
Me gusta caminar descalzo.
Me ha gustado siempre.
Nací y me crié en culturas en que la descalcez implicaba la máxima miseria y, dentro de mi estrato social, un ludibrio.
Mucho después viví en países y tiempos en que caminar descalzo era casi corriente o estaba socialmente modelado en lugares y ocasiones.
Durante mucho tiempo este “gusto” o tendencia mía, con otros igualmente “exóticos”, fue un misterio, porque yo no creo que estas peculiaridades de las personas no sean explicables.
Hasta que hubo un momento en que empecé a relacionar, debido a mis estudios de pueblos primitivos y orientales, muchas cosas, entre ellas recuerdos de mi abuela filipina, indonesia y oriental.
Mis gustos excéntricos coincidían con viejas costumbres y usos primitivos. Eran “instintos” o como ahora empezamos a reconocer, “recuerdos genéticos”.
Durante mucho tiempo se ha creído que esos recuerdos genéticos eran los recuerdos de haber vivido en otro tiempo y en otro espacio. Yo no participo de esa teoría, aunque pienso que de alguna manera son transmisiones de INFORMACION de las experiencias de nuestros antecesores.
Creo que estamos muy cerca en la actualidad de empezar a descubrir que no solamente portamos la información genética de nuestras formas corporales, sino también de las experiencias de vida. Lo anterior es precisamente la base del desarrollo humano. Si no hubiese esa misteriosa herencia de aptitudes, nada en nosotros habría avanzado históricamente, seríamos exactamente iguales que el primer Cromagnon, nuestro antecesor.
En consecuencia, no solamente heredamos aptitudes e “inclinaciones” físicas, sino también los recuerdos de las experiencias de vida que nos llevaron a desarrollar esas aptitudes que antiguamente se llamaban instintivas.
Mi abuela me contaba que a pesar de ser hija de una familia burguesa en Manila, gozaba durante las lluvias del monzón escapar a la calle y descalza chapotear en los torrentes que se deslizaban frente a su casa.
Ahora pienso que mis tatarabuelos indonesios hace algo más de cien años caminaban desnudos en las selvas tropicales de las infinitas islas del archipiélago filipino.
Otro rasgo extraño en mis gustos físicos es la necesidad de sol sobre mi cuerpo y aire, lo mismo que una temperatura cálida, siendo así que nací y me crié en un clima continental de temperaturas extremas.
Por el otro lado tengo las influencias árabes de mi abuelo, mucho más lejanas, que me dejaron la añoranza de los desiertos y de la soledad.
Estos rasgos o atracciones inconscientes me han mantenido siempre un tanto alejado de las culturas occidentales en que he vivido, con una sensación mía y de quienes me han rodeado de ser un