablas y puertas. Se trataba de pescadores y mariscadores. Entre ellos estaba la familia de un ciego.
Después del maremoto las cuevas bajaron de altura sobre el nivel del mar y no solamente habían sido temporalmente invadidas por las aguas, sino que llegaban a ellas las mareas y eran inhabitables. Entonces me confirmé que como empecé a sospechar la tierra cercana al mar había bajado bastante en algunos puntos, al menos donde no existían sólidos cimientos rocosos.

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El equipo de belgas con el que yo vivía aportó fondos para construir algunas embarcaciones tipo ballenera que eran los botes de vela más comunes en Corral. No me acuerdo cuantos días se tardó en reunir los carpinteros de ribera, los materiales y todo lo necesario. La construcción se organizó al aire libre en la plaza frente a la iglesia. Se construyeron unas nueve balleneras de nueve metros de manga. Ahí aprendí algo sobre la construcción de estas embarcaciones.

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Creo que estuvimos absolutamente aislados de Valdivia una semana. La primera embarcación que llegó a Corral fue el Tocho. Un pequeño remolcador de madera. Este remolcador, como los otros que se hundieron, se utilizaban para remolcar hasta Valdivia los lanchones (hechos con cascos de pequeños buques desguazados) donde los barcos que llegaban y salían de Corral movilizaban sus cargas. Generalmente estas cargas que llegaban eran sobre todo trigo para los molinos de Valdivia y mercadería diversa. Cargaban harina, madera, carbón vegetal…
El Tocho descendía por el rio sin lanchones volviendo de Valdivia. El capitán advirtiendo que algo estaba sucediendo mal, optó por hacer entrar el remolcador en uno de los afluentes del Calle-Calle y allí pudo aguantar la subida de del agua. Nunca supe en que condición quedó, pero, si sufrió alguna avería, no fue importante y llegó días después a Corral. Era una embarcación de motor, pero podía llevar pocos pasajeros así que se utilizó para movilizar a las Autoridades y a los enfermos graves.

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Creo que el primer lanchón con ayuda para los damnificados llegó unos diez días después del terremoto. Traía alimentos, ropa… era un lanchón grande. No recuerdo si lo trajo el Tocho o un remolcador más poderoso. Lo consiguieron arrimar a la orilla de la plaza. Colocaron tablones para que los estibadores desembarcasen las mercaderías. Ellos estaban allí en fila frente al lanchón, pero ninguno se movía. Parece ser que uno de los dirigentes discutía con la autoridad del momento quien pagaría la descarga. No llegaron a ningún acuerdo. Estábamos muchos cerca para ayudar. En vista que los profesionales del desembarco no hacían nada, nosotros empezamos a descargar a pesar de nuestra impericia. Recuerdo esto muy bien porque fue la última vez que cargué un saco de ochenta kilos. Creo que fue un hecho vergonzoso y mezquino el de los estibadores.

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Yo seguía descalzo. Eso no me molestaba mayormente, pero me daba una cierta vergüenza.
Solamente los días de helada, cuando tenía que ir a la costa era algo duro y evitaba pisar la escarcha.

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El responsable de mi equipo me preguntó si quería unirme a un grupo de carpinteros contratados por la municipalidad para construir algunas casas para los pescadores de Amargos.
Acepté con gusto porque era la posibilidad de aprender algo de construcción además yo tenía un equipo completo de herramientas de carpintería y mueblería.
Me uní al grupo y construimos seis casas con restos recuperados del maremoto. Eran casas pequeñas y sólidas.

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Semanas después me pidieron que tratase de reconstruir una pequeña casa que se había caído en el cerro Milagro, ya bastante arriba. Donde vivían dos ancianos casi impedidos. El problema era que tenía que trabajar sin ayuda de otra persona. Yo quería poner en práctica mis nuevos conocimientos en construcción y acepté. Tuve que desmontar parte de lo caído y luego remontarlo. Era lo que se llama una media-agua, por tener un techo de una sola pendiente. No recuerdo bien si la terminé o bien por falta de materiales dejé solamente la estructura montada.
Unos vecinos cercanos fueron muy simpáticos conmigo, me convidaban para tomar té acompañado de algún huevo pan.

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Algunos pequeños botes fueron reparados y los encontraron varados en buenas condiciones bastantes días después del maremoto.
Las goletas de los pescadores quedaron totalmente inutilizadas, pero una de ellas parece que estaba en Valdivia o en otra parte y se salvó. Su capitán se llamaba Baeza y era joven. Se podía contar con ella para algunas cosas de traslado de damnificados. Tenía motor.

La condición de las personas que escaparon del las cuevas del morro era de “allegados” en casas de los alrededores mientras se construían alguna choza o buscaban albergue en otra parte. Los más desamparados era la familia del ciego. Las casas de la Aguada, detrás de la Usina y estaban en parte desocupadas así que conseguimos una para la familia del ciego que contaba con varios niños. La mujer que era mariscadora no podía hacerlo ya debería encontrar algún tipo de trabajo en Corral.
Conseguimos que la goleta de Amargos aceptase hacer el traslado. Yo iría a buscarles. Por alguna razón la goleta no pudo hacer el viaje en la mañana. Partimos en la tarde. Buscamos una caletita cerca de la casa en que estaban albergados y se empezó el traslado de sus enseres y la carga de la goleta. No era un trabajo fácil porque la casa estaba algo lejos y la goleta mal fondeada. Me dí cuenta que íbamos a llegar muy tarde a la Aguada, pero no se podía ya hacer nada. Es cierto la gente de los alrededores ayudó con buena voluntad.

Llegamos a la Aguada anocheciendo. La goleta no se pudo acercar a la playa porque la marea estaba baja. Los que teníamos que hacer el desembarco nos tuvimos que echar al mar que nosllegaba casi a la cintura. El agua estaba bastante fría y el fondo era de rocas sueltas de pequeño tamaño, así que difícil de pisar descalzos, pero no teníamos otra opción. Primeramente hubo que pasar al hombro a los pasajeros. A mí me tocó la mujer que llevé a la espalda y creo que algún niño. Después la carga que dejamos amontonada en la orilla. La mujer con los niños empezaron a acarrearla hacía su nueva casa que estaba como a un kilómetro o cosa así. Nunca pensé en que en el fondo marino que pisaba podía encontrarse fierros o alambrones que nos herirían. Tuvimos suerte y ninguno tuvo problemas. Era noche cerrada y todavía quedaba mucha carga amontonada en la orilla. En último momento llegaron voluntarios de la vecindad. Hice yo mismo un viaje con carga. La familia que llegaba se estaba instalando como podía en la casa y unas vecinas habían aportado un brasero. La goleta se había ido. No sé como llegué a mi casa en la noche y en aquella parte del camino lleno de restos de hierro.

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