NARRACION
UNA MONJA DE HOY
(Sor Imelda de la Cruz)
Este relato que tuvo lugar en Centro América relata bastante cercano a la realidad sucesos crueles de convivencia en un monasterio de religiosas. Nada par escandalizarse, ni para generalizar sobre ello.
Tampoco se olvide las pasiones y odios que se pueden dar en grupos de personas que conviven estrechamente y no son inmunes al encerramiento y la rutina monótona de vida.
Ejemplo histórico aun más trágico fue el de esas primeras carmelitas descalzas compañeras de Teresa de Jesús que fueron denunciadas de tener relaciones sexuales con el demonio por sus hermanas de religión y a quienes la Inquisición quemó públicamente.
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- Si madre. Como usted diga, Madre. Entendido, Madre.
- Yo creo –estaba diciendo la Superiora del convento a su Consejera- que jamás hubo en nuestro convento una monja semejante a sor Imelda.
- Cierto, Madre, aunque ella lleva con nostras varios años se comporta humilde como una novicia.
- - Comprenda Consejera, me gustaría que con ella las cosas fueran de otra manera. Debo serle franca, ella es una persona que me infunde miedo.
- Yo creo, Madre, que se trata de una sana.
- No, Consejera, no se trata de una santa, por más que yo nunca haya conocido alguna.
- La vida de los santos…
- Déjese de frases hechas. Las cosas no se dan en la realidad como se leen en los libros. Yo no creo en esas vidas de santo, como las que se leen en el refectorio, durante la comida. Usted que es una persona tan aguda tampoco puede creerlas. Es imposible concebir a esos santos, la vida es muy diferente.
- Usted, Madre, con su larga experiencia capta en sor Imelda debilidades que a nosotras, las del común, se nos escapan.
- Escuche, Consejera, los halagos me disgustan, aun cuando sean sinceros. Usted, aunque se hace “la mosquita muerta”, conoce muchísimas más cosas que yo dentro de esta comunidad. Ciertamente no deseo que mi celda sea una central de espionaje y evito con cuidado los chismes que hacen infame la vida conventual.
- Madre yo…
- No se disculpe sor, eso no sirve para nada delante de mí, ni de Dios. No la estoy, tampoco, acusando. Ignoro pecados o faltas ocultas de Imelda, por eso es que me siento desconcertada de un comportamiento tan humano, tan corriente. Necesito conversar con alguien como usted respecto de ella. Supongo que para situaciones como esta, la tengo como Consejera nombrada por la comunidad.
- Usted no ignora que Imelda por profesión y derecho es monja de Coro y que trajo a nuestro convento una dote mucho más importante que la suya y la mía juntas.
- Algo de ello se dice.
- ¿No se ha preguntado alguna vez por qué la hemos convertido en Hermana Conversa y la servidora más humilde de la comunidad?
- Se dice que ella lo solicitó.
- Es mejor que se crea así, pero ella nunca lo solicitó. Lo que la voy a detallar es algo altamente confidencial. Tiempo atrás cuando ella entró en el convento hacía ya mucho tiempo que no teníamos hermanas Conversas. La razón es conocida. En nuestro tiempo nadie quiere entrar en una comunidad para ser alguien de último rango y una servidora de las demás.
Ahora le explicaré. La Superiora que recibió a Imelda no deseaba que se nos uniese por una sencilla razón de orden práctico. Imelda era una joven estudiante universitaria hija de una de las más ricas y poderosas familias de nuestra región. Mi predecesora juzgó que integrar a nuestra comunidad a una persona así sería un elemento disolvente siendo todas nosotras hijas de campesino pobres y poco menos que iletradas.
La tuvo que aceptar contra su voluntad por decisión de nuestros Superiores eclesiásticos que no entienden nada de los problemas de una comunidad. Disgustada la Superior de ese tiempo decidió hacer muy difícil la vida de Imelda para que ella, de su propia voluntad, renunciase a la vida religiosa. Hay que decir que no era solamente el sentimiento de la Superiora sino la de toda la comunidad . Nos sentimos humilladas con la presencia de aquella hija de ricos que siempre había vivido de una manera tan diferente a la nuestra. También, creo yo, deseábamos vengarnos en ella por nuestra baja extracción social.
La Superiora de ese tiempo muy inteligentemente pensó que debía comportarse con especial astucia en un caso tan delicado. No se podía enemistar con una familia tan influyente y menos desobedecer nuestros Superiores.
Así que la recibió como monja de coro y así, más tarde, profesó. El hacerla vivir como Conversa o Lega, era la parte del plan para que se fuese.
- ¿Y como reaccionó Imelda?
- Admírese. No reaccionó en absoluto. Aceptó todo con naturalidad y hasta el día de hoy lo sigue haciendo. Usted puede comprobarlo se la ve feliz en invierno y verano, con frío o calor, Cavando el huerto, plantando, llena de polvo o cubierta de barro, escardando, acarreando abono, agua u ordeñando la vaca. Si le sobra tiempo, lavando platos o trapeando el piso…
- ¿Nunca en todo este tiempo se ha manifestado fastidiada o atropellada?
- Nunca, que yo sepa. Cuando ella entró en el Monasterio yo era Consejera, como usted lo es ahora. La antigua Superiora me reunió con la Maestra de Novicias y juntas elaboramos ese plan. Sin duda que no con todo detalle, pero sí en sus líneas generales. Pensamos que sería la mejor estrategia para que rápidamente decidiese abandonar el convento que le resultaría insoportable. Evitamos siempre todo tratamiento áspero y decidimos que todo le pareciese lógico y plausible. Incluso nos abstuvimos con ella de toda las reprensiones que se hace a las novicias por sus faltas o sencillamente para probarlas.
La explicamos ingenuamente lo que era verdad, el hecho que el monasterio necesitaba que hubiese alguien que realizase las labores serviles y que esto lo debía hacer una monja de Coro, faltas como estábamos de Hermanas Conversas. De ello se encargaba la última novicia que entraba hasta que llegase una nueva y la reemplazase. Esto era parte de la prueba del noviciado. Pensamos que admitiría aquel motivo burdo y así fue. Caída en la trampa por nuestra parte un lento y continuo rigor en las exigencias haría que el trabajo humillante y penoso la fastidiase, repugnase y, finalmente la quebrase y decidiese irse en forma voluntaria. Así que convencidas que una “pulida señorita” como ella tendría mucha dificultad en adaptarse al trabajo del campo la encargamos del cultivo de la huerta sin dispensarla por ello de los otros trabajos serviles que pudiera ejecutar en sus escaso tiempos libres. Indudablemente que deseábamos igualmente que el trabajo físico excesivo al que no estaba acostumbrada derrumbaría su perseverancia. Desde luego que procedimos con prudencia en nuestras exigencias par que no fuera notorio. Desde luego, despedimos al hortelano que nos servía quien se fue con todas sus herramientas y nosotras ignoramos que ella las necesitase. El resultado de nuestras artimañas fue decepcionante. Ella se adaptó rápidamente y supo solucionar sus problemas ingeniosamente utilizando todo aquello que le podía servir para su trabajo o simplemente utilizando sus manos desnudas, cosa que nos admiró sin desanimarla el trabajo, la suciedad.
- ¿Nunca reclamó ayuda?
- No, Consejera, nunca. Por ello, un poco exasperadas, dimos un paso adelante. Como la Santa Regla, no dice mucho sobre las Hermanas Conversas, nosotras hemos ido inventando una serie de reglas con el fin de hacerla la vida lo más incómodo y humillante posible.
La separamos de las otras novicias con el pretexto de que ella, debido a sus menesteres, tenía que tener un horario diferente y que esto sería solamente una cosa momentánea. Pensamos que la soledad y falta de comunicación sería par ella muy deprimente. Le entregamos como hábito uno viejo y ridículo por sus remiendos y no le proporcionamos ropa interior alguna con el fin que se sintiese más incómoda. La prohibimos el acceso a libros y útiles para escribir, alegando que si entraba una Hermana Conversa iletrada se sentiría humillada al compararse con ella.
Pasaron los meses y la observábamos cuidadosamente esperando que todas aquellas pruebas e incomodidades la derrumbarían pronto o tarde. Espiábamos el momento pra dar una vuelta al tornillo y conseguir el quebrantamiento de su decisión que opinábamos desesperada.
Ella, en cambio, parecía adquirir habilidad, fuerza física y manifestaba buen humor.
Su actitud en vez de edificarnos comenzó por ser para nosotras una especie de desafío personal, un insulto. No entendíamos aquella perseverancia, sino como fruto de su orgullo y el deseo de demostrarnos que ella era “la mejor”. Usted sabe que cuando esto raramente sucede, el único deseo es quebrar a esa novicia y demostrarla que no se desafía a las que tienen el poder en el convento. Así que aumentamos nuestras exigencias sin obtener otra cosa que
- ¡Está bien Madre! ¡Haré lo que pueda! ¡Trataré de cumplir lo que me pide!
- Había pasado la mayor parte del tiempo de su noviciado y debía hacer sus votos. Nosotras nos sentíamos fracasadas e indignadas. Las mujeres maduras, Consejera, nos convertimos con facilidad en seres demoníacos, crueles e injustos cuando nuestro orgullo se ve amenazado. Empezamos a usar con Imelda una conducta cruel e inhumana.
La quitamos su celda abrigada y la enviamos a vivir en la oscura y húmeda bodega de las papas, donde aun vive. Alegamos que necesitábamos de urgencia su celda para la novicia que acababa de llegar y que ella trabajaría más cómodamente estando cerca de la huerta y la vigilaría mejor. Añadimos que el cambio para unos días hasta que la habilitásemos un lugar más decente. Indudablemente olvidamos entregarle un camastro, colchón y ropa de cama. Empezamos a quejarnos que las alpargatas, ya viejas, que le dábamos, duraban poco y le pedimos que no las usase durante el trabajo.
El invierno era muy helado y creíamos que no resistiría la prueba. Imelda se habituaba a todo, aparentemente, sin amargura, Todo aquello nos parecía incomprensible, pues sabíamos que era inteligente y tenía que comprender nuestras malas intenciones.
Desesperada por nuestro fracaso, mi antecesora decidió jugarse su última carta. Solemnemente llamó a Imelda al Capítulo y delante de todas le habló:
- Hija mía, queda ya pocos días para tu Profesión y votos definitivos. No veo motivo alguno para que nuestra Comunidad te niegue el honor de proferirlos. Queremos saber si estás decidida a hacerlos.
- Si, Madre.
- Existe una decisión de esta Comunidad que para ti puede ser excesiva. Tus servicios a la Comunidad son tan del agrado de todas nosotras que tenemos el deber de decirte, bien que tu profesión sea como Hermana de Coro, todas deseamos unánimemente que continúes en los menesteres pesados que te encomendamos, pues nuestra alimentación mejoró notablemente y podemos dedicar más tiempo a la oración.
- Trataré de servir a la Comunidad en lo que ella juzgue más útil.
- Dados los especiales momentos de perturbación por los que atraviesa nuestro país, nuestros Superiores nos piden intensificación de nuestras oraciones y penitencias.
Te ordeno, que sin abandonar tus menesteres nos declares que penitencias ejercitarás como preparación a tus votos.
- Madre, yo no encuentro ningún sentido a esas penitencias masoquistas que se leen en la vida de los santos. Son artificiales e insanas.
- Al oír esa declaración, la Superiora, mi antecesora, exultó. Era la fisura tan largamente espiada en Imelda.
- Hija mía, lo que has dicho es pecado y vas contra las sagradas costumbres de nuestra Orden y de la Iglesia. Contra el ejemplo de nuestro Salvador.
- Nuestro Señor no se azotó a sí mismo, Madre, lo hicieron los verdugos y no por penitencia, sino porque se atrevió a decir la verdad.
- Lo que dices, Imelda es puro orgullo y lo castigaremos. De ahora en adelante demostrarás a la Comunidad con tu comportamiento lo arrepentida que estás de ello.
- Resumiendo. La Superiora se encarnizó en malos tratos y humillaciones con ella. Tuvo que darle la Profesión, pero Imelda enfermó. No se le proporcionó cuidados especiales. Tan pronto como se recuperó volvió a sus tareas ordinarias. Yo pienso, personalmente, que no es rebelde ni orgullosa, pero tampoco sumisa. Es demasiado humana, demasiado mujer.
Sabe Consejera, le repito, me dá miedo. A veces pienso que tampoco cree en Dios, al menos como nosotras.
- Madre, ¿Acaso no se encuentra ofuscada por los reveses que sufrieron?
- Es posible, Consejera que sea así. Sin embargo, sus opiniones respetuosas y firmes que chocan con nuestras creencias y tradiciones sobre la oración, las devociones, las penitencias me desorientan y me confirma que es una Hermana que debe estar alejada del trato con las demás. Además produce en muchas de ellas irritación. Si hiciese lo que se cuenta de los santos, la admirarían. Es cierto que ella cumple con las reglas, pero parece que lo hiciera jugando y no como las fanáticas. Necesito su consejo, porque Imelda ha llegado a ser para mí una obsesión.
- Madre, creo que Imelda es “diferente”.
- Usted es genial, Consejera. Eso es lo que la vengo diciendo. Lo que yo deseo es que me ayude a comprender sus motivos íntimos.
- ¿Para poderla expulsar?
- Ya ese no es el caso. Ahora nos es muy útil. Solamente para saberla manejar y para que no se convierta en amenaza de la paz común. Yo he aprendido que se maneja a las personas cuando se conocen sus móviles de conducta, sus vicios ocultos. Ella es una mezcla de asno y Cenicienta en la comunidad. Está segregada de la vida común. Estoy convencida que esa vida, a la larga, no se puede aguantar ni por orgullo, ni por santidad. Por tanto existe algo en Sor Imelda que se nos ha escapado siempre.
He decidido que usted, Consejera es la persona indicada para investigarla a fondo. Piense en la manera de hacerlo. No me importa el cómo. Si llegamos a conocer el fundamento de su fuerza interior nos será muy útil por diferentes motivos.
- ¿Usted, Madre, quiere que yo me convierta en espía?
- No me importa en absoluto en lo que se convierta lo que quiero que me presente pronto un plan para solucionar este problema y se lo ordeno en virtud de la “santa obediencia” cuya desobediencia significa pecado mortal y graves castigos.
¡Váyase ya y no diga a nadie algo respecto a esta conversación!
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- Madre, he meditado mucho respecto al mandato que usted me hizo. Yo no tengo nada contra Imelda y eso me favorece. He rezado mucho para que Dios me ayude. Se me ha ocurrido un plan. Debo compartir por un tiempo la vida con ella para que confíe en mí. Está segregada de la comunidad y esa es una de las razones para que sepamos tan poco sobre ella. Usted me puede como castigar públicamente y enviarme con ella, así se sincerará conmigo como con una compañera de infortunio y la podré estudiar.
- Consejera, el plan suyo me parece bueno, aunque temo que sea demasiado duro para usted.
- Creo que no tanto. Cuando vivía en el mundo mis trabajos en la casa de mi patrona eran bastante semejantes. De niña y jovencita tuve que trabajar en el campo. Estoy acostumbrada. Usted sabe bien que si la Patrona a quien servía no me hubiese entregado la dote, nunca habría sido monja de Coro. Por el bien de la Comunidad y por su mandato de “santa obediencia” lo puedo hacer por un tiempo.
- Admiro su temple de espíritu, Consejera. Ahora bien ¿Cuál será la falta tan grave par que yo la degrade? Tiene que ser una falta que no implique pecado alguno.
- Podría sorprenderme usted o alguien enviado por usted, fumando marihuana. Yo lo hacía antes de entrar en el convento. En la huerta hay hartas plantas de cáñamo. Fumar eso no es pecado. Usted puede fingir mucha indignación y pedir al Capitulo un castigo ejemplar.
Puedo robar vino, como lo hacen varías Hermanas de las antiguas e, incluso dos Capitulares, así podría matar dos pájaros de un tiro. Con mi fingido castigo ellas tomarían miedo. Hace tiempo que yo deseaba que usted supiese eso y que llegan medio borrachas a los Maitines.
- ¿Qué me está diciendo, Consejera, pueden existir Hermanas tan desvergonzadas en nuestra santa comunidad?
- Se trata de dos de las Capitulares más antiguas. Perdone que la diga que usted parece bien poco enterada de las cosas que ocurren en nuestra comunidad.
- La Superiora debe estar informada de todo.
- Perdone Madre mi atrevimiento, se lo digo por mi deber de Consejera. Una Superiora debe vivir entre su Comunidad y no aislada en la torre de plata de su celda prioral, esperando que le lleguen las hablillas y chismes de su comunidad.
- Hermoso discurso, Consejera. Creo que se ha extralimitado en sus atribuciones. ¿Cómo se atreve a quererme dar normas de gobierno. Váyase a su celda y yo tomaré las decisiones que estime convenientes.
- Este es mi sentir; madre. No he querido pasarla a llevar, es lo que yo quisiera escuchar si fuese Priora.
- Afortunadamente espero que no lo será nunca. ¡Váyase le dije!
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Esta sor Consejera ha ido demasiado lejos.
“Si alguna vez llego a ser Priora”. Estúpidamente descubrió sus ansias de poder. Además metió sus narices allí donde no debía. Ella a su manera se ha puesto inmanejable. ¿Creerá que se llega a mi puesto ignorando beatamente todas las miserias de la comunidad, incluso las mías.
El poder, aunque sea minúsculo como el mío, únicamente se obtiene tejiendo complicadas telas de araña. Conozco lo de las borrachas y otras muchas cosas que la darían escalofríos saberlas.
Ella callaba lo que sabía porque sin duda pensaba manejar a las Capitulares en las próximas elecciones. Yo tenía que haberlo sospechado ya hace tiempo. Aspira a ser Maestra de Novicias y luego, evidentemente, Priora.
La tonta con su plan para estudiar a la Imelda no sabe que se ha cavado una tumba definitiva y más profunda que la de la propia Imelda. Ella con sus estudios y su influencia familiar ya sería nuestra Superiora, nuestra Patrona. Hábilmente la supimos neutralizar. Eso mismo haré con la Consejera, viborilla de mala raza, dispuesta a morder la mano que la protegía.
La Comunidad estará feliz de tener dos servidoras y esclavas, porque estoy dispuesta que eso es lo que tendrán que ser.
Además La Consejera sentirá en su propia carne lo que es desafiarme. Se lo prometo.
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- Vamos a ver sor Engracia y sor Atanasia, tengo muchas cuentas que arreglar con ustedes. Las he llamado porque se están portando muy mal. Ustedes son un par de viejas incorregibles y viciosas. Además cada vez más imprudentes. Hasta ahora no he tenido en cuenta su proceder y en vez de agradecérmelo han ido tan lejos que hasta sor Leticia, la Consejera, conoce todos sus latrocinios de vino y, quizás las otras cosas que hacen. Ahora faltaría que todo ello se corriese en la Comunidad. Entonces ya no podré hacer nada por ustedes.
- Por favor, Madre.
- ¡Cállense! Hace años que conozco sus tontas disculpas. No las protegeré más, ni siquiera por sus votos capitulares para mi próxima reelección. Con sor Imelda les voy a enviar.
- Nos enmendaremos. Somos muy viejas para trabajar. Seremos las más sumisas de sus hijas... No la daremos más disgustos.
- Esta será la última vez ¿me escuchan? Para que aprendan dentro de poco voy a hacer un escarmiento terrible con alguien y con ustedes seré aun más rigurosa. ¡Váyanse de mi vista, viejas desgraciadas.
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A degeneradas como ellas sé bien como manejarlas. Me voy a ocupar con esa aprendiz de víbora que es la Consejera. La voy a liquidar de por vida. Un vasito de vino y unas cuantas píldoras de las que me da el médico para dormir van a hacer milagros con ella. Ya se me ha ocurrido la escenita de teatro, que va dar que hablar a la Comunidad por años.
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- ¿Qué piensas Engracia de la escenita que nos ha hecho la reverenda Madre Superiora?
- Mus sencillo Atanasia ella cree tenernos en su puño. Ella sabe que nuestros votos son imprescindibles para su próxima reelección. No puede ir muy lejos con nosotras. Basta con que pongamos cara compungida y sigamos haciendo lo de siempre. Yo creo que ella tiene ahora otros gatos para perseguir.
- ¿La Consejera?
- Eso creo.
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- Sor Consejera.
- Dígame, Madre.
- He aceptado su proposición respecto al caso de Imelda, Únicamente que he decido yo como hacerlo. Usted, en virtud de la “santa obediencia” cumplirá mis instrucciones tal como se las dictaré sin hacer preguntas.
- Obedeceré, Madre.
- Es muy sencillo, mucho más de lo que usted propuso.
- Esta noche después de los Maitines, irá a la sacristía a preparar las ropas y ornamentos para los oficios solemnes de mañana. Mientras lo hace tomará unos pequeños vasitos de vino, yo no la propongo emborracharse. Nada más para que tenga el olor. Luego se irá a su celda y yo iré a darle el resto de las instrucciones.
- ¿Entendió bien?
- Si, Madre.
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- ¿Has sabido el tremendo escándalo de lo que hizo sor Leticia?
- Es increíble que puedan suceder cosas como esas en nuestro convento.
- Siempre existen ovejas sarnosas en todas partes. La suerte es que la sorprendiese la Madre Superiora.
- Pura casualidad, digo yo.
- Sor Leticia parecía tan ejemplar.
- Pues resulta que es una perversa sexual.
- Y…además sacrílega.
- Si, dicen que estaba completamente desnuda y se había puesto encima la casulla que ni siquiera cubría sus vergüenzas...
- Se quedó dormida, borracha, mirándose al espejo.
- Dicen que vivía en el mundo con una señora a la que servía, ellas dos debían hacer esas cochinadas. Así, dicen que son las solteronas ricas. No teniendo hombres se satisfacen con sus sirvientas. A mi la Leticia nunca me gustó.
- ¿Dónde está ahora esa pecadora despreciable?
- En la celda de castigo. La Madre Superiora delibera con las Capitulares el castigo público que la impondrán. Dicen que están consultando las antiguas costumbres y la Regla.
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- Reverendas Madres Capitulares, Hermanas de Coro y Hermanas Conversas. He reunido este capítulo Extraordinario en virtud del grave escándalo sucedido días atrás.
- ¡Sor Leticia de la Encarnación, salga al centro y póstrese en el piso cara al suelo y con los brazos en cruz.
Lamento, mostrarles a esta Hermana vestida con ornamentos sagrados tal como fue encontrada. Digo vestida aunque como ven desnuda en forma obscena y sacrílega. Sé que el espectáculo es bochornoso para la honestidad y pureza de ustedes, pero juzgo necesario presentárselo tal como sucedió para que comprendan el drástico y ejemplar castigo que ella merece.
Yo, con mis capitulares hemos examinado los antiguos códices de nuestra Orden hemos tomado las decisiones que juzgamos son las ejemplarizadoras para ovejas sarnosas y despreciables como ella.
En la historia de nuestra Orden, ciertamente hubo casos terribles, pero afortunadamente existía la Santa Inquisición que los tomaba a su caro Inquisición y hacía investigaciones y castigos ejemplares que beneficiaban y limpiaban la cristiandad. Hoy la relajación de las costumbres hace imposible esos santos y ejemplarizadores castigos y me delegan el deber de tomar medidas menos severas pero igualmente necesarias.
Por desgracia esta hermana viciosa e hipócrita había logrado engañarnos a todas nosotras de tal forma que la Comunidad por unanimidad la había designado como mi Consejera. Me culpo de mi negligencia por no haberla desenmascarado antes que diese tan vergonzoso espectáculo.
Las Madres Capitulares y yo hemos decidido tomar las medidas ejemplarizadoras para castigar a esta hermana irreparablemente pecadora. Pido en consecuencia que por unanimidad las aprueben puesto que han sido tomadas de las más antiguas tradiciones de nuestra Orden para casos semejantes. En consecuencia:
1. Sor Leticia de la Encarnación queda destituida de su cargo de Consejera, perdiendo desde hoy todo derecho a “voz y voto” en cualquier acto conventual.
2. Como “oveja sarnosa” y “sacrílega queda excluida del servicio divino en el Coro pasando al rango de Hermana Conversa y servidora a perpetuidad.
3. Permanecerá segregada del resto de la Comunidad por ser considerada su presencia, trato y conversación dañino a la misma.
4. La Madre Superiora actual y las que le sucedan dispondrán a su arbitrio las medidas de castigo y penitencia que juzguen convenientes para su enmienda Incluyendo, si fuera necesario, la reclusión a perpetuidad en la celda de castigo.
-.Bien agradezco a la Comunidad la plena autorización concedida por votación unánime. Ahora doy la palabra para que cualquiera pueda sugerir las medidas disciplinarías inmediatas a aplicar a esta pecadora.
- Yo sor Engracia del Espíritu Santo sugiero que esta perra inmunda que no dudó de exhibir su cuerpo desnudo, templo de Dios, desnude sus espaldas todos los viernes del año para recibir públicamente los azotes aplicados por cada una de nosotras como ordena la Santa Regla en el caso de las faltas gravísimas.
- Yo sor Atanasia de la Encarnación digo que al castigo corporal de todos los viernes del año sin excepción, se añada su ayuno a pan y agua que tomará de rodillas en medio del refectorio y que luego, después de ser azotada, se tienda en la puerta para que todas pasemos pisándola como el desecho humano que es.
- Tiene alguien algo que añadir.
-Si. Yo sor Fulgencia, aunque novicia, me atrevo a proponer que esa hermana despreciable cada vez que encuentre una hermana n los claustros se arrodille y humildemente le bese los pies en señal de arrepentimiento.
- Bien me parecen las penitencias sugeridas y si nadie tiene objeción a ellas, ordeno que se ejecuten tal como se han propuesto.
Sor Secretaria tome el Acta de este Capítulo Extraordinario.
Yo. Como Priora legítimamente elegida, sanciono todo lo acordado por unanimidad y determino que desde este momento se ejecute.
Sor Engracia sáquese reverentemente ese ornamento sagrado y traigan las disciplinas para que aprenda en su desnudez impura el peso del látigo empuñado por las manos justicieras de cada una de sus hermanas. Que los verdugones sean su vestidura. No tengan lástima de la pecadora.
. He dicho.
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-No sigas llorando, Leticia. ¡Cálmate! Trata de descansar. Has sufrido demasiado desde ayer. Por el momento es irreversible lo que te ha sucedido.
- Tú me condenase con todas las demás. La Madre dijo que se me condenaba por “unanimidad”. Tú también crees que soy culpable.
- Debes recordar que las hermanas Conversas carecemos de voz y voto.
- Tú no eres Conversa.
- Que importa eso. Igualmente se me trata como tal.
- Tú tienes el derecho de votar. Por tanto la votación no es válida.
- Eres muy ingenua. Aunque llegaran a aceptarlo, un voto en contra carece de todo valor.
- No te comprendo. Realmente no eres ni siquiera una hermana Conversa, eres una esclava, te han tratado siempre como tal y la misma Madre me lo ha dicho con todas las letras. Quisieron que fueses del Convento y ahora se vengan porque no lo consiguieron. Ahora somos dos las esclavas. Tú porque te empecinaste en quedarte, yo porque sé demasiadas cosas feas de la comunidad.
Además se dieron cuenta que tengo ambiciones de cambiar toda esta podredumbre. ¡Voy a escaparme! Tengo que dejar para siempre este lugar abominable.
- ¿Escaparte? Me parece bien difícil por el momento. Podrías llegar a hacerlo porque eres fuerte y físicamente no es imposible. Ellas darán cuenta inmediatamente a las autoridades y con motivo de la guerrilla el ejército nos rodea. Dirán que estás loca o algo peor. Creo que debes esperar el momento oportuno y corras el riesgo de cometer errores.
- ¿Por qué podría ser peor mi situación? Creo que ya nada puede ser peor. En este momento rejuzgan la última basura del convento y me van a tratar como tal. ¿Quieres que te muestre mis espaldas? ¿Cuándo se escuchó que se azotase en pleno Capítulo desnuda a una monja?
- Tú ya estabas desnuda. Además lo único que esperan es que cometas otro error para condenarte a la celda de castigo. Allí te volverías loca de verdad.
- Ya me han tenido allí dos días. Es terrible permanecer en ese espacio de tres metros de largo y uno de ancho, con una minúscula ventana muy arriba.
- Ahora sería peor, pues piensan encadenarte.
- ¿Cómo lo sabes?
- Sor Engracia, por orden de la Madre vino a buscar cadenas a la bodega. Se llevó algunas de las que se utilizaban para el arado. Dijo que las perras deben ser encadenados. Me paree que es sádica.
- Y…borracha. Es una de las que se roban el vino y llega borracha a Maitines. Es un voto seguro para la Priora que las maneja en su favor porque conoce sus vicios. Por eso inventaron mi escándalo, para cubrirlas a ellas y a otras aun más viciosas que se acuestan juntas. Yo no me emborraché. Tomé solamente un vasito de vino según me habían mandado, algo pusieron en él. Después no recordé nada. Cuando desperté estaba tirada desnuda con una casulla de decir misa solamente, tal como después me viste en el Capítulo.
¿Te dejaron esos dos días en la celda de castigo con la casulla?
--No. Me dejaron desnuda, como me parió mi madre. No sabes el frió que pasé tirada en el piso sin nada para cubrirme.
Pero ahora comprendo por qué nunca tú has ido. También tienes miedo...
De ninguna manera. Yo estoy aquí sin ninguna determinación de castigo. Siempre han sido corteses conmigo. Solamente deseaban que me marchase.
- Pero eso las indignó, el que no lo consiguieran. Están intrigadas no saben ni adivinan por qué no te quejas. La Madre quería que yo te viniese a espiar. Probablemente aun ahora espera que lo haga y me hará falsas promesas o añadirá castigos. Pero no lo conseguirá. Te odian, Fingiendo no hacerlo , nos harán más pesada la vida, a cada una por un motivo diferente.
- Supongo que ahora que te aclarado todo no te sentirás tan contenta y feliz como tratas de parecerlo.
- Aunque no lo creas me encuentro bien y contenta.
- Imposible. Mientes o estás loca o bien tienes alguna perversión.
- Puede ser que sea como dices. Yo no puedo explicarte mejor lo que siento.
- Mira a tu alrededor esta bodega inmunda en que estás viviendo. Húmeda, sin ventanas ni luz, piso de tierra barroso. Llena de alimañas . ¿Existe mucha diferencia con la celda de castigo? Aquí solamente la forma de castigo es diferente, no sé si peor. Me siento enloquecer comparándola con mi linda celda encalada, asoleada y limpia.
- Escúchame bien, hermanita. Yo vivo fuera de aquí casi siempre. Mi celda es inmensa, asoleada, seca, adornada con árboles, pájaros, flores de mil colores… ¿qué más podría desear?
- No digas tonterías. Tienes que venir a dormir aquí para tener por cama esos sacos viejos sobre un montón de pasto seco.
- Se llega con tanto sueño y cansancio que no se tiene tiempo siquiera de considerar esas cosas. No es como allá arriba en que ustedes, hartas de repetir oraciones que escasamente entienden, pasan el resto del día sentadas buscando pequeños menesteres para matar su aburrimiento.
Lo que te sucede, hermanita es que estás muy llena de la historia de tu pasado y de lo que pensaste sería tu futuro.
Te sentías muy importante y triunfadora. Todo se te derrumbó y…
- Si. Ahora soy la última basura del convento. Pecadora pública. Esclava declarada como tú que careces, creo, de dignidad, ya que no te rebelas contra tanta injusticia.
- ¿Qué es para ti la dignidad? ¿Las comodidades burguesas? ¿La consideración social con la que piensas que se te respeta? ¿Tú crees que nuestra santa fundadora creía en ello o bien deseaba ser pobre entre los pobres? ¿Sabes por qué se descalzó y adoptó la alpargata, la esparteña de los más pobres? Sencillamente para simbolizar quería ser una de ellos y por lo mismo se resistió a vivir de rentas deseando alimentarse con el trabajo de sus manos. Los pobres sabes muy bien que en nuestro país son menos que basura y que por eso existe la guerrilla.
- Todo lo que dices, Imelda, lo conozco mejor que tú. Yo era pobre por nacimiento y por eso sé lo degradante que es. Con mi esfuerzo y paciencia escapé de ello para ahora caer aun más bajo. Ni siquiera fué por mi culpa sino como víctima de un infame complot.
- Eso quiere decir que te hiciste monja para ascender en la escala social.
- Ahora veo claro que así fue.
- No importa lo que fue antes ni tus posibles equivocaciones. Olvida el pasado y el futuro. Trata de vivir feliz este presente que es lo que tienes ahora. Acepta la experiencia de ese despojamiento extremo como algo que te libere de ti misma.
- Muy fácil de decir ¡acepta! Tu vives esto porque quieres. Bastaría una palabra a tus parientes para que las monjas temblasen y te hiciesen su Priora. Yo estoy deshonrada, tendré que arrastrarme día tras día bajo las mesas besando sus inmundos pies mientras ríen de mi humillación y más aun, los viernes tendré que desnudar mis espaldas para que me azoten esas vírgenes podridas de orgullo y lujuria reprimida.
- Termina de compadecerte a ti misma de manera tonta e inútil. Te mueves entre la compasión y la rebeldía. Ninguna de las dos cosas te benefician. Nada te tocará si tú no quieres. Si tú de alguna manera no eres la cómplice de ellas.
- Empiezo a pensar, de nuevo, que estás loca.
- Puedes pensar lo que quieras. No lo digo porque te desprecie, acepto tu juicio. Algo diferente es que crea o no crea en él. Nada es importante, sino VIVIR EL MOMENTO y eso vale para ti y para mí.
- Me siento sucia pensando en todo lo que han dicho de mí. Estoy desesperada por toda la vergüenza y dolor que me han hecho sufrir y más aun por la que me espera por delitos que no he cometido.
- ¿Has pensado alguna vez como se siente una prostituta después de haber sido obligada a dar placer a varios hombres?
- ¿Cómo te atreves a compararme con pecadoras semejantes?
- ¿Crees que nosotras somos mejores que ellas? Para miles de mujeres prostituirse significa un día más de alimento para su familia. Para otras, las esclavas sexuales, es no ser sometidas a castigos que en comparación los tuyos les parecerían deseables.
- No me hables más todas son mujeres pecadoras y viciosas.
- Tu orgullo de virgen te ciega. No te deja darte cuenta del mundo real. Pero ya hemos hablado bastante. Te podría dejar que descansases, pero el seguir pensando en ti y en tus problemas te hace daño. Vivamos ahora.
- Ya me has repetido hartas veces tu frasecita final. Está bien, trabajemos.
- Aquí tienes una túnica de trabajo y el sombrero de paja. Vas atener un poco de frío con el cambio de ropa porque el día está fresco. Te acostumbrarás a no usar más la ropa de lana. El frío se pasa trabajando. Las alpargatas déjalas colgadas porque los ratones se las suelen llevar.
- Yo no no voy a trabajar descalza.
- No tienes otra solución. Solamente aquí me entregan alpargatas cada seis meses y ya usadas. Más difícil te va a ser estar largas horas en la helada iglesia a pie pelado.
- Me voy a enfermar, Me voy a resfriar. Me clavaré espinas, vidrios. No, descalza, no.
- Haz como gustes. Es mejor que tomes las cosas como se dan y adaptarte a ellas. Si no lo haces vas a tener muchos problemas. Ellas te observan y van a explotar tus puntos débiles. Además te vas a resfriar de verdad si andas todo el tiempo con los pies mojados en tus alpargatas. Las espinas atraviesan limpiamente esas suelas de esparto ya gastado y como te creerás protegida pisarás descuidadamente. Cuando uno se sabe frágil es más cuidadosa. Todas estas cosas no te las digo por teoría sino porque yo misma las he experimentado. Se aprende mucho cuando una evita ponerse rígida de cuerpo y alma. Así aprende a VER.
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Después de tantos días y vuelves a llorar inconsolablemente Leticia. ¿Qué podré hacer por ti? Hace varías horas que tocaron a “silencio” y tú aun no puedes dormir.
Aunque mis palabras valgan poco te aseguro que no hay nada grave ni irreparable en cuanto te sucede. Te sientes demasiado importante ante tus propios ojos y por eso sufres tanto. Trata ese pasado y olvidarás el haber perdido honra, comodidades, al final todo eso es NADA.
-.No quiero que quebrantes por consolarme las reglas del “silencio mayor” que es un pecado. Déjame llorar mis desgracias.
- No te preocupes por eso. El amor es más importante que el silencio. Hablemos, si ello te consuela.
- Si las “otras” fueran como tú me creerían que nunca me emborraché ni me desvestí. Ni siquiera el vasito de vino que tomé lo hice por vicio sino que me obligaron en virtud de la obediencia. Después no supe nada. Caí como fulminada. Todo fue una trampa. ¿Tú me crees?
- Si, te creo.
- Si tú me hubieras juzgado ¿me creerías?
- No sé ¿para qué discutir posibilidades? Te habría escuchado, investigado, buscando que es lo que realmente había ocurrido.
- Eres distinta. Alguien que en ocasiones, me parece incomprensible. Toda la Comunidad opina lo mismo, eres un misterio para ellas. Nadie comprende que aceptes la vida a la que te han condenado. ¿Te gusta sufrir? Ellas piensan que todo lo que haces es por orgullo y por eso te persiguen para intentar quebrarte.
- No me gusta sufrir. En realidad no sufro. Pienso que se sufre cuando se quiere sufrir.
- Te estás burlando de mí. Yo tampoco quiero sufrir y en cada momento aumenta mi dolor, rabia y odio.
- Sufrimiento y alegría son “ilusión”. Las creamos nosotras mismas. Pensamos (porque así nos lo enseñaron) que unas cosas son “buenas” y las otras “malas”. Con unas nos entristecemos, con las otras nos alegramos.
- ¿Me quieres convencer que a esta miseria horrible que nos condenaron es “ilusión”? ¿Qué el lujo y riqueza que tenías en tu casa, también eran ilusión?
Yo de niña viví parte de lo que ahora compartimos porque yo no nací como tú en una cuna dorada. Entre nosotros ni siquiera se conocían las cunas. Lo que jamás se entendió entre nosotras es que tú en vez de entrar en un monasterio de personas de tu clase escogieras el nuestro de monjas analfabetas y rústicas. Entérate de una vez que es por eso por lo que te odian.
- Escucha hermanita Leticia. Tú por ser pobre no dejas de ser una persona muy inteligente y sagaz. Es una de las razones por la que te eligieron como Consejera a pesar de tu juventud. Cuando me decidí entrar en este convento yo sospechaba algo de lo que me estás diciendo. Lo que nunca creí es que reaccionarían con tanta violencia. Eso lo he ido aprendiendo. En cambio tú viniste para escapar a tu pobreza. Esa es la razón por la que ahora te sientes tan frustrada. Antes que te sucediesen los problemas que tienes te sentís satisfecha y feliz, pero no eras libre.
Yo también vine para escapar a mi mundo, sórdido, rico y lujoso. Aquí encontré “mi” libertad. Esa es la razón por la que no quise volver a él. Hacerlo significaba ser de nuevo cómplice de gentes que oprimen y se aprovechan de gentes como tú eras antes. Por eso elegí un monasterio pobre habitado por pobres. Siempre supe que no sería bien recibida por ustedes. De alguna manera yo sería el “chivo expiatorio” de los delitos de mi clase social. Así ha sido. He tenido que olvidar mi historia personal de hija de ricos e intelectuales. Ahora soy una mujer que tiene el deber de trabajar duramente para subsistir sirviendo a otros que no agradecen sus servicios y que la desprecian. Tengo muchas ventajas porque no tengo que soportar los ordinarios malos tratos de un macho, ni tener que parir y criar hijos. Aun tengo mucho que aprender.
- Imelda, siento vergüenza porque realmente yo era una de esas mujeres que describes y solamente vine al monasterio por huir a mi destino, no por amor a Dios y menos aun a los prójimos. Lo que no puedo aceptar todas las bajezas de que he sido víctima. Podría aceptar que me degradasen a ser una hermana Conversa porque quise engañar a Dios para escapar a mi destino de pobreza.
- Si como dices has advertido tu error, poco importa la forma que has llegado a ello. Ellas te abrieron el camino a tu propia verdad. Sus malas intenciones se convirtieron en una bendición para ti siempre que estés dispuesta a utilizar tu nueva situación como catapulta para encontrar tu nuevo camino espiritual. Entonces nada de lo bajo que te quieran hacer te tocará.
- No me tocará. Fácil es decirlo. Mira los verdugones que dejaron en mi cuerpo. Tampoco tú el viernes próximo serás la irrisión de todas ellas.
- Se trata de actos ceremoniales que valen por el valor que ellas les dan.
- Deshonrosos. Yo, para ellasn soy una pecadora pública igual a una prostituta, además sacrílega. Me doy cuenta que conoces bien poco a nuestras hermanas. Muchas me golpearán por ceremonia, otras por rabia o por hacerse simpáticas a la Priora. Todas gozarán con mi humillación. Alguna hasta me escupirá. Acuérdate que así será.
- Si entras en el juego de ellas, será como tú dices. Si lo consideras teatro, te reirás de ellas y las encontrarás ridículas. Tu dolor proviene, te lo repito, es dejarte convencer que eres como ellas te estiman.
- ¿Qué deberé hacer?
- Centrarte en el presente.
- ¿Cuál es mi presente?
- Ahora es dormir. Es lo único que tienes, lo que necesitas. Lo que te traerá alivio.
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- Despierta Leticia. Ya han tocado la tercera campanada de Prima. Vamos allegar tarde al coro.
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- Ven. Sígueme. Tenemos que irnos trabajar. Nosotras las Conversas no tenemos que rezar tanto como ellas. Nuestra oración es el trabajo. Tenemos que ordeñar la vaca. Nosotras tomamos el desayuno en la cocina y estaremos más calientes que ellas en el frío refectorio. Como comprendes también tenemos nuestras ventajas. No tenemos que escuchar entupidas lecturas mientras comemos y nadie nos mide nuestros alimentos. Luego ayudaremos a la cocinera a pelar papas o limpiar.
- ¿También tenemos que ayudar a la cocinera? ¿No les es suficiente que produzcamos la comida?
- Eres muy rezongona.
- Supongo que ahora que somos dos tendremos siesta y recreo.
- Ni lo uno ni lo otro. La Madre dice que no lo necesitamos ya que no nos levantamos a los Maitines y que el recreo nos sobra ya que tenemos que hablar durante el trabajo.
- Pero nosotras nos acostamos mucho más tarde que ellas.
- Siempre tratas de discutir con las personas que manejan el poder. Es inútil. Siempre ellas tienen la razón y debes obedecerlas. ¿Esto es acaso nuevo para ti? ¿No era igual cuando servías a una patrona?
-
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-Imelda, los hábitos no están donde los dejamos colgados. Supongo que no se los pueden haber comido los ratones. -¿Los tomaste tú?
- Ciertamente, yo no los tomé. ¿Cómo podría haberlo hecho si trabajamos todo el tiempo juntas?
- Ahora recuerdo que hoy es jueves. Sin duda la hermana Ropera vino cuando nos trajo la ropa limpia.
- Eres bromista. Aquí no nos traen la ropa limpia nunca Hasta ahora yo me la tengo que lavar y reparar como puedo.
- Acaban de dar el primer toque para Vísperas. Voy a ir a la ropería para que nos den nuestros hábitos porque no podemos ir al coro con estos harapos.
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-.Si, yo tomé sus hábitos. Para ustedes no hay más hábitos de lana. La Madre Superiora me ha dicho que hay que hacer ahorros. Ustedes las hermanas Conversas deben llevar sus ropas de trabajo. Van a parecer con ellas “monjas modernas”. Para la cabeza un trozo de tela será suficiente. De ahora en adelante, aquí, se va a marcar la diferencia de “quien es quien”. Demasiado bien tratadas han sido hasta ahora ustedes “par de buenas para nada”. Cinturones tampoco hay para ustedes, cualquier trozo de cordel servirá. Así se parecerán a las franciscanas, aunque nosotras, gracias a Dios, no seamos como ellas.
- Como te lo digo, Imelda, de una plumada nos quitaron los hábitos y además nos insultaron.
Ellas nunca quisieron obedecer al Concilio ni a las indicaciones de nuestros Superiores eclesiásticos. Nunca accedieron a quitarse un pliegue de su vestido y ahora se ríen de nosotras diciendo que vamos a ser monjas modernas.
- No te preocupes tanto por ello. Un hábito es solamente un vestido. Ciertamente más abrigado en invierno cuando es de lana, pero aquí son cortos los fríos y nosotras los usábamos solamente en la iglesia.
- Tú siempre conforme. Vamos a parecer monjas que no que no tenemos nada que ver con las de aquí.
- En vez de la “toca” dice que usemos algún trapo blanco…
- ¿Qué es lo nos hace monjas? Dímelo. ¿será determinado vestido? Cuando nuestra fundadora reformó la Orden
Escogió sencillamente el vestido de las campesinas de su tiempo. Cuando se descalzó era porque las campesinas iban descalzas. Se hizo gran escándalo por ello a ello escogió las alpargatas antes que los tradicionales zapatos de cuero de las monjas burguesas. Realmente nosotras cuando trabajamos descalzas por necesidad cumplimos con lo que ella deseaba. Así caminan todavía en nuestro país las mujeres del campo. Así que vamos a lavarnos y déjate de jeremiadas.
- Espero que, al menos nos den una túnica de trabajo limpia todas las semanas.
- Espéralo, si eso te consuela.
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- Imelda, mañana es viernes.
- Pasado será sábado. No te burles.
- Mañana es día de mi ignominia pública, golpiza y humillaciones. No sé como lo haré. Ahora sin hábito ni ropa interior, no tendré como cubrirme los pechos.
- ¿Te avergüenza tanto que te vean los pechos?
- No me hables así ¿cómo puedes ser tan impúdica?
- ¿Por qué los pechos serán más vergonzosos que las manos y los pies? Somos todas mujeres.
- Pienso que es algo de lo que una mujer debería estar orgullosa. En algunos pueblos así ocurría y también entre nuestros antecesores los indios caribes.
- No continúes Imelda porque no me vas a convencer.
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- Ya todo pasó, Leticia. Deja de llorar.
- Tú decías que no me iban a pegar fuerte.
Son todas unas perras. Tú también me pegaste duro.
- ¿Te pongo compresas de agua fría? Solamente es irritación.
- ¡Vete a la mierda, tú y tus paños! Ya están tocando la campana para darse las disciplinas. Dátelas fuerte para que te des cuenta que los latigazos duelen.
- Yo nunca me azoto. Es idiota.
- Desprecias la Regla. Hacerlo en forma premeditada es pecado.
- Yo considero que azotarse una a sí misma es masoquismo o perversión. Si una lo hace por ceremonia se es hipócrita y un fingimiento por cumplir ideas de otro tiempo. Por eso te pegué de vedad en el refectorio. Las cosas se hacen o no se hacen. Todas estaban tan histéricas que rebelarme habría sido peor par ti.
- ¿Me pegaste fuerte en forma intencional?
- Sí, así fue.
- Me lo vas a pagar tú la delicada, hija de ricos, tienes las espaldas tiernas ¡eso es todo! ¡te voy a enseñar! ¡toma! ¡toma!
- Hay ¿qué he hecho? Estás herida? ¿Dónde están los fósforos y la vela? ¿Dime algo? ¿Cómo te he podido pegar tan fuerte? ¡estás sangrando!
- ¿Cómo eres tan delicada?
- Me has pegado con las riendas del caballo y tienen argollas de fierro. Sangro de alguna parte, pero no es grave. Yo sé donde está la vela. ¡Cálmate!
- Soy perversa. No quería…
- Te comprendo lo que estás sufriendo injustamente es para desequilibrar a cualquiera. Creo que a mí me habría pasado parecido.
- ¿Me perdonas?
- Trataré de olvidarlo. No te preocupes. Ahora me restaño la sangre.
- ¿Te duele mucho?
- Algo porque me arrancaste con uno de los ganchos un poco de piel del pezón. Ya pasará. Quédate tranquila.
Creo que me hará bien, porque yo conozco escasamente el maltrato físico como tú dijiste.
- Pero yo no quise…
- Lo sucedido, ha pasado. Tuviste una crisis de histeria y lo comprendo. Es mejor que no empieces con tu lástima por ti misma. Lo sucedido es una lección vital para las dos. Tratemos de descansar porque mañana será un día de mucho trabajo.
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- Imelda ¿Estás despierta?
- Si.
- ¿Te sientes muy mal?
- Me encuentro dolorida. Me pegaste ciega de rabia y me diste por todos lados. No hablemos más de esto.
- ¿Me vas a perdonar? De verdad que me encuentro arrepentida. Esta noche me pegas con las mismas riendas y sin ninguna lástima.
- Ya es cosa pasada, Felicia. Si te viene otro ataque de histeria ya sabré como ponerme a buen recaudo. Eso es todo.
- Te estás haciendo la santa para avergonzarme del todo.
- Puede ser que sea como tú dices. No deseo amargarme la vida por ello ni con tu arrepentimiento.
- ¿Lo olvidarás de verdad?
- Espero que si. Por lo menos tan pronto como se me quite el dolor y cicatricen las heridas.
- Eres alguien increíble.
- No soy nada, Felicia. Seamos las dos increíbles pues cuesta el mismo trabajo compadecerse que olvidarse de una misma.
- Entonces ¿me perdonas?
- Sácate de la cabeza todas esas tonterías. El perdón son solamente palabras. Acaso sabré yo misma si te perdono, aunque te lo dijera. Sigamos viviendo.
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-Hace casi dos meses que compartimos juntas y, casi, comienzo a comprender algo de tus “filosofías”.Te admiro y pienso que pueden ser útiles, pero me siento incapaz de hacer y actuar como tú. Te observo, pero no te comprendo. Tomas los acontecimientos, aun los más pesados, a la ligera y alegremente. En cambio yo me siento tan desgraciada como el primer día. Sigo pensando que esta vida horrible no es para mí. Es indigno de un monasterio y anticristiano tener a unas personas como esclavas. No tenemos sino obligaciones, ningún derecho. Nos llueven los castigos por cualquier error.
- Aun tenemos mucho que aprender, Felicia. Lo que nos sucede debe servirnos para nuestro desarrollo personal y sabiduría. Es una oportunidad que tenemos que aprovechar. Esto no quiere decir que apruebe lo que hacen con nosotras. Ciertamente que nos tratan como a las antiguas esclavas. Es un mal precedente. Desde que llegaste tú las cosas han empeorado. Antes me ignoraban. Supongo que llegará un momento que nosotras tengamos que tomar algún tipo de determinación, aun no sé en que sentido. Desde luego que tu caso es bastante diferente al mío.
- ¿Huirías conmigo si tenemos una buena ocasión?
- Yo no descarto nada, ni espero nada. Estoy curiosa por saber que es lo que se proponen. Aparentemente que permanezcamos como sus servidoras para siempre. Hay que esperar. Tener claro si deseamos seguir así en forma voluntaria.
- Yo no quiero seguir así de ningún modo.
- Si tienes un plan yo te ayudo. Pero si como yo veo por el momento no es posible aprovechemos nuestra situación en forma constructiva para nosotras mismas. ¿Has estado alguna vez presa? ¿Te han torturado?
- Que preguntas extrañas haces. Nunca he estado presa y nunca me han torturado fuera de lo que me están haciendo.
- Pues yo si he estado presa y me torturaron y violaron estando en la Universidad durante la gran Huelga.
Ya lo tienes que haber escuchado. Juzgaron que eramos cómplices de los guerrilleros. A muchos de mis compañeros los asesinaron y nunca aparecieron más.
- Entonces tú fuiste comunista.
- Olvida esas ideas tonta difundidas por los militares. Por lo demás ser comunista no significa que se trate de personas malas. Ellos y yo, que no lo era, queríamos justicia social.
- ¡Los comunistas no creen en Dios! Están excomulgados. El Papa dice que son los demonios de la tierra.
- Mira Felicia, creo que cuando tengamos tiempo deberemos hablar tranquilamente de todas esas cosas. Tú tienes la cabeza llena de las mentiras que los ricos han difundido para justificar sus persecuciones. A nosotros nos tomaron presos esa vez porque protestamos por el asesinato de unos campesinos pobres que ni siquiera tenían nada que ver con los guerrilleros. Si hubiéramos pedido justicia para los ricos nos habrían aplaudido. Los que piden justicia para los pobres son considerados comunistas y criminales.
- Cuéntame en detalle que es lo que te sucedió.
- Me hace daño recordarlo. Quiero que comprendas lo siguiente: Yo hija de ricos, siempre había sido bien tratada, nunca me faltó nada ni en alimento, ni en comodidades. Jamás recibí antes siquiera un palmazo.Un día por el sólo delito de estar sentada en la escalinata de la catedral reclamando justicia por asesinato de mujeres y niños inocentes, vienen los soldados nos arrastran por las calles y nos tiran unos encima de otros como sacos en sus camiones dándonos patadas y culatazos donde nos llegasen fuésemos hombres o mujeres. Todo sucede tan rápido que apenaste das cuenta únicamente del dolor de los golpes. No eran golpes como los que tú recibes los viernes, sino los causados con botas con punta de fierro y preferentemente en los genitales. Cuando te desembarcan en el cuartel ya no eres para ellos un ser humano. Eres un subversivo al que hay que hacer confesar de cualquier forma delitos y si se es una mujer, alguien a quien humillar violándola. Eso es lo que sucede siempre.
- No puede ser que sucedan cosas así en nuestro país.
- Todo ocurrió como te lo conté. ¿Cómo crees que me encontraba yo en aquella ocasión? Loca de rabia, vergüenza y dolor. Mi mundo en escasas horas se había derrumbado completamente. De ser una niña mimada por la vida era tratada como cualquier prostituta de la calle. Pero cosas así ocurren a diario en muchas partes del mundo.
- Con lo que me cuentas intentas decirme que lo que a mí me ocurre no es nada ¿verdad?
- Exactamente, Felicia.
- Entonces tendré que resignarme.
- Resignarse y rebelarse son cosas que me parecen sin sentido cuando se refieren a una situación opresiva. Las dos soluciones son inútiles. Vivir situaciones difíciles, significa “adaptarse” a ellas en la medida de lo posible para que su brutalidad no nos destruya. Es como cuando en la huerta se toma un arbolito y lo inclino. Cede. No se suele romper y cuando lo suelto vuelve a su posición anterior. Resignarse es romperse, rebelarse es correr el riesgo que le rompan a una. El resultado es idéntico. Me quisieron expulsar del Monasterio y no me fui, entonces decidieron quebrarme con dificultades y tratos serviles para que me fuese o me embruteciese. No sé como encontré el camino adecuado. Me he quedado por mi propia voluntad y me iré cuando lo desee hacer. Estoy entera
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- He observado, Imelda, que la Madre Superiora, de un tiempo a esta parte, te llama misteriosamente a su celda. ¿Què e pregunta?
- Siempre lo mismo. Como te estás comportando, si eres diligente en el trabajo, si observo en ti algo especial…
- Mira, yo la conozco bien y pienso que está tramando algo contra las dos.
-Ella insiste que eres pervertida y peligrosa. Insinúa solapadamente que tienes tendencias de lesbiana y que yo debo descubrirlas y denunciárselo.
- No comprendo que buscan y por qué quieren ensañarse conmigo.
- Posiblemente no buscan sino atemorizarte porque creen que sabes algo que es peligroso para ellas. Tratan que pierdas la paciencia y la compostura y hagas algo que te ponga definitivamente en sus manos. Vas a tenerte con exquisita prudencia para no caer en su juego.
- ¿Tratarán de aplicarme la celda de castigo?
- Me parece poco posible porque e preferirán trabajando más que siendo una boca inútil. De todas maneras parece que quieren medir tu miedo y tu capacidad de rebeldía, con el fin de calcular tu peligrosidad. Creo que esas insinuaciones pérfidas respecto a si tienes inclinaciones lesbianas y las manifiestas conmigo tiene el fin de aterrorizarte. Si te sienten aterrada ellas se creen seguras.
- Lo que me cuentas es diabólico.
- El Poder trabaja siempre en forma semejante cuando se siente amenazado. Si consigues mantenerte tranquila y serena descubrirás sus maquinaciones fácilmente y no caerás en ellas.
Piensa en los lirios. Sus bulbos están profundamente enterrados bajo una capa de tierra durísima. No se podría esperar que esos débiles capullos, llegado el momento, consigan emerger y que se conviertan en una hermosa flor. Ellos alcanzan su objetivo en forma tranquila y callada. Imitando ese proceder se alcanza lo que se busca.
- Lamento estarte complicando continuamente la vida con mis problemas. Y que por mi culpa te estén haciendo la vida más pesada.
- - ¡Qué más da! Yo tambien aprendo con todo esto.
- - Me gustó lo que me explicaste de los lirios. Tú eres capaz de Ver en las cosas. Yo soy estúpida.
- El problema es que solamente “miras”. No te enriqueces con lo que te rodea, sean plantas, animales y seres humanos. Los miras con indiferencia, sin amor.
- Es que yo he visto todo eso desde niña, como tú eras de la ciudad, para ti son novedosas.
- Ser de la ciudad o del campo no significa nada para la captación del mundo que nos rodea. Tú has mirado desde siempre esas cosas pero no las has “visto”. Sencillamente no te interesaban, las despreciabas.
- Te diré que estoy harta de mirar, como tú dices, esta huerta, esos árboles, la vaca y las lejanas montañas. No soy letrada como tú y todas esas cosas me son indiferentes.
- No seguiré tratando de convencerte, Leticia, pero el se o no “leída” como tu dices tampoco sirve para nada. Un día te sucederá como me ocurrió a mí. Basta el desearlo con un corazón puro y sencillo. Entonces un día miras un arbusto y adviertes su armonía, la riqueza de su follaje, sus formas maravillosas, su colorido… Ya no es uno más del montón, tiene personalidad. Te sientes relacionada con él y lo empiezas a amar. Ya no puedes cuidarlo como una “cosa” sino como lo que es, algo vivo y hermoso. Sientes una especie de amistad hacia él. Lo limpias, arreglas alrededor la tierra, lo riegas, gozas cuando lo ves sano y vigoroso. Entonces cultivar no es un trabajo, ni nada ocioso o sucio. Abonar, cavar, regar es ¡una fiesta! Sin pensarlo te olvidas de tus goces y tristezas.
Me doy cuenta que tú Felicia odias la tierra. Te repugna. Es algo sucio por eso te irrita tanto andar descalza, meter los pies en el barro…Para mí es una fuente de alegría, me siento como acariciada y unida con la tierra cuando la puedo pisar directamente con mi piel.
- Admiro tu capacidad poética y si no viese continuamente que es verdad y que vives lo que dices no te creería. Yo soy realista porque he sentido durante muchos años las piedras que me lastimaban y las espinas que se me clavaban.
- Eso es cierto, piedras y espinas son tanto más molestas en relación de lo brutales que seamos para caminar. Los indios de la selva, esos a los que despreciativamente se denomina indios pelados, raramente se clavan una espina o hieren su cuerpo, aun atravesando la más tupida selva. Yo viví unas semanas entre ellos y sé lo delicados que son al deslizarse en los sitios peligrosos. Se mueven con consciencia de su realidad. Si en ocasiones han tenido que usar ropa y zapatos opinan de ella lo mismo que tú cuando te falta.
- De ahora en adelante te voy a llamar sor Francisca, hablas como el santo.
- No me llames de ninguna manera. Yo también debo aprender día a día.
- ¿Por qué yo no aprendo?
- No lo sé. Quizás no lo deseas. Probablemente estás bastante bien “domesticada”.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- A los seres humanos, como a los animalitos se nos enseña desde niñitos lo que hay que hacer y lo que no se “debe” hacer. Esto es lo que no les conviene o gusta a quienes nos enseñan. Así nos dicen lo que nos tiene que gustar o lo que nos tiene que disgustar… A u perrito e le enseña a quien morder y en que circunstancia, a obedecer al amo…Todas esas cosas.
Todo cuanto nos rodea contiene una gran riqueza, sea una planta, un animal o una persona. Nos enseñan a despreciarlos, a sentirnos más importantes que ellos.
- Hablas como un Francisco de Asís mujer.
- Mientras te refugies en frases hechas no llegarás a comprender nada, nunca. Francisco fue uno y único, tú eres única, yo soy única.
- Una tiene que imitar a los santos.
- De ninguna manera, cada una está en su propia piel.
- Entonces de seguro tampoco te consideras la esposa de Jesús.
- Si te digo lo que pienso al respecto te vas a escandalizar.¿ Crees que una habiendo renunciado a tener relaciones normales con un ser humano debería tener relaciones anormales con un fantasma?
- Son relaciones espirituales no carnales. Tienes ideas que me dan miedo, ellas piensan con razón que eres “rara”.
- ¿Todas ellas dicen eso de mí?
- Si que te “sientas en las reglas”, que eres una monja sin espíritu religioso alguno… y ahora vienes a decir que Jesús es un fantasma.
- Jesús resucitó y por tanto no es un fantasma.
- Tal como lo presentan lo es, cuando hablan de bodas del alma siendo así que esta carece de sexo y el matrimonio, como dice el mismo Jesús, es para que seamos dos en uno. Para mí todas esas espiritualidades trasnochadas son expresiones de mujeres con mentalidades enfermas que no saben vivir siquiera su abstinencia sexual voluntaria.
- ¿Sabes lo que ocurriría si conociesen tus opiniones allá arriba?
- No te preocupes, yo no las predico y vivo aislada en mi huetra y mi trabajo. Las Hermanas no se interesan en mis ideas sino en mis lechugas.
- Voy a pecar, pero debo decirte, que primitivamente el plan era un fingimiento para que yo ganase tu confianza y te pudiese espiar. Algo ocurrió para que decidieran hacerlo verdadero y no una comedia como debía ser.
- A lo mejor se debió en un exceso de realismo por tu parte.
- Eres increíblemente cruel y burlona.
- Quieres que te muestre una vez más mi espalda y glúteos llenos de cardenales. No, lo que pienso es que por alguna razón la Priora mató dos pájaros de un tiro. Espiarte a ti y deshacerse de mí.
- Y… ¡ tener dos Hermanas Conversas salidas del tiempo de las esclavas romanas ¡
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-¿ Escuchaste’? Disparos y explosiones casi continuas.
- A mí me parecen aun muy lejanas. A veces se van acercando más que en otras ocasiones.
- Cierto, no es la primera vez que esto ocurre. Sospecho que un día llegarán hasta aquí. Las guerrillas avanzan.
- Tengo mucho miedo, Imelda, que puedan llegar esas bandas de desalmados, asalten el convento y nos violen a todas y quizá luego nos maten. Puede ser que también nos torturen para que digamos donde están las joyas sagradas de la Virgen Santa.
- Eso puede ocurrir igualmente con los soldados, los para militares, o las bandas de narcotraficantes. Cosas así suceden en la guerra de nuestro país. Los pobres sufren todo eso a menudo. ¿por qué solamente nosotras estaremos a salvo de ello si somos pobres como hicimos voto?
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- ¿No oyes pasos? Alguien se está acercando.
A estas horas todas las Hermanas están durmiendo la siesta. Nunca nadie viene hasta aquí.
- ¡Oh! ¡si es la Madre Superiora!
- ¿Aun no se acostaron a dormir la siesta? Vine en este momento porque mis innumerables ocupaciones no me suelen dejar mucho tiempo y deseaba venir a conversar con ustedes un rato. Pero ¿por qué están con esas tenidas tan extrañas? ¿es por penitencia?
- No, Madre. Hemos tenido que improvisar estas túnicas hechas de sacos de harina para poder lavar los hábitos de trabajo que son los únicos que nos entregan ahora, porque con nuestras actividades se ensucian mucho y no teníamos nada de recambio.
- No culpo a la sor Ropera, ustedes deben también comprenderla porque debido a los tiempos difíciles que corren no alcanzamos a comprar lo más necesario. Me parece bien ingeniosa la solución de ustedes de aprovechar esas bolsas haciendo las aberturas para la cabeza y los brazos. Les quedan un poco cortas y no me parecen muy modestas.
Pero… ¿qué son esas heridas que tienes en el cuello y hombros Imelda? Parecen latigazos. Ustedes saben que no apruebo penitencias tan brutales. ¡Déjame ver! Ahí es imposible que te pegases tu misma, tiene que haber sido Felicia que te ayudó. Además ¿por qué no llevas ropa interior? Les prohíbo que hagan cosas semejantes. Es deshonesto que se vean el cuerpo desnudo una a otra.
- Perdone, Madre, pero desde que estamos aquí se nos suprimió la ropa interior. Nos tuvimos que arreglar con esos guayucos que hicimos nosotras. Yo la pegué con las riendas del caballo porque me dio una crisis de locura después de mi penitencia pública del viernes. Estoy muy arrepentida.
- Bien, Eso no se debe repetir más. Creo que sor Imelda es bueno que sepa lo que es sufrir un poco, pues ella se crió en cuna de oro.
Advierto que acomodaron como pudo esta bodega y la hicieron más habitable.
Está bien que dentro de nuestra pobreza sepan mantener una cierta dignidad.
En fin, no vine para felicitarlas, sino para invitarlas a la velada que celebraremos con motivo de la fiesta de nuestra santa Fundadora. Con ese motivo, por esta semana, he decidido que se suspenda la penitencia pública de sor Felicia. Ustedes están muy aisladas aquí y deben participar, de vez en cuando en recreaciones y diversiones. Ya me voy. ¡Que Dios me las bendiga!
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- Ya se fue la víbora. ¿Tú puedes creer, Imelda, que ella diga algo sinceramente? Adivino el veneno detrás de sus ironías y melosas palabras. Está tramando algo. La conozco bien. La invitación encierra algo maligno.
- Si es como dices ya lo sabremos. ¿Para qué te preocupas?
- ¿Eso es lo único que se te ocurre?
- ¿Se te ocurre a ti algo mejor? Hay que acomodares a los sucesos en el momento que se presentan, sin que ello signifique dejarse desbordar por ellos. El miedo hace perder el tino y amarga la vida. Te estabas ya torturando por tu próximos azotes públicos y ahora los suspenden.
- Sé que tienes razón pero no puedo dejar de angustiarme por adelantado
- Precisamente eso es lo que te destruye y te pone en las manos de ellas. Adáptate a los sucesos tal como vayan llegando, alerta, relajada, sin odio ni temor. Así reaccionarás de manera adecuada ante cualquier situación. Todo cambia continuamente y no sabemos nunca predecir como se darán las cosas de antemano.
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- Estoy indignada Imelda. Ahora han salido con otra novedad dicen que nosotras nos tenemos que encargar también de las abejas. Yo no lo haré nunca. ¡jamás!
- ¿Por qué te agitas tanto por semejante nimiedad?
- Porque me dan terror. Pican fuerte y dolorosamente. Una se hincha hasta quedar deforme. Me repugnan todos los insectos. ¿Acaso has trabajado alguna vez en las colmenas?
- Si suelo ayudar a la apicultora que las cuida.
- Pero es que ella ya no vendrá. Dicen que por economizar. Yo creo que es para fastidiarnos a nosotras.
- Suspenden mi penitencia en el refectorio pero ahora me condenan a algo mucho peor. Son perversas.
- Como siempre tu imaginación aumenta todo. El trabajo con las abejas no es algo muy terrible.
- Yo he visto como trabaja la apicultora. Lleva botas altas, gruesos pantalones, velo y sombrero, buenos guantes…
- Tú ¿que tienes? Un sombrero rotoso y un velo. Eso es todo. Las abejas nos entrarán por debajo de las túnicas y nos dejarán como un alfiletero de picaduras. Para qué hablar de guantes o botas.
- Nos las tenderemos que ingeniar para que las cosas no resulten tan mal como las describes. Ante todo tratando las abejas con gran suavidad. Pican cuando se creen agredidas. Aparte de eso solamente las primeras veces que recibes las picadas una se inflama. Luego el cuerpo se acostumbra. No te digo que no sean dolorosas, pero es soportable. Existen cosas peores.
- Es un trabajo de hombre. Una es mujer.
- Somos mujeres. No por ello tenemos que ser tímidas, ridículas e inútiles. El mundo ha cambiado. Ahora existen mujeres guerrilleras y mujeres soldado. Tu temes por tus prejuicios. Te he demostrado que cortando el pasto con guadaña una secansa menos. Tu te empeñasen decir que es un trabajo de hombre y sigues doblada en dos maltraidote la espalda.
- Yo nunca quise aprender trabajos de campo. Estaba segura que si los aprendía jamás saldría de mi casa y siempre continuaría siendo una campesina. La familia no te suelta porque les eres útil. Si no aprendes nada, te envían al pueblo a servir. Eso es lo que me ocurrió a mí y me fue muy bien. Tuve suerte. Mi patrona mujer rica y muy religiosa se encariñó conmigo, me hizo estudiar un poco. Cuando murió me dejó una buena dote si entraba a un convento. Todo fue perfecto hasta que la Priora me vio como su rival. Esa ha sido mi maldición.
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-¿Por qué Felicia has trabajado tan tensa durante todo el día?
- Mañana es el día de la fiesta a la que estamos invitadas. La ceremonia no me asusta. Lo que temo es la recreación y la velada con la comunidad. Después de mi degradación a hermana Conversa y mi penitencia pública me va a ser difícil ese contacto y conversación con ellas.
- Sé simplemente natural.
- Ser natural sería gritarles que son unas hipócritas, que las desprecio y que me dan asco.
- Eso no es ser natural sino dar rienda suelta a tu odio y frustración, lo cual generaría para ti nuevas amarguras.
- Tú verás que ocurrirá algo desagradable que nos echará a perder el día.
- No seas ave de mal agüero. Esperemos. Con nuestros miedos no cambiaremos lo que pueda suceder.
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- ¡Ya! ¡Un poco de silencio, por favor! Considero que esa recreación ha sido todo un éxito. La obrita de teatro que prepararon me pareció muy bien lograda. El refrigerio excelente. Ahora yo quiero ofrecerlas un desfile de modas.
Felicia e Imelda salgan al centro. Paséense. No sean melindrosas. ¿Acaso cuando estaban en el mundo no vieron nunca un desfile de modas? Muévete Imelda como lo hacen las gentes de tu clase social. ¡Esperen! Sor Ropera traiga dos pares de zapatos de taco de esos que hay en la ropería traídos por nuestras novicias. Así estas hermanas se lucirán mejor.
Ríanse Hermanas. Yo diseñé el nuevo hábito de estas Hermanas Conversas que no merecen nada mejor. Está perfectamente de acuerdo con sus trabajos serviles.
Es a prueba de barro y desgarrones. El trapo que llevan en la cabeza sustituye un velo que son indignas de llevar y que se acomoda a su espíritu renovador y moderno.
¡Sáquense el hábito sor Imelda y sor Felicia, se lo mando por santa obediencia.
Vean todas que ellas han contribuido con su ingenio a suplir la ropa interior que nuestro convento no puede proporcionarles. Como ven son bolsas de harina, un poco cortas, pero ellas nunca se han distinguido por su modestia. Pero quiero que vena algo más.
¡Sáquense también esas bolsas quiero que se muestren bien a la comunidad! ¡No tengan vergüenza, estamos entre mujeres!
Tampoco usan calzones, eso que llevan lo llaman guayuco y tiene la ventaja que es muy fácil de quitárselo para las desvergonzadas y pecaminosas elaciones que tiene entre ellas. Ven esas marcas rojizas que tiene la Imelda, son el resultado de las relaciones carnales sádicas de estas dos mujeres viciosas. He querido mostrarles en público lo que yo hace tiempo conocía.
Ahora pareja despreciable váyanse a limpiar y ordenar todo. Pronto nos ocuparemos de ustedes.
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- -Ahora te tocó llorar a ti doña Perfecta. ¿Por qué no te rebelaste? Tú que siempre tienes la palabra oportuna podías haber hecho un escándalo. Todavía temen a tu familia. Tú tienes muchos parientes militares y políticos. Tu familia es rica y poderosa. Ellas no pueden probar sus infamias contra nosotras.Ahora resulta claro lo que maquinaban, declararnos pecadoras públicas probablemente para satisfacer su sadismo contra nosotras.
- ¿Terminarás de compadecerte y compadecerme? Reconozco que es terrible lo que ha sucedido. Como tú no comprendo con esa acusación terrible que se proponen hacer. No sé si se han creído sus mentiras o bien si están desquiciadas. Posiblemente lo hagan por si reclamamos ante nuestros Superiores eclesiásticos para que no tengamos ninguna posibilidad de ser escuchadas.
- ¿No oyes los tiroteos?
- Si, pero pienso que son los de siempre.
- Yo creo que son más cercanos.
- Aprovechemos y huyamos.
- Ten calma. No creo que los guerrilleros ni el ejército vaya a atacar el convento. No les conviene a ninguno de ellos. Ya lo podían haber hecho hace mucho tiempo pues estamos en su territorio de disputa. Pienso que, por el momento el lugar en donde estamos es el más seguro.
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- No teman Hermanas, pertenecemos a las guerrillas del FNL y no les vamos a causar ningún daño. Nos hemos batido duro con el ejército que se ha retirado y queremos descansar aquí. Estamos acompañando y protegiendo a un grupo de gente, mujeres, niños y viejos que huye hacía la frontera después que el ejército mató a sus a sus hombres, incendió sus casas y sembrados. Debemos curar algunos heridos.
- ¿Sucedió algo cuando se tomaron el convento allá arriba? ¿Las Hermanas están bien?
- Están histéricas de miedo por todas esas propagandas del Gobierno que nos pintan como bandidos y violadores. Pero ¿ustedes son también monjas? Van vestidas diferente y muy pobres, hasta descalzas.
- Somos hermanas Conversas.
- ¿Qué es eso?
- Servidoras de todas las demás. Hortelanas y las que hacen los trabajos duros.
- Veo que aquí también existen las diferencias de clases. Justamente contra esa opresión nosotros nos hemos rebelado y luchamos para que todos seamos iguales.
Sigan aquí tranquilas, que estarán mejor que arriba, solamente dennos algo para hacer la comida, pues somos casi cien personas.
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Subamos arriba Imelda. Los aviones tienen que haber hecho mucho daño con sus disparos y bombas.
- Vengan Hermanas, apresúrense. Las locas de arriba han causado una catástrofe. Debemos huir inmediatamente. Llegarán enseguida los aviones pesados, los bombarderos, y arrasarán el convento.
Las monjas cuando los helicópteros sobrevolaron el monasterio se pusieron a agitar trapos blancos. Entonces las dispararon a ellas. Nos quisieron traicionar no sabiendo que los perros de guerra no saben hacer diferencias. Ametrallaron y tiraron una bomba de fragmentación. Hay varías monjas heridas o muertas y también otras personas.
¿Quién de ustedes dos se llama Imelda? Una de las agonizantes pide que vaya donde ella.
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- Madre, soy Imelda. ¿Me escucha?
- Tócame. No veo. Apenas escucho. No siento ya mi cuerpo. Voy a morir. He sido malvada con ustedes por ansia de conservar el Poder. Perdónenme.
- No, Madre, yo no puedo perdonarla. Mi perdón en estos momentos ya no le sirve para nada. Usted no pecó contra mí, pecó contra usted misma.
- Imelda, no seas cruel, no ves que se está yendo, dale esa satisfacción.
- Madre, ¿me puede escuchar? Tampoco le sirve de nada su arrepentimiento de última hora que es un triste juego para engañar a Dios. Acepte que fue perversa y desee con todas sus fuerzas no serlo nunca más.
- Hermana, no se esfuerce más en hablarla, ya se fue. La guerra es así. Los aviones llegarán enseguida. Tenemos que refugiarnos en la selva. ¿No tienen zapatos?
- No tenemos.
- Sáquenselos entonces a las muertas, porque no podrían caminar descalzas en el monte. ¡Apúrense!
+++++++++++++
- Ay Imelda, nosotras tampoco vamos a salir vivas de esto. Llevamos tres días caminando, casi sin comer, todo el tiempo mojadas. Creo que no resistiré mucho más.
- Trata de compadecerte menos y observa a todas estas personas que nos rodean. Ellos han perdido cuanto poseían incluyendo a sus seres queridos. Llevan caminando muchos días, perseguidos y se dirigen a un destino incierto. Ninguno de ellos se queja. Los guerrilleros soportan sus pesadas mochilas, sus armas y municiones y tratan de protegernos para que que lleguemos vivos a la frontera.
- ¿No sería mejor que nos quedásemos atrás y entregarnos al ejército? Somos monjas y no guerrilleras...
- ¿Monjas? No me hagas reír. ¿Cómo lo podríamos demostrar? Somos un par de mujeres vestidas de harapos que no nos diferenciamos en nada de todas las que nos rodean. ¿Sabes por qué ellas temen tanto rezagarse? Porque saben la suerte de aquellos que se quedan atrás y son hechos prisioneros por el ejército.
- ¿No te das cuenta cual será mi destino cuando lleguemos al país vecino? Tú te volverás con tu familia. Reemprenderás una nueva vida. Ejercitarás la profesión que estudiaste. Yo ya no tengo nada. El monasterio destruido, las monjas muertas. Ni siquiera tengo una razón para vivir. Qué me espera en un país extranjero sin profesión ni educación. Es mejor que me maten los soldados.
- Entiende, loca, que no te matarán así nada más. Tú para ellos serás una ayudista de la guerrilla una fuente de información acerca del número de guerrilleros, sus armas, sus propósitos, el lugar a donde se dirigen… Te torturarán hasta que les digas lo que ellos deseen escuchar o crean que debas saber. Hace poco tiempo que te querías fugar del monasterio ¿no lo recuerdas?
Ahora ya estás afuera. Ahora no quieres aceptar tu libertad.
Es que esto es peor.
- No hay nada peor o mejor. Nosotros lo vamos creando.
- ¿Tú que harás, si sobrevivimos
- Ayudar a quienes lo necesiten.
- ¿A los guerrilleros?- Yo querría hacer lo mismo. - - Lo que buscas es sentirte acompañada y protegida.
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- En unas horas más, Imelda, nos separaremos. Posiblemente para siempre. Tu vida de guerrillera va a ser muy peligrosa, Posiblemente mueras en una emboscada.
- Felicia, sácate de la cabeza que voy a ser guerrillera. Me vuelvo con ellos, no para luchar, sino para ayudar a la gente, servir, acompañar a otros grupos como guía para que puedan alcanzar, como lo hemos hecho nosotros, la frontera. No voy a cargar armas, ni participar en la lucha. Podré cuidar heridos, si es necesario. La guerra no es algo que vaya con mis ideas, no acepto la violencia sea justa o injusta.
- Antes que nos separemos, Imelda, deseo que me expliques algo. ¿Por qué no quisiste perdonar a la Madre Superiora agonizante? A mi parecer fuiste muy cruel con ella.
- Puede ser que lo que dices sea verdad. Yo nunca he creído que siempre tenga la razón. Mi reacción fue espontánea. Pensé que perdonarla era ayudarla en su última mentira. Lo más importante en aquel momento me pareció que dedicase sus últimas energías a estar dispuesta, viviese o no, a no actuar nunca más como lo había hecho hasta aquel instante. Si ella nos admitía que había actuado mal lo que yo la dijese carecía de todo significado. Sentí una terrible congoja advirtiendo como se debatía para hacer su última trampa a Dios y poder morir con las manos limpias y la conciencia tranquila.
- Hemos vivido Imelda unas terribles experiencias.
- Cierto Felicia. Ahora se abre para nosotros una nueva etapa de aprendizaje y debemos vivirla con plena conciencia.
¡Adiós Hermana!
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Friday, February 27, 2009
Friday, February 20, 2009
reflexiones

¿INTELECTUALOIDES?
Anoche escuché, en onda corta, una radio transnacional potentísima de una confesión religiosa.
Un despreciativo orador profería insultos y menosprecios a “esos seudo intelectuaoloides” (léase, librepensadores) que se atreven a analizar y criticar los “valores sagrados y milenarios” de la civilización occidental.
Adviértase la confusión intencional entre civilización y cultura.
Civilización implica el acervo completo de una sociedad abarcando todos sus aspectos, tecnológicos, políticos, económicos, sociales y culturales….
Cultura es una concepción valórica consuetudinaria y relativa (ellos dicen, valores eternos) impuesta por los
GRUPOS DE PODER
Predominantes en ella: aristócratas, plutócratas, comerciantes clérigos…
Nada nuevo. Piénsese en las milenarias castas hindúes: guerreros, sacerdotes, comerciantes y el resto “parias”. El lugar y el tiempo han cambiado, pero no la concepción clasista permanece.
La confusión que crean los clérigos de todo pelaje (no importa su credo) entre civilización y cultura se utiliza para crear el pánico en los no informados por que si se rechazan
SUS VALORES
LA CIVILIZACIÓN SE DESTRUIRÁ
Es decir volveremos a ser
MONOS DESNUDOS.
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Friday, February 13, 2009
reflexiones
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CLUB DE LOS PITUTOS
En la sociedad chilena, a todo nivel, existe la tendencia a obtener beneficios, no tanto por méritos personales, sino por un “compadrazgo” amplio que va más allá del institucional. Es decir, por relaciones personales previas que pueden estar fundadas en el parentesco (aun el muy lejano), el clientelismo político o económico…
Esta tendencia se ha ido apoderando de ciertos estratos sociales en los últimos treinta años con una fuerza inusitada.
Se ha ido creando una clase social transversal a los diferentes estratos sociales que basa sus actividades en la obtención de pitutos, Curiosamente se ha reactivado en ese nivel la antiquísima práctica de la “mano vuelta” que significa ahora “yo te consigo – tú me devuelves”. Generalmente con una cierta exigencia de que la retribución sea más generosa.
Desde luego el que da el pituto supone que aquel que lo ha recibido debe estar perpetuamente en deuda con quien se lo proporcionó.
Es fácil comprender que esta seudo institución favorece todo tipo de corrupción. Realmente ya la concesión de un pituto en si misma lo es, porque, aunque el que lo reciba tenga la calificación para desarrollarlo, es preferido frente a todos los otros postulantes.
A la vez existe la trágica tendencia que una mayoría de los que reciben un pituto en cualquier tipo de actividad sabe que de ordinario no la ha conseguido por su capacidad personal (aunque la tenga) y por tanto menosprecia su actividad.
¿Quienes son los que forman el grueso de este club del pituto?
Si bien hemos advertido que se da el fenómeno en todas las capas sociales existe un grupo determinado que, por así decir, “viven de los pitutos”.
Generalmente son aquellos que habiendo estudiado no han conseguido por capacidad, inconstancia u otras razones, un diploma formal en alguna actividad. Se trata de personas que se juzgan a sí mismas como “profesionales” por el hecho de tener ciertos conocimientos en alguna materia. Su condición no les permite acceder a actividades que exigen títulos profesionales. Entonces se aferran a actividades paralelas conseguidas a través del pituto. Con frecuencia esas actividades son muy frágiles. La condición anterior crea una población flotante de funcionarios en todas las actividades que dependen de la buena voluntad de quienes conocen su fragilidad y que la explotan desvergonzadamente para que esos subalternos IGNOREN SIEMPRE cada uno de sus manejos corruptos que es frecuente que impliquen el desfalco y el robo.
Resulta grotesco que una sociedad se vaya deteriorando en sus relaciones humanas solidarias pues la enfermedad es tan extendida que
¿Quién DE NOSOTROS NO HA RECURRIDO PARA ALGO EN EL PITUTO?
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